Capítulo 1: Buenas noches luna.

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En el inicio del invierno, la sensación térmica había bajado varios grados y mi calefacción había dejado de funcionar, así que allí estaba yo, frente a la casa de mi hermana como un cachorrito callejero con frío hasta en los rincones a los que no les llega la luz. Mi respiración se había vuelto más pesada para mantener la presión de mi cuerpo a buen nivel.

Presioné aquel pequeño botón una vez más y me abracé para inducirme calor, pero la puerta no se abría. En realidad aquel lugar no era mi única opción pues aún contaba con el cálido estudio de redacción donde trabajaba para pasar la noche, ciertamente. Bufé y justo al darme la vuelta para marcharme, la ventana de al lado de la puerta se abrió de golpe haciéndome saltar.

—¿Qué carajos haces fuera de mi puerta?

Me detuve frente a la cabeza flotante que sobresalía del ventanal y le mostré la lengua.

—pues si la abrieras no estaría afuera.

Ella rodó los ojos.

—estábamos ocupadas, sabes.

—¿haciendo qué? —indagué, pues aquella desconocida razón era la culpable de que ahora tuviera congelados los dedos de las manos.

—eso no te importa. —ella escupió.

—idiota, solo abre la maldita puerta para que pueda entrar.

Sus cejas se fruncieron y me miró de arriba a bajo.

—no puedes hablarme así y mucho menos decirme que hacer en mi propia casa. Nadie me dice qué hacer. Así que lárgate.

La ventana se cerró de golpe sin darme tiempo de responderle.

—idiota. —murmuré entre dientes a la ventana cerrada. Me di la vuelta y de nuevo mi salida fue interrumpida pero esta vez por la puerta principal.

Una cabellera rubia salió buscando con la mirada hasta encontrarme y mirarme con desdén. Hizo una mueca de desagrado y se dio la vuelta para entrar de nuevo en la casa, sin decir absolutamente nada. Fruncí las cejas confundida por el cambio de humor de aquella loca y empecé a caminar hacia adentro. Cerré la puerta tras de mi y me relajé ante la calidez del interior de la casa. Mi respiración se normalizó y poco a poco estaba sintiendo mis dedos de nuevo.

Al adentrarme más, podía escuchar las voces, o más bien gritos, que venían de la cocina. Me detuve justo en la entrada del comedor y me crucé de brazos mientras reprimía una risa ante la vista.

Una morena morocha jalaba la oreja de la rubia provocando que ésta gritara del dolor. Los labios de la morena estaban fruncidos ante un claro gesto de molestia y la otra estaba casi rogando que se detuviera.

—espero que hayas aprendido la lección, la próxima vez solo abre la puerta. ¿entiendes? —riñó la morena sin soltar la oreja de la otra.

—si, si, lo entiendo. —dijo la rubia demasiado rápido y asintiendo con vehemencia con la cabeza provocándole más dolor pues la otra no la había soltado aún.

—bien, ahora lleva la comida a la mesa. Ah, y no te olvides de poner un plato, cubiertos y vaso extra.

Soltó la oreja de la rubia y ésta pasó a mi lado para entrar al comedor. Ni siquiera me miró, pero pude ver lo roja que se había puesto de la vergüenza y también el rojo sangre de su oreja, lo que me hizo reír.

—no te había visto allí. —dijo ella mirándome con una sonrisa amistosa que yo regresé. Caminé hasta donde se encontraba y la estreché en mis brazos.

—te extrañé tanto, Leigh. También extrañé tu comida.

Ella rio y se apartó del abrazo.

—lo sé, la porquería que consumes jamás se compararía con mi cocina.

Mi luna de medianoche ~ HOSIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora