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Noviembre, 1977
Corrió hasta llegar al final de las largas escaleras.
Todo estaba completamente oscuro, apenas y y se distinguían los objetos en aquella casa. Con manos temblorosas, colocó a lo que parecía ser una niña inconciente en el piso de piedra.
Se arrodilló rápidamente, se arrastró hasta estar a sus pies como el sirviente que era en busca de poder, honor y gloria. Beso sus pies, mientras levantaba la mirada temeroso, siguiendo en sus pies al dobladillo de su abrigo relativamente negro.
Había sido obligado a convertirse en el hombre que tenía justo al frente de el.
—Maestro, he hecho lo que me pediste. Lo hice. — seguía arrodillado ante el.
Aún no podía entender cómo es que su amo quería a una niña sin magia.
Voldemort volvió sus ojos rojos hacia la pequeña niña inconciente. Era un hombre atractivo con el cabello corto y oscuro como la noche, rasgos que despertaban interés en cualquier mujer que lo veía, mientras los hombres luchaban contra su enojo de celos de ver al hombre.
—No creí que lo fueras a conseguir de verdad, pero lo has hecho bien. Y por eso serás recompensado como un fiel sirviente a Lord Voldemort merece ser premiado por su laboriosa misión, exitosa. —bajo la mirada y observó al hombre que besaba su pies con agradecimiento, humillandose una y otra vez. —¡Suficiente!—Voldemort siseo, inmediatamente apartándose con asco y desagrado del mortifago. —Su padre jamás debió haber jugado un juego en el que claramente perdería. Ahora, es hora de que la deuda se cobre.
Apuntó con su varita a la cabeza de la niña a un inconsciente y en un momento; hubo un susurro y una luz verde brillante lleno todo los lados
Y fue en ese momento en el que desperto.
Sintió tanto su cama como su cabello mojado, abriendo los ojos, vio a los cuatro merodeadores frente a el. Sirius sostenía un bote el cual ahora estaba vacío.
Su respiración era agitada.
Apolo los observó aún con la vista un poco borrosa.
—¿Que hora es?...¿Que hacen aquí?...—pregunto un poco confundido.
—Tranquilo. —Remus hablo—Aún es temprano pero pensamos en venir a despertarte para irnos a clase, ya que no asististe al desayuno, pero cuando llegamos te movías y gritabas, además, estabas sudando demasiado.
—Esta...esta bien. Solo...fue una pesadilla—dijo mientras ponía su mano en su rostro.
—De acuerdo. —dijo Peter. —Deje un par de varitas de regaliz sobre tu escritorio, se que te hacen sentir mejor.
—Gracias, chicos.
—Te esperamos abajo entonces, no tardes, Apolo. Marlene y Lily ya nos esperan abajo. —el pelinegro asintió y los cuatro chicos se fueron para dejar que pudiera cambiarse.