CAPÍTULO 31

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Los días después de aquel incidente, habían sido un completo infierno. El que Dylan lo hubiese querido matar y posteriormente le hubiese lanzado la única muestra de su amor verdadero, lo había dejado mal. Por lo que desde ese momento la compañía de su maestro se había vuelto recurrente. De algún modo, ese hombre sabía lo que había sucedido y quería tratar de ayudarlo. Aunque cómo ayudar a quien no quiere ser ayudado. Su actitud era distante, fría, sería. No era el mismo chico de aquella noche.

— Thomas... — no recibió respuesta alguna. Así que se acercó sigilosamente al oscuro escritorio del duque y dejó un pequeño cuaderno, añadiendo — Sé que no quieres hablar con nadie, pero te traigo este pequeño obsequio para cuando quieras encontrar un desahogo. A mí me ha servido a lo largo de la vida. Espero que a ti igual — dicho aquello se retiró de aquel lugar dejando al joven en la penumbra en la que vivía desde aquel día.

Cuando hubo dejado la habitación aquel hombre, el muchacho rubio se levantó de su silla que siempre estaba colocada hacía la ventana y se acercó hacia el pequeño librillo que habían dejado en su escritorio. Era algo parecido a un diario, delicadamente forrado en piel y del tamaño adecuado para transportarlo a donde fuese. Comenzó a hojearlo, estaba completamente en blanco a excepción de la última página que tenía una pequeña nota:

"Si vas a perderte hazlo entre los recuerdos que alguna vez te llenaron de vida, no en los que te hacen sumergirte en la oscuridad. Eres un artista, puedes ser capaz de encontrar la belleza hasta en las peores situaciones. No lo olvides"

John White

Una sonrisa casi imperceptible se dibujó en los labios del joven Sangstër, pero así como apareció, desapareció.

— Gracias...— susurro mientras lo tomaba entre sus brazos y se dirigía nuevamente a su sitio.

Mientras en la oscuridad de su puerta entre abierta una sombra lo observaba con atención.

Desde aquel día, se había dedicado a escribir constantemente lo que acontecía dentro de su mente. Su sentir y su pesar, aquel que lo acompañaría eternamente, mientras que el día de la boda se acercaba cada vez más.

La pequeña Ava ya había partido rumbo a la hacienda, y después de posponerlo por tanto tiempo se dignó a leer la carta que le había sido enviada por el pelinegro un día después de que había sucedido todo aquel desastre. Se leía tan "normal", como si nada hubiese sucedido. Fue cuando una molestia surgió dentro de él. ¿Acaso todo aquello no había significado nada? Estaba consciente de que él tenía parte de la culpa por haber dicho todo aquello, sin embargo no esperaba que su Dyl, perdiera la razón de aquel modo.

Esta tarde escribió nuevamente....

"No entiendo. No le entiendo. Primero intentó que no le perteneciera a alguien más y ahora se muestra hasta cierto punto interesado por los preparativos de la supuesta boda. Sin mencionar que quiere hablar conmigo nuevamente, la verdad es que me asusta pensar que va a actuar de la misma forma que aquella vez, por lo que considero que lo mejor será ignorar la petición, pese a que yo también quisiera decirle algunas cosas. Lo mejor será dejarlo en las manos de su hermana... Ella sabe la verdad, sabe que lo amo y que nunca dejare de hacerlo, pese a los años... "

El día había llegado. Y lo que menos deseaba era llegar. Pero no le quedaba alternativa.

— Todo está listo señor Duque— añadía el hombre regordete mientras terminaba de subir las ultimas maletas del joven al carruaje — Gracias Gregor...— agradecía el muchacho mientras se despedía de su mentor.

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