CAPÍTULO VII Parte II

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JACKSON

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JACKSON

—Ella no te puede tener así, Jackson —sosteniendo el vaso apunto con mi dedo directo al reflejo—. Cuarenta y ocho horas, verga fácil. Cuarenta y ocho —me vacío el whisky; recargándolo una vez más.

—Jackson —mi madre. Es mi madre golpeando la bendita puerta—. ¡Jackson!

Sirvo hasta el tope, deslizando la botella de escocés por la mesada del lavabo y me veo al espejo mientras bebo.

Me jodió la noche y la mentira.
Me jodió la vida en un abrir y cerrar de ojos.
Me descompaginó la existencia con una fuerza casi huracanada.
Me hizo felpudo y cuando creyó que fue suficiente de arrogancia, altivez y vileza me engrandeció como el mejor héroe.

—No... No te puede gustar de esta manera esa sucia de mierda, Jackson —me reprendo, rodando los ojos cuando la insistente voz de Lola pregunta al otro lado si estoy bien.

No estoy bien.

Desde ayer que no estoy bien.

Mila Novak me tiene en un enfermizo brote de ira, deseo y posesividad.

No la conozco. No la deduzco. No puedo adivinar lo que piensa, lo que quiere y lo que pretende.

En un momento es docilidad y al otro un monstruo.
A veces se hace la idiota y a veces temo pecar de estúpido y confiarme de la rata que pronto tendré a mi lado.

Pero me gusta y eso es lo peor. Me gusta demasiado.

«No eres mi tipo»

Callejera inservible. Soy el tipo de todas y la polaca inmunda no va a ser la excepción.

De otro sorbo me curto con lo último del whisky, sacudiendo la cabeza con lentitud y una mueca de rabia y resignación.

Ella va a ser mía. Mi juguete. Solamente mío.

Aprieto los labios, negándome a mí mismo y evitando el reflejo porque tal parece hasta el espejo se burla de mí, poniendo en duda mi propio pensamiento.

Aviento la botella al suelo y cierro mi mano en un puño asestándola contra el cristal.

Escarchas caen sobre la pileta, mis nudillos empiezan a sangrar y el vidrio fragmentado en cientos de pedazos escurre el carmín que chorretea por mis manos y empapa mi ropa.

Tomo la toalla para envolver la izquierda, que es con la que golpee y de la cual la hemorragia no cesa y resoplando le quito el seguro, abriendo la puerta del baño para huéspedes.

—¡Pero qué carajos hiciste!

Sin más le paso por al lado.

Mi madre me sigue de atrás, azorada por el desastre que quedó y yo no le doy trascendencia. Avanzo con estridente andar al comedor, frenando con violencia al ver que el lugar de la polaca se encuentra vacío.

AVARICIA © Pecados Capitales I +21 EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora