Capítulo 26: ¡Eso es!

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Kagome suspiró por enésima vez en la noche. Tenía una jaqueca horrible y su manía de rumiar sus pensamientos estaba regresando con fuerza. Sabía que no detener el torrente de sus elucubraciones mil veces recicladas solo podía resultar en dolor de cabeza e insomnio pero no podía evitarlo. Tanto como no podía evitar una especie de inquietud -apesar de negarse a reconocerla- ante el indicio de que Inuyasha podría estar lavando dinero para la familia Sata.

Se sirvió otro vaso de licor añejo acompañado por un nuevo par de hielos, se balanceó sobre la silla giratoria tratando de darle un motivo noble al albino para donar dinero a una organización a nombre de Onigumo. De todos los registros encontrados tendrían que hacer investigaciones, sin embargo todas estas llevarían su tiempo. Uno que difícilmente lograría dejar de pensar en ello.

La idea de tener que fingir atracción por alguien del bando enemigo era difícil de explicar. Teniendo en cuenta que ella no estaba precisamente fingiendo lo complicaba el triple. ¿Cómo era tan ciega? ¿O tal vez él no tenía nada que ver? Tuvo el impulso idiota de preguntarle directamente qué significaban esos donativos pero de inmediato se corrigió con una sonrisa de autodesprecio ¿Qué le iba a decir?

Oye, me enteré que haces donativos a una organización encargada de salvar a niños en situaciones precarias ¿Tienes un hijo ilegítimo y lo escondes ahí?

La iba a mandar al demonio, seguro. Lo de los niños ilegítimos eran un tema prohibido con él. Además, se supone que ella no sabía nada de eso, ni ella ni nadie porque las transacciones se hicieron de la forma más discreta posible.

Lo que la llevaba a preguntarse ¿Por qué iba a ocultar su nombre para los donativos? La suma se confirmó proveniente de su cuenta bancaria, si quería ayudar a esos niños ¿Por qué hacerlo tan misterioso? Además ¿Cuál fue el motivo de Onigumo para establecer una fundación así? ¿Qué buscaba? ¿Solo lavar dinero? ¿Se conocía con la otras figuras de los donativos?

Y nuevamente surgía la misma pregunta en su cabeza.

—¿Por qué estás ahí, Inuyasha?

El mismo hombre se encontraba golpeando un saco de boxeo con fiereza. Intentando pensar una manera de ver a Kagome con cierta regularidad sin tener que pasar demasiado por la tienda. Al final era la tienda de su madre pero no podía hacer mucho con ella ahí. Su progenitora se sabía cada una de sus manías, no iba a tardar mucho antes de que lo descubriera.

Una pequeña alarma resonó desde su maleta de entrenamiento, indicando la finalización de su tiempo. Tomó una toalla secándose el sudor y destapó su termo de agua. Dando tragos largos casi vacío el contenedor, secó más sudor de su frente decidiendo terminar por hoy, regresando a su principal «preocupación».

Mañana era martes, así que no tendría oportunidad de verla, además sus padres estarían de vuelta para el jueves a más tardar, dejándolo con poquísimo tiempo; torció la boca mientras se dirigía a la salida. Caminó lentamente sin siquiera pensar en cambiarse y volvió a casa. Sobre el camino también recordó que debía hacer una reservación en el restaurante de siempre para la cena de agradecimiento.

¿Debería llevar a todos a un lugar más caro? Pero siempre habían sido el mismo restaurante -la comida ahí era deliciosa-, romper tal hábito daría un indicio de qué pasaba entre Kagome y él. Siempre podría llevarla a cenar a un sitio más costoso después; si, ese era un mejor plan. Antes de perder más tiempo pasó al restaurante para hacer su reservación y de paso encargar algo a domicilio, moría de hambre.

Cuando llegó a casa, se duchó de forma veloz pensando en continuar su trabajo. Sintiéndose algo desesperado por su propia pereza de dejar esto para la fecha límite. Aunque si su madre iba a la tienda el jueves tendría el tiempo perfecto para ir a dejar todas sus facturas con el contador y revisar los comentarios del complejo apartamental, si había necesidad de hacer reformas, pagar los servicios... Suspiró. El trabajo nunca le había parecido tan tedioso.

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