CAPÍTULO XVIII

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MILA

Aún siento el sabor amargo de la taquicardia y todavía se pasean por mi mente retazos de lo sucedido.

¿Realmente pasó?

Observo mi brazo sin percibir un ápice de pena por lo hecho.

Sí pasó.

Y no me arrepiento; me habría amputado tejido carne y hueso de haber podido.

Lo único que me pesa es haberlo lastimado a él. Al salvaje que me ve con suma cautela y tensión.

—Necesito pedirte un favor enorme —recito con tal frialdad que los ojos de Jackson se abren de sopetón.

—No voy a dejar impune nada de esto.

Me leyó el pensamiento y mi corazón se retuerce. Su anticipación significa que me he ablandado, saliéndome de líneas mucho antes de lo imaginado.

Es la clara señal de que debo encauzarlo cuánto antes, o de lo contrario el coletazo de la onda expansiva será irreparable.

—Tienes qué —siseo.

Anudo el vendaje en su palma, ignorando el asombro que exuda al observar mi proceder.

Podría explicarle que aprendí primeros auxilios gracias a mi madre pero opto por callarlo. Callo cada detalle glorioso de mi pasado para no mostrar al pajarito cantor que Tarzán tanto quiere, sino al cuervo monstruoso que Oleg hizo resurgir anoche.

—Me vale mierda lo que digas —espeta, retirando la mano cuando ésta se encuentra completamente limpia y cubierta.

—Si no lo haces tú lo haré yo —replico en tono glaciar y determinado—. Iré a la policía y diré que te estoy engañando, que me escapé con mi amante, que no te soporto y que esto es una farsa —me relamo, centrando la mirada en su siniestro semblante—. Si no descartas a la gente que movilizaste para buscar a un criminal como Oleg, terminarán todos en una fosa común, incluyéndote.

—Estás loca —ruge.

—De alguna u otra manera vas a comprender que ésta es mi guerra, no la tuya.

Su quijada se aprieta, manifestando total disgusto—. Eres mi esposa.

—En apariencias; al parecer te olvidaste de ese pequeño detalle.

Me alejo, mostrándome esquiva y severa al rechazar sus acercamientos.

Una parte de mí no está tolerando el contacto... Otra vez. Es como si la muralla se hubiera alzado de nuevo, como si los minúsculos retazos de la noche crearan una historia en mi mente y dicha historia se repitiera sin cesar.

No lo recuerdo pero mi piel se lo ha grabado. Hurgo en mi memoria y no tengo pruebas, mortificándome el haber sido comida de un depredador sin estar consciente de ello.

AVARICIA © Pecados Capitales I +21 EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora