CAPÍTULO XIV

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JACKSON

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JACKSON

El almuerzo se terminó, la comida se enfrió y el café está helado, sin endulzar y sin tocar, en la mesa.

Llevo casi dos horas sentado en el restaurante. Dos horas desde que ella se fue, feliz, rozagante y radiante a hacer no se qué mierda.

El mozo se acerca con preocupación, sabiendo que pagué la cuenta hace rato también.

Una mujer llega; alguien que no conozco o al menos no recuerdo. Lo hace luciendo un traje de etiqueta color rojo; traje que se me para al lado y que me obliga a alzar la mirada.

—Jack, qué placer encontrarte por aquí.

Menciona un diminutivo de mi nombre y me obligo a observarla. Rubia, blanca, alta, un cuerpazo. Olvidé cómo se llama o tal vez nunca se lo pregunté pero tengo bien claro en mi memoria que ella es de las scort más caras por las que pagué en mi anterior viaje a Chicago.

Me valió una fortuna y no me cogió como quería.

—No lo tomes a mal pero estoy apurado.

Aparto la silla y me pongo de pie. Guardo mi billetera y agarro mi portafolio, pues aunque no tengo qué, iré a mi oficina. Necesito encerrarme en mi despacho.

El mozo evade y reprime una mirada sarcástica porque claro, mucha prisa pero me pasé dos horas con el culo aplastado, mirando hacia la calle y pensando en la forma de retorcerle el pescuezo a la Minion de medio metro que me trastoca la vida.

Sucia, manipuladora y embustera enana de mierda.

Irritado por la ausencia de la polaca Novak estiro mi chaqueta, dejando boquiabierta a la modelo, costosa y para nada complaciente cuando en un asentimiento tomo distancia.

—Llámame si...

Su voz es un meloso cántico al que destruyo con dos palabras...

—Estoy comprometido.

Me largo del restaurante y voy expreso a mi coche, porque de eso se trata; de levantar el traste de un asiento para apoyarlo en otro.

Prendo el teléfono y le llamo otra vez, pero el tono anuncia que la línea se encuentra fuera de servicio.

Hace dos horas que está apagado. Quince llamadas perdidas y sigue apagado.

Me lo hace a drede.

Enciendo el vehículo y piso el acelerador con rabia.

¿Qué se piensa esa sucia? ¿Que la voy a andar persiguiendo por todo Nueva York?

Le subo el volumen al estéreo táctil, escuchando una música de cuarta que sirve para reprimir a la Mila imaginaria que a mi lado contesta que sí...

Sí soy capaz de buscarla por todo Nueva York.

AVARICIA © Pecados Capitales I +21 EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora