Mix Sahaphap es un dulce y hermoso omega de veinte años, poseedor de una tierna inocencia pero también de un fuerte temperamento. A pesar de que ha tenido varios pretendientes que lo han querido poseer, él nunca ha sentido amor por ningún alfa o bet...
Después de conseguir algo de comer a las puertas de un restaurante, la noche se echó encima, entonces Mix entró en un portal de un viejo edificio, tras comprobar que nadie lo había visto.
Le pareció un buen lugar para pasar la noche y resguardarse del frío, de la lluvia y poder descansar un poco, por lo que se acurrucó en una esquina y agotado se quedó dormido.
Una hora más tarde, se sobresaltó al notar que alguien le hablaba y lo movía.
...—Hey tú, despierta...oye omega, ¿Qué estás haciendo aquí?—le habló de una joven y linda alfa, que lo miraba fijamente.
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Este estaba en shock pero entonces su bebé comenzó a llorar y de inmediato se levantó con la intención de irse de allí pero llovía mucho.
—Shsss... tranquilo cariño, nada ocurre, no te preocupes—le susurró tiernamente al pequeño Win acariciándole la carita.
—¿Es tuyo ese bebé?, Espero que no seas uno de esos dementes que roban niños—le habló de nuevo esta.
Cuando su bebé se tranquilizó y volvió a dormirse, el omega miró a la desconocida y entonces negó fervientemente.
—Lo siento, ya nos vamos.... Tan solo buscaba un lugar tranquilo y seco para pasar la noche con mi bebé...Creí que no molestaría, lo siento.
Sorprendiendole la alfa le sonrió
—¿Cómo te llamas?, ¿Qué haces en la calle a esta hora?
—So-Soy Mix y e-este es mi hijo Win. Hemos sa-salido del hospital y no tengo nada—contestó el omega agachando su cabeza.
—Así que Mix pues hola, yo soy Jan y vivo aquí con mi abuela, ¿Dices que has salido del hospital y que no tienes a donde ir?
—No
El alfa reparó entonces en la marca en su cuello.
—¿Y en dónde está tu alfa?
El omega bajó la mirada de nuevo y soltó un profundo suspiro.
—Él ya no está, se murió en un accidente de tráfico.... Tan solo estamos mi bebé y yo y debemos irnos... Siento haberme colado—dijo finalmente al ver que había cesado de llover.
Ya casi salía por el portal cuando Jan lo llamó.
—Oye...emm... si quieres puedes pasar la noche en nuestra casa. Estoy seguro de que a mi abuela no le importará.
El omega se giró y lo miró confuso.
—¿No crees que pueda ser un ladrón o un loco asesino que os haga daño?
La alfa sonrió negando.
—No, no lo creo, tan solo veo que eres un omega que ha tenido muy mala suerte y necesita ayuda.
Este entonces rompió a llorar pues al parecer de nuevo la vida le ponía en frente a un ángel caritativo cuando más lo necesitaba, como cuando había llegado a Corea años atrás y había topado con First.
—Mu-Muchas gracias... Prometo que no os molestarnos y nos iremos tan pronto amanezca.
La alfa abrió la puerta del ascensor y le dio paso amablemente, entonces Mix entró y juntos subieron al tercer piso, donde luego caminaron hasta la puerta B y entraron.
—Abuelita...ya llegué—habló Jan tras quitarse el abrigo.
Una sonriente y regordeta beta salió de la cocina limpiando sus manos al delantal atado a su cintura.
—Hola cariño...oye, ¿y quién es tu amigo?—preguntó al ver al omega tras su nieta.
—Abuelita, él es Mix y este es su hijo...
—Win—habló rápidamente el omega.
—Eso, son Mix y su pequeño Win—repitió Jan- Ellos necesitaban donde pasar la noche, así que los invité. ¿No te importa verdad?
—Le prometo que no molestaremos, señora—Dijo el omega apenado—... No tengo dinero pero en cuanto consiga un trabajo le pagaré lo que usted me diga.
La anciana sonrió tiernamente y se acercó a ver la carita del bebé.
—Nada de eso, muchacho, además llámame abuela, nada de señora.... A la legua se te ve que eres un buen chico y la calle no es lugar para un bebé recién nacido.
Mix negó.
-Abuela su alfa murió y están solos, no tiene nada ni a nadie-ecplico Jan con pesar
-Oh Dios mío, pobres criaturas-La beta levantó su mano y a acarició el delgado rostro de Mix -Tienes hambre pequeño, anda ven, prepararé suficiente para los tres.
—No se moleste, con no dormir a la intemperie me conformo. Ya he comido esta mañana las sobras que me han dado en un restaurante de unas calles atrás.
—No digas bobadas, anda ven deja a tu pequeño entre los cojines del sofá y siéntate a la mesa—le ordenó la beta chasqueando la lengua-Te ves famélico.
—Muchas gracias, a-abuela. Ustedes dos son dos ángeles.
