CAPÍTULO XVII Parte III

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MILA

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MILA

—Eres grandiosa —los brazos de Jackson me rodean, me absorben, me sofocan—. Eres malditamente grandiosa. 

Siento su barbilla en mi hombro y la dureza de su cuerpo pegando contra el mío.

—Podrías haber sido sincero conmigo y haberme dicho que me querías en Turquía por necesidad laboral no para darme el gusto de conocer Estambul.

Surtiendo el efecto distancia, se separa de mí y despojándose de la camisa, exhíbe orgullosamente la inmensidad de su pecho.

—Si te lo hubiera dicho me habrías puesto mil trabas para fastidiarme y lo que menos quería era tener a mi esposa jodiéndome la paciencia.

Levanto la ceja al escuchar la justificación, porque creo que pretendía otra confesión.

Ésta, y a ojos de mi marido me tiene como la perra más hija de puta de todas y aunque a veces lo soy... No se me ocurriría arremeter contra su imperio.

Actuar en su contra es atentar contra mí misma. Su negocio será mío y si lo perjudico, también me estaré perjudicando.

—No me conoces ni un poquito —digo a secas, pasando por su lado pero esquivando el atino por tomar mi brazo—. No haría semejante cosa, nunca.

—No me culpes —la voz le sale ronca, apagada de pronto. Tan fría como desconfiada y reticente—. No me has dado ni un ápice de razones para empezar a conocerte, ya que cuando creo que te estás abriendo a mí y me estás enseñando lo que no le enseñas a nadie más, me doy cuenta que estoy lejos de eso.

Con altivez le miro de soslayo—. Esmérate.

—Lo hago. Te juro que lo hago.

Mis labios se aprietan y el sarcasmo me emana en un venenoso suspiro.

—Con joyas y ropa a mansalva no lo estás logrando.

La respuesta no es de su agrado. Se nota en la postura tensa y agresiva que adopta.

—¿Entonces qué mierda quieres de mí, Mila?

—Nada. No quiero nada —lo digo desde la más despiadada franqueza y oírlo, a Tarzán le causa conflicto.

Con él lo tengo todo, sólo que aún no se ha dado cuenta.

—Perfecto —la hebilla de su cinturón resuena, pues lo avienta al piso y con corrosiva frustración y enojo me señala con el dedo. Es la bipolaridad volcada en una relación. Odiarme y quererme en partes iguales. Es su nato deseo de castigarme si le provoco molestia, pero también de querer complacerme para tenerme contenta—. No te arregles demasiado —lo puntualiza y parpadeo en consecuencia.

—¿Disculpa?

—No te arregles; no vamos a salir.

Lleno mis pulmones de aire.

AVARICIA © Pecados Capitales I +21 EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora