3- Corazones solitarios

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La calidez de un abrazo, la dulzura de un gesto y las suaves palabras de alguien que nos quiere, pueden sanar las heridas que estén en el corazón, las lágrimas con compañía son menos dolorosas y las risas más sonoras

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La calidez de un abrazo, la dulzura de un gesto y las suaves palabras de alguien que nos quiere, pueden sanar las heridas que estén en el corazón, las lágrimas con compañía son menos dolorosas y las risas más sonoras.

Estiro los brazos con los ojos aún cerrados, bostezo ligeramente mientras tanteo la pared y apago la luz de mi habitación. La alarma de reloj resuena con fuerza y salgo de mi cama animada, es otro día más que logre despertarme a tiempo. Corro las ventanas de flores en mi habitación, observo la hora en el reloj pegado a la pared y al ver que aún tengo dos horas y media para empezar mi jornada laboral sonrió aliviada.

Me quito mi pijama y me coloco un short negro, unos calcetines hasta la pantorrilla color blanco y un top a rayas, ato mi cabello en un moño alto y me coloco mis sandalias.

Bajo a toda prisa al primer piso, trayendo mi pequeña radio, coloco una de mis emisoras favoritas de Rock and pop y algunas músicas latinas que suenan por momentos. Si me preguntan qué género suelo escuchar, creo que podría decir "De todo", mientras tenga buen ritmo y me mantenga entretenida, bienvenido sea.

Al ser un domingo por la mañana, quizás mucha gente está dormida, pero yo ando muy animada, le subo todo el volumen a la radio y comienzo con lo mío.

Quizás algunas personas pueden decir que vivir sola es bastante bueno, tienes más libertad, despiertas cuando quieres, nadie te controla.

Bueno, eso he escuchado. Yo pienso que es más solitario y triste. No puedo negar que tengo más libertad, pero jamás busqué eso, siempre quise protección, aunque jamás tuve algo así.

Retiro las sabanas de mi cama y comienzo a sacudirlos por la ventana mientras repito el proceso con las almohadas. Sigo cantando y bailando muy sumergida en la música.

Muevo con esfuerzo mi cama y comienzo a barrer todo a mi paso, suelo ser muy alérgica al polvo, por ello intento que siempre la casa este impecable, es algo que me costó hacer, pero aprendí con la práctica. Acomodo la última almohada sobre mi cama y coloco mis dos osos de peluche debajo de mis sabanas.

—Al menos algo hecho—Palmeo mis hombros animándome, bajo hasta el cuarto de baño trayendo en un pequeño recipiente un poco de agua, dos polos viejos que con el tiempo se volvieron trapeadores caseros y algo que parece ser una toalla seca y vieja.

Remuevo mis libros que son mi tesoro más grande, colocándolos en pequeñas cajas en orden, separando los de estudios y los que suelo leer para distraerme. Sonrió sacando mi diario y lo coloco sobre ellos. Me coloco de puntitas mientras limpio el librero. Regreso todo a su sitio, pero continuo.

Me dejo caer sobre mi cama agotada, ruedo muy despacio, observando la hora, había transcurrido una hora. Regreso todo el producto de limpieza al baño y bajo muy rápido con mi radio en mano hasta la cocina. Prendo la cocina conteniendo la respiración al sentir el olor del kerosene.

A segunda vistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora