11. Iniciamos de nuevo

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Entonces las cosas empezaron a tomar su curso ideal, lo malo empezó a verse frente a nuestros ojos y lo que realmente era importante comenzó a brillar como una pequeña joya descubierta, que tenía colores muy bellos, tantos como un arcoíris después...

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Entonces las cosas empezaron a tomar su curso ideal, lo malo empezó a verse frente a nuestros ojos y lo que realmente era importante comenzó a brillar como una pequeña joya descubierta, que tenía colores muy bellos, tantos como un arcoíris después de una fuerte lluvia.

—¡Coloca eso justo ahí!, No Mauro, el otro.

—Miri calma, yo le ayudaré.

Observo a mi alrededor algo espantada al ver tanto desorden en mi casa, pero también un poco feliz.

—¿Estás molesta conmigo pequeña? —Me giro al escuchar la voz de mi mejor amiga, ella me observa haciendo puchero y lo abrazo sonriendo.

—No me agrada tanto ruido en casa, pero lo puedo tolerar, gracias pero ¿Cómo lograste que los chicos vengan? Incluso Enrique está aquí.

—¿Dónde colocamos esto? —Ambas observamos a mi mejor amigo y contengo la risa al ver que mueve en sus manos unas vinchas navideñas y otros adornos.

—Contén el desastre antes que me arrepienta de haberte traído a Quique—Asiento y ambas nos separamos, Franco y Mauro sacan luces navideñas de unas cajas que tenía en la bóveda del sótano, mientras que Miriam da brinquitos de un lado al otro guiando a Gustavo que sigue subido sobre una escalera de madera.

Sonrió al observar que él trata de pegar adornos navideños en la pared.

Como si hubiera sentido mi mirada me observa y sonríe, hace un gesto indicándome si el adorno está correcto y alzo mi pulgar sonriendo.

—¿Lo guardo entonces? —Me giro al escuchar la voz de Enrique mientras me entrega los adornos.

—Ya regreso traeré más vajilla que tengo en el sótano—Indico abriendo la puerta echada que conduce a ese pasadizo secreto, bueno, no tan secreto ahora.

—¡Increíble! —Me detengo antes de bajar los pies sobre la escalera cuando los chicos dicen aquello en unísono.

—¿Podemos ver qué hay abajo? —Pregunta Mauro, dudo en aceptar, pero Miriam me asiente sonriendo, inhalo profundamente y acepto.

—Aparte de mi hermana y Miriam ustedes son las únicas personas que conocen este lugar—Indico un poco apenada, enciendo las luces de esta planta baja y los armarios llenos de libros, mi espacio en el centro como área de lectura, las luces pegadas en la pared y muchos póster de cantantes que amo amenizan el lugar.

—¿Qué les parece? —Pregunto cuando siguen en silencio.

—Esto es tan grande como el primer piso—Río al escuchar ese comentario de Franco.

—¿Podemos ver un poco más? —Pregunta el pelinegro y el resto me observa expectante.

—Por supuesto, exploren lo que gusten.

Como si fueran niños pequeños, luego de que les dijeran que puedan hacer travesuras, caminan por el resto de mi lugar algo secreto.

—Cómo si viéramos cuatro niños, ¿cierto? —Pregunta entre risas mi mejor amiga y asiento sonriendo.

A segunda vistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora