Capítulo 23: Alardea conmigo.

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Renkotsu apenas pudo frenar a su hermano de salir a encontrarse con Kagome. Lo obligó a sentarse y le recordó incontables veces su importancia dentro de todo esto. Si querían consolidar su vida, si no querían terminar en la cárcel. O peor. Si no querían terminar muertos, más les valía ser precavidos. Sintiendo el sudor resbalando por sus sienes, el Hirashige menor finalmente lo convenció de sentarse.

Bankotsu lentamente esclareció sus pensamientos. Había sido un impulso querer salir de ahí. Por supuesto, todavía tenía intenciones de hacer algo para calmar la oleada de celos emergente en su interior, desafortunadamente el recordatorio final de su hermano, apagó en gran medida sus emociones. Porque tenía razón. Si Kagome lo veía aquí, jamás podría lavarse de todo lo que acechaba a Onigumo y a Inuyasha.

Apretando los puños, se dedicó a mirar las cámaras de vigilancia del club.

Kagome caminó con Inuyasha y el resto hacia los pasillos, le pidió al albino su tarjeta para ingresar al tocador de su privado, aprovechando para desprender la tira invisible arrojandola al inodoro. Sacó el teléfono de su cartera para comunicarse con Miroku, encontrando un mensaje satisfactorio.

"Estamos dentro". Ella lo entendió a pesar de no decirlo explícitamente. Después de los momentos cardiacos de hace un rato, sus nervios finalmente cedieron, haciéndola dar un suspiro de alivio y en cierta medida de dolor, su estómago se encontraba en un estado terrible, incluso su rostro estaba ligeramente pálido. Se tomó un par de minutos con las manos sobre el lavabo, para reajustar su expresión y de paso su maquillaje.

Debido a que no pudo ausentarse tanto sin generar sospechas, devolvió el aparato a su sitio antes de salir otra vez. Afuera, el grupo de Hiten ya se había adelantado unos pasos a ellos. Inuyasha le ofreció una sonrisa, luego tomó su mano llevándola más al interior. Una de las cosas que permitía el bar, eran las reuniones numerosas en el segundo nivel de la zona comunitaria, donde se hallaban grandes mesas circulares; fue ese lugar donde terminaron deteniéndose.

—Vaya, Hiten. De verdad te luciste —apremió uno de sus colegas.  El aludido agitó la mano como si estuviera acostumbrado a este tipo de situaciones. Invitó a todos para tomar asiento, no sin antes adoptar una postura arrogante desde su sitio. Inuyasha mostró sus buenos modales abriendo la silla para Kagome sin poner atención a los aires de su ex compañero. Ella sonrió hacia él, aceptando el gesto.

Para un par de las mujeres presentes, fue bastante conmovedor verlo dar tantas atenciones. Desde que llegaron estuvieron escaneado a la azabache con cierta envidia. Al final, Inuyasha era un tipo atractivo, fuera hijo de quien fuera, su físico jamás podría pasarse completamente por alto. En su época de universitario había sido la fantasía de algunas compañeras en el campus, jóvenes que hoy se presentaban con la pequeña esperanza de verlo, de que él se llevara un recuerdo más fresco de ellas. Pues, a pesar de los corazones latiendo a su alrededor, nunca supieron de alguien que lo hubiera «atrapado».

Incluso la acompañante de Hiten tuvo que admitir sus pequeños celos por ese simple gesto. Aunque no sólo fue hacia Kagome, sino para la novia de su amigo con cabello negro de a lado, quien también abrió la silla para su pareja. Este tal Fushima se veía como alguien destacable al principio, pero sus modales dejaban mucho que desear. Solo esperaba que la reunión terminara pronto para cobrar su cuota y marcharse a casa lo más rápido posible.

Hiten torció la boca con hastío. Era tan irritante para él pasar al segundo plano solo por la presencia de su ex compañero. Levantó la mano para llamar al mesero y ordenó algunos bocadillos con licores caros. Luego se acomodó en la silla, pasando la mano por los hombros de la mujer a su lado, ella sintió el jalón grosero, pero guardó silencio mientras sonreía—. Vaya, Inuyasha. Ha pasado un buen tiempo desde que nos vimos la última vez, se escucha tan poco de tí o de tu despacho —habló de forma casual. El resto coincidió, todos tenían alguna manera de acceder a la información sobre otros abogados por lo que sus pocas apariciones en el mundo jurídico eran más escandalosas.

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