CAPÍTULO V

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MILA

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MILA

Su voz me envenena los oídos.

Es tan grave, tan profunda y pastosa que retumba en mis tímpanos y no cesa; incluso si se mantiene en silencio, su presencia me martiriza.

—¿Qué se siente sucia roñosa? —pongo las manos en mi regazo, estrujando la lanilla del costoso vestido que traigo puesto—. Te hice una pregunta —frena en seco, enviándome contra la guantera de la camioneta—. ¡Y si te hago una maldita pregunta me la contestas rápido! —no volteo hacia el lado del conductor; simplemente me quedo viendo al frente. La nieve está cayendo y la noche se apoderó de mi amada Chicago—. ¡Te estoy hablando rata inmunda! —con violencia apresa mi barbilla, girandome el rostro en su dirección—. ¡Si yo pregunto, tú respondes! ¡Si yo hablo, tú respondes! ¡Si llamo tu puta atención, respondes!

Aprieto los dientes, rechinándolos entre sí.

Es un hombre muy desagradable y atemorizante.
Un tipo repelente, violento, masculino como el mismísimo Tarzán de Disney y a la vez tan sucio como el peor de los degenerados.

—Entendí —se lo susurro solamente para que me suelte. El agarre duele. La presión de sus yemas marca mi mentón y eso me duele.

—Estupendo, porque de ahora en más así vas a actuar —retoma la marcha y de refilón aprovecho para ojearlo.

El engominado que mantenía su moño en el lugar se deshizo y varios mechones se mezclan con su espesa barba.
Una tonalidad que abarca muchos matices de marrones y castaños y que decoran un rostro varonil, de mandíbulas pronunciadas y facciones angulosas.

—Qué... ¿Qué va a pasar conmigo?

Tomando aire miro hacia atrás. Hay un montón de bolsas de casas costosas. Me ha comprado zapatos, carteras, ropa interior. Perfumes, maquillaje...

Y yo sólo quería su reloj.

Sólo quería su maldito reloj para revenderlo y pagar la olla del albergue.

Papú siempre dijo que los del residencial éramos una familia y que como toda familia, el cabecilla es quien vela por el resto.
Cuando Papú murió yo tomé su lugar. Yo me hice responsable de mis amigos. Yo los desvié de las drogas y el alcohol.

Yo hice de ellos algo y ahora...

Ahora todo vuelve a ser como era hace quince años atrás.

Vuelvo a ser esclavizada. Alguien más es dueño de mi libertad y le rindo cuentas a otra persona; persona que refleja la decadencia del ser humano.

—¿Que qué va a pasar contigo dices? —Jackson larga una carcajada—. En primer lugar tendrías que agradecer que vas de copiloto en semejante camioneta.

Trago saliva y miro por la ventanilla. Es un perro. Un menudo y estúpido perro.

—Segundo, te instalarás en un hotel y luego veré de rentarte un departamento. Uno bueno en la mejor zona de Chicago. Le daremos comidilla a la prensa para que nos fotografíen juntos y repartan el chisme, así que iremos a ver un carro y un anillo de compromiso.

AVARICIA © Pecados Capitales I +21 EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora