CAPÍTULO X Parte I

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Su amenaza no es más que una tontería que sale de la boca de un hombre con mente de niño

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Su amenaza no es más que una tontería que sale de la boca de un hombre con mente de niño.

—¿Estoy muerta? —lo susurro con altivez y esa supremacía que a Jackson vuelve completamente loco. Loco de rabia, frustración y deseo—. Yo me estoy sintiendo muy viva —me alejo de él apenas. Simplemente apenas, aprovechando el momento de confusión generalizada. El instante donde la mayor parte de los invitados murmuran, aplauden y se van acercando al magnate para empezar a recabar información de semejante noticia; la de su prometida que al parecer mantenía bien oculta a la élite de Manhattan.

—Te conviene parar —me sisea sin siquiera articular.

—¿Y si no quiero, qué? —agarro las solapas de su fina y tersa chaqueta color limón y aunque no muevo ni un solo centímetro de la mole de inmenso torso, el tirón en la tela me aproxima nuevamente a su rostro tallado, extremadamente peligroso y condenadamente apetecible—. ¿Qué vas a hacer... Jackie? ¿Me vas a pegar una bofetada delante de todos? —le dedico una venenosa sonrisa y agradeciendo la altura de mis tacones vuelvo a saborear el grosor mojado de sus labios. Labios calientes y bien carnosos que se entrabren en mi boca. Labios adornados de buen volumen de barba que raspa mi lienzo produciéndome un centenar de deliciosas cosquillas—. Jackie... Es como te llama Miranda, ¿no?

Me toma de la muñeca pero no rechaza lo que al nene grande, al oso de peluche con complejo de monstruo le está gustando.

—Si no te detienes te voy a sacar de los pelos de esta fiesta.

Mi mueca maliciosa se ladea y en un acto de caliente picardía la punta de mi lengua se devora su labio inferior y algunos milímetros de su mejilla salpicada en vello facial.

—Hazlo —le desafío—. Nada me excita más que un empresario de traje caro jalándome el cabello.

Su respiración se dispara y si tuviera la mano puesta en su pecho apostaría que también sus latidos.

Sus ojos reflejan hastío, no obstante sé comporta civilizadamente soltándome, pasando su brazo por mi cintura y pegándome a su costado de forma tal que mi oreja es su amansalocos personal.

Los afilados dientes del lobo atrapan mi contorno y entre graznidos inaudibles para el resto, me promete el infierno después de que la pantomima de la reunión se termine.

—¿Miranda vino? —cuestiono largándole el baldazo de agua congelada—. ¿Te trajiste a tu amante a las reunioncitas de estirados neoyorquinos?

Me presiona en demasía pero para nada me incomoda. El juego se está poniendo realmente divertido y muy interesante; pararlo ya no es una opción.

—Tendría que haberla traído. A ella o a cualquier otra flor de mi jardín porque con lo que me hiciste en el hotel es lo que te mereces...

Le dedico una suave e hiriente carcajada—. ¿Qué se supone que merezco? —pregunto con sorna—. ¿Que vayas y descargues con cualquiera todas esas exquisitas frustraciones que te genero? Eso solo hablaría de lo básico que eres y de qué tan hondo me estoy metiendo aquí —mi índice toca su pectoral izquierdo y en mi atino por rehuir de su musculado brazo el tironeo lo deja a él como triunfador, puesto que no hay forma de despegármelo de al lado.

AVARICIA © Pecados Capitales I +21 EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora