19: Las consecuencias de tus decisiones

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Hay personas que simulan ser débiles e inmaduras con sus acciones, pero al pasar el tiempo y en el momento indicado, es la situación alarmante lo que les hará mostrar ese verdadero coraje que llevan en su interior.

Los toques en la puerta de mi casa hacen bajé de mi habitación a toda prisa y aun en pijama.

Espero, esta vez, saber quién deja aquellos sobres.

—Nadie otra vez—Susurro decepcionada y es el pequeño tintineo de la campana de una bicicleta a lo lejos, lo único que me hace saber que aquel sobre ha llegado otra vez. Lo sostengo entre mis manos y diviso mi vecindario con extremos cuidado, pero al ser las cinco de la mañana, solo se logran escuchar el motor de los autobuses a los lejos y las campanas de otras bicicletas.

Suspiro con pesar e ingreso a casa, me siento en el sofá de mi sala y aunque dudo en hacerlo como cada mañana desde que inicio el año: es decir, ya hace seis meses.

Desde el primero de enero en que tuvimos nuestra primera cita de año, al acompañarme a mí cuando finalizo el día encontrar este mismo sobre en el borde de la puerta se nos hizo extraño y más por su contenido.

No llevaba un destinatario, solo dinero. Y una pequeña nota que pedía que recibiera aquello, porque me pertenecía. Aunque los primeros dos meses comencé a guardar cada sobre en la bóveda de mi biblioteca, con el pasar de los meses todos los gastos en alimentación, mis pasajes para ir a la universidad y los materiales que utilizaba diariamente comenzaron a absorberme, aunque Gustavo se ofreció a apoyarme, en mi interior sabia que está tan ajustado como yo, aunque agradecí su gesto.

Termine por utilizar el dinero, a fin de cuentas, en esas notas decían que era de mi hermana y mío. Cada vez enviaban más cantidad, siempre con ese sobre blanco. Al menos sabía que una persona en bicicleta los dejaba, pero solo eso.

—Disculpe, Continuare media hora más, por favor—El joven que atiende el local de cabinas de internet que abrieron hace poco en el vecindario frente a nuestras casas, asiente y continua en lo suyo anotando todo en un pequeño cuaderno.

El día de hoy no tenía trabajo, eso de hacerlo Inter diario no estaba siendo nada bueno, pero la gratitud que sentía por el señor Fausto me impidió dejarlo. Mis tareas en la universidad eran cada vez más difíciles y leer solo libros que tengo en mi biblioteca dejaba corta la información. Tengo una presentación pendiente el día de mañana y aunque ya revisé como tres veces la información que tengo finalizada desde hace una hora, siento que aún no está correcta.

—Y ahora solo necesitas ponerle un punto final y quedará perfecto—Me giro al escuchar ese comentario, Franco me observa sonriendo e imito su gesto cuando nos saludamos—Eso de ser la alumna estrella de tu facultad te lo estás tomando muy en serio, está perfecto deja de atormentarte con más correcciones.

—Si lo dice, el futuro presentador de noticias de mi país, debe ser perfecto—Bromeo palmeando su hombro y él ríe ante mi comentario.

—Cuando sea famoso te daré mi autógrafo—Indica entre risas, se sienta en la cabina de al lado y lo observo teclear con facilidad cada de una de las teclas del teclado. —Solo es cuestión de práctica, entre más practiques, más fluido será todo.

—Me gusta serle fiel a mis libros, aunque debo admitir que tener internet algo cerca, es un buen complemento. —Asiente y guarda el documento de Word en el escritorio de la PC. —¿No trabajas en el taller hoy? —Le pregunto y él niega con la cabeza.

—Franco, puedes revisar las máquinas del otro lado, al parecer no están prendiendo correctamente. —El joven de antes se retira a su cabina después de dar aquella orden.

A segunda vistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora