Capítulo 23: Haré lo que tenga que hacer

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Esa misma noche, después de salir del restaurante de Jade, fui a casa de Leigh para hablar. Ella me pidió que me quedara allí a dormir, incluso después de haberle dicho que no era necesario, pero no quiso escucharme.

Fui al ático, donde había dormido la última vez, y me recosté en la alfombra acolchada justo frente al ventanal, a ver las estrellas y la luna. Estaba tan brillante como siempre.

Respiré hondo unas cuantas veces hasta que mi cabeza se sintió más ligera. Apagué las luces de la habitación, quedándome simplemente con la iluminación de la luna llena que entraba por entre la ventana. Después de unos minutos, el sueño me ganó.

Me encontraba en una calle concurrida. No supe en qué momento salí de casa de Leigh, ni mucho menos cuando me había cambiado de ropa. Salí de la acera, cruzándome de un lado a otro intentando ubicarme. Al final de un callejón, vi una cara conocida. Corrí hasta ella y miré su alrededor.

—¿sabes qué hacemos aquí? —le pregunté. Ella me miró con cara de pocos amigos, como siempre, y siguió haciendo lo que hacia. No había notado que tenia en sus manos unas pinzas y que volteaba no sé que en una freidora llena de aceite.

—yo no sé tú, pero yo intento vender mis chimichangas.

Me eché para atrás.

—¿tus qué?

Lizzie no respondió enseguida, se limitó a seguir volteando sus ¨chimichangas¨ y me ignoró.

—¡CHIMICHANGAS, LLEVE SUS CHIMICHANGAS! —gritó dejándome casi sorda.

—¡Dios, Lizzie! —me quejé tapándome los oídos. —¿por qué estás aquí vendiendo chimichangas?

—pues porque por tu culpa, perdí mi trabajo. —me miró directamente con el ceño fruncido y me apuntó con las pinzas. —así que, me compras una o te largas, que atrasas la fila.

Me di la vuelta para salir de aquel callejón, dejando a Lizzie sola en su puesto improvisado de chimichangas y corrí hasta cansarme. De pronto, todo se oscureció.

Abrí los ojos y me senté en la alfombra respirando con dificultad. ¿Qué había sido aquello?

Sin embargo, a pesar que aún me encontraba un poco confundida, di gracias a que solo había sido un sueño y que aún tenía posibilidad de enmendar mi error para que Lizzie no terminara en la calle.

Me levanté de prisa y tomé mis llaves, bajando sin cuidado del ático. Cuando tomaba mi chaqueta, las luces de la cocina y la sala de estar se encendieron mostrando a Leigh-Anne junto a una adormilada Lizzie que llevaba un bate entre sus manos.

—¡Jesús, Hope! ¡nos asustaste! —Leigh se ajustó su bata y miró a Lizzie con reprimenda.

—¿vas a salir? ya es tarde. —me hizo saber Leigh con una mirada amable.

—tengo que arreglar esto, Leigh. No voy a dejar que Lizzie termine vendiendo chimichangas en un callejón de mala muerte. —expliqué a duras penas. Leigh frunció el ceño viendo a la rubia a su lado buscando una nueva explicación. Lizzie solo se encogió de hombros.

—bien, pero regresas. —me señaló con su dedo, sentenciándome.

—por supuesto. —y salí de la casa a pasos apresurados. Me subí a mi coche y entré en la carretera con una sola dirección en mente.

Si, era tarde. Y si, probablemente Josie no estuviera despierta ni quisiera verme a altas horas de la noche, pero no podía quedarme más tiempo con aquello atorado.

Aparqué mi jeep frente al edificio Saltzman y bajé apresuradamente de él. En la entrada, Bob me cortó el paso.

—no eres bienvenida, Marshall. —espetó.

Mi luna de medianoche ~ HOSIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora