CAPÍTULO XV

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JACKSON

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JACKSON

Todavía no estoy convencido de esto.
Es un disparate.

—Sin chaqueta —dice como si nada.

—Me gusta la chaqueta —replico.

Según Sonya y en concordancia con mi prometida, mis socios y los más allegados a mi círculo se reunirán en Galaxia, un club de Manhattan del este, donde suelen encontrarse a menudo.

—A mí me gustas con o sin, pero, —masticando una inmensa galleta mantecosa, azucarada y achocolatada se me acerca—, hoy opino que debes ir con camisa.

Explayo las manos y me la quedo viendo.

Está feliz, alegre, cantarina y eso sólo aumentan mis celos y desconfianza.

Si yo salgo... ¿Qué me garantiza que ella no lo hará?

—Polaca, no tengo ganas de ir.

Voy a por la cintura de la enana de mierda y aguantándome la sonrisa retrocede, impidiéndolo.

—No es tu querer sino el mío —sisea—. Y yo sí quiero que vayas.

—¿Por qué? —la enfrento—. ¿Para qué? —sin poder controlar los celos; celos tan enfermizos como corrosivos, la tomo del brazo frenando su retroceso—. ¿Te vas a meter en un putero, eh? ¿Con quién piensas ir a revolcarte para terminar de enloquecerme o castigarme?

Da un mordisco inmenso; algo que me hace tragar, que me perturba pues su boca abarca gran parte de la galleta y ello no es un buen condimento para este momento. Boca bien delineada que se engulle la porquería cargada de azúcares para entonces relamerse las migas frente a mí... Con pecaminosa y sensual parsimonia.

—¿Eso te haría sentir menos culpa? —lo pregunta, provocándome y en consecuencia aprieto con mayor fuerza.

Se ríe, se burla, ironiza.

—Eso sólo me pondría más celoso.

—No me gustan tus celos.

—Acóplate a ellos.

Retuerzo la blandura de su carne y la acerco a mí, haciéndola respirar profundo. Acción que no puede evitar, poniendo en evidencia que mi perfume es de su agrado.

—No voy a salir de esta casa.

—Pues no te creo, enana —bajo la cabeza enterrándole los labios en la oreja—. Estás muy contenta y eso me alarma.

—Que te martirices toda la noche es motivo para sentirme feliz.

La suelto con repelús.
Es realmente odiosa.

Juega conmigo, me manipula, me desarma y a la condenada le divierte.

Lo goza.

—No voy a ir a ningún lado —lo determino y en automático una mueca espeluznante surca su delicado rostro. Hay desafío, hay advertencias y sobre todo hay peligro.

AVARICIA © Pecados Capitales I +21 EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora