CAPÍTULO XII Parte II

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El edificio corporativo Lennox se divide en tres niveles. Son treinta pisos, los primeros diez lo ocupan técnicos en el área informática, la mercadotecnia, logística y especialistas en relaciones comerciales internacionales. Los otros diez, secretarios y encargados de servicio. Y los últimos nueve pisos son dominio de profesionales de diferentes rubros. Abarcan personal que va desde la salud hasta ingenieros de sistemas operativos. Es el submundo de las carreras.

—¿Asombrada? —lo pregunta inmediatamente las puertas del elevador se abren en el piso treinta; su lugar. El más despejado del edificio, donde pocas personas transitan.

—Impactada —respondo—. La opulencia suele causarme impacto; más que asombro.

El apellido Lennox reluce en un impecable plateado apenas entro y bajo éstas un fino mostrador de mármol con dos mujeres, nos recibe.

—Ellas son mis secretarias —informa Jackson sujetando mi mano y enlazando mis dedos para dejar en claro quién soy y el respeto que él supone, merezco—. Mi prometida, Mila Novak —lo anuncia con sombrío timbre vocal. La señal es elocuente y ambas me observan boquiabiertas.

—Buenos días señor Lennox. Y buenos días, señorita Novak. Es un placer poder conocerla.

Intento devolver el gesto cargado de amabilidad pero Tarzán insiste en llevarme expresa a su sala de conferencias.

—Tráeme un café de PortoVanila y llevámelo a juntas —lo ordena de mala gana, haciéndome fruncir el ceño—. ¿Vas a querer algo, Mila?

Con el entrecejo arrugado me lo quedo viendo, frenando al procesar el asqueroso mal modo que posee al dirigirse a sus empleados.

Es un cerdo con los que trabajan en su casa y con los que trabajan en su imperio.

—¿Por qué les hablas así? —espeto.

Él también se detiene, se acerca y con irritación y confusión me escudriña.
La impaciencia se le cuela por los poros y no negaré que me encanta sacarlo de las casillas.

Fastidiar a Jackson es obligarlo a salir de su petulante zona de confort.

—Les hablo como les tengo que hablar —intenta tomar mi mano pero imparto distancia, impidiendo que lo haga—. Nos están esperando, no empieces.

—Eres una persona horrible —lo digo delante de sus secretarias sin importar en lo más mínimo que ellas nos estén escuchando—. ¡Y ve! Ve tú —me doy la vuelta—. Ve, que yo iré por tu café.

—Mila... No me hagas enojar —advierte.

Una advertencia que me vale, porque ya es tarde.

Tomé una decisión, y mi decisión es enseñarle a respetar a su gente. Si quiere eficacia debe tratarlos como seres humanos y no como bichos de carga.

Muevo la mano en su dirección, repitiendo una y otra vez que se largue, y que en cuanto pueda estaré entrando en el salón de juntas.

El ricachón se resiste, muerto de ganas por imponerse para mostrarse frente a todos como un ser dominante; no obstante un hombre sale del salón en donde Lennox pretende entrar conmigo a la fuerza y le palmea el hombro, hablándole y guiándolo a la inminente reunión.

Jackson mueve la cabeza al avanzar y me mira con latente furia, prometiendo entre ojeadas un severo desquite. Promesas que ignoro ya que sonriente me encaramo hacia sus secretarias, a sabiendas de que más tarde me las ingeniaré para calmar a la bestia.

—Disculpen —las mujeres palidecen—. ¿En dónde está la máquina de café?

—Eh... Eh —una de ellas vacila al responder en tanto la otra, la auténtica lameculos del jefe me ve con severidad puntualizando...

AVARICIA © Pecados Capitales I +21 EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora