10. Estrellas del cielo

59 11 24
                                    

Cada día es único e inigualable, con matices extraños y con anocheceres ligeramente tristes, pero a pesar de ello lo que aprendes en ese día o los sentimientos que comiencen a florecer en ti no se irán, solo se intensificaran con el pasar del tiempo.

Dos semanas después...

—Aquí tiene muchas gracias, que tenga buen día—La señora y su hija se retiran de la biblioteca con dos libros de historia en sus manos. —Oh buenas tardes Don Fausto, ¿No debía ir al hospital el día de hoy? —Pregunto al ver a mi jefe entrando por la puerta del establecimiento, pero me quedo en silencio cuando observo que está acompañado.

—Aquí estaré bien muchacho, gracias por acompañarme—Coloco un asiento en la puerta principal y Don Fausto se sienta un poco pálido del rostro y Gustavo le ayuda poniéndose frente a él.

—No tiene por qué agradecer, debió ir con algún familiar al hospital, es peligroso que a su edad se exponga de esa manera.

—Es lo que yo le digo—Interrumpo entregándole un vaso de agua fría—Gracias por traerlo—Indico observando al castaño que me sonríe en silencio.

—Está bien, que descanse y se mantengan estable—Asiento y don Fausto asiente disgustado. —Solo intentamos ayudarlo, caminar tanto no es bueno.

— ¿Eres médico? —Pregunta mi jefe al ver que Gustavo retira de su mochila un aparato para medirle la presión mientras le indica que respire pausadamente.

—Soy enfermero, estudiaré mi carrera universitaria en unos meses, pero usted necesita ser más consiente con sus cuidado, ahora, si me retiro, cierre su establecimiento y descanse en su casa.

—Está bien enfermero—Indica Don Fausto, Gustavo asiente en broma y yo solo puedo sonreír. —Arianita ya puedes retirarte, cerraré temprano cuando mi hijo venga, ese libro que está en el cajón principal es tuyo, es un pago extra—Hago lo que me indica y aunque que quiera negarme sé que será en vano, solo acepto y le agradezco.

— ¿Está seguro? —Pregunto observándolo, asiente y me indica que me retire—Vendré mañana temprano, no haga mucho esfuerzo y—Don fausto retira un sobre con mi pago mensual y me lo entrega.

—Volviste olvidar que es tu día de pago, compra cosas para tu casa y descansa también—Asiento guardándolo en el bolsillo de mi pantalón.

—Joven, ¿Usted vive por la calle Juan Simón? —Pregunta observándome, niego con la cabeza al ver cómo me observa.

—Vivo un pasaje más adelante, pero si me dirijo por ahí.

— ¿De verdad?, acompáñala por favor, las calles son peligrosas y está llevando su pago mensual—Gustavo asiente y aunque vuelvo a negarme termino aceptando y ambos caminamos en silencio el resto del trayecto.

—Aquí estará bien, vivo un par de casas más arriba—Indico colocándome delante de Gustavo, asiente y me pide que revise si tengo el sobre en mis bolsillos.

—Está bien, cuídate—Indica y asiento sonriendo, comienzo a subir las escaleras, pero me detengo al escuchar lo siguiente que dice. —Miriam dijo que la ventana de tu habitación estaba algo descompuesta, puedo arreglarla—Me giro al escucharlo, desvía la mirada y luego vuelve a mirarme—Es posible que llueva hoy y puedes resfriarte—Abro la boca para responder, pero al no saber que decir solo asiento.

Camina a mi lado e ingreso a mi casa, me giro al no escuchar pasos cerca y al ver que sigue de pie en el borde de la puerta sonrió confundida.

— ¿No entrarás? —Pregunto, pide disculpas para después ingresar en silencio, prendo las luces y le indico que me acompañe a mi habitación. —Solo es esa, traeré algunos materiales—Asiente y salgo de la habitación dejando la puerta abierta.

A segunda vistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora