Capítulo 8: No es tu culpa

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—¿vas a juzgarme? —ella inquirió con temor.

—jamás. —respondí, con completa seguridad.

Sus ojos abandonaron los míos y se perdieron; en ese momento supe que estaba recordando.

Me aventuré a tomar su mano entre las mías y transmitirle seguridad.

—todo está bien, Jo. Estoy aquí para escucharte, ¿ok? —le dije suavemente.

Ella me miró fugaz y respiró profundo. Su atención fue a nuestras manos, que yo había entrelazado, y sentí como se relajó un poco.

—ayer... —ella alargó la palabra y sorbió por la nariz. Sus lágrimas estaban a punto de salir y no pude sentirme más culpable.

—Jo-

—no. ¿querías saber? Entonces vas a saber. —ella me cortó.

Asentí y con mi pulgar dibujé círculos imaginarios en el dorsal de su mano.

—ayer tuve una visita poco agradable. —sus ojos se perdieron de nuevo en sus memorias. —la verdad no tuve un buen día. —ella rio sin humor. —ni el anterior. —ahora su voz sonaba triste.

Miré sus orbes marrones que estaban teñidos de lágrimas y aflicción.

—no le di una buena noticia, supongo. —dijo distraída con pesadumbre.

—sea lo que haya sido, Jo, no creo que haya sido tu culpa. —mi mano libre voló hasta su rostro y con mi pulgar limpié sus lágrimas.

Sus ojitos me vieron incrédulos.

—si lo fue; lo sigue siendo. —sorbió.

—continua. —si ella estaba tan segura de aquello, significaba que debía conocer la historia completa.

Asintió y continuó con el relato.

—después de lanzar el jarrón que estaba junto a la puerta de mi habitación, me gritó.

Bien. Lo del jarrón ya lo sospechaba.

—luego, antes de irse, rompió el cuadro que estaba sobre la chimenea. —ella señaló el lugar. —mi cuadro favorito de mi pintor favorito. —susurró con tristeza.

Miré hacia el espacio vacío y suspiré.

—no tenia ningún derecho de hacer algo así, por más molesto que estuviera. —alegué frunciendo las cejas.

—no le di lo que quería. —dijo simplemente en tono distraído.

La miré inmediatamente y mis labios se entreabrieron.

ese maldi- —ella me miró con reproche. —perdón. ¿Qué es exactamente eso que no le diste, Jo?

Evitó mi mirada, de nuevo; pero esta vez no se lo iba a permitir.

Tomé su mentón y la obligué suavemente a que me mirara a los ojos.

—puedes confiar en mi; no voy a juzgarte, Josie.

Ella buscó sinceridad en mis ojos y supongo que la encontró porque acercó más su cuerpo al mío, recostándose sobre mi brazo izquierdo. Apoyó su cabeza en mi pecho y yo sobé su brazo descubierto con dulzura.

—él quería un hijo.

Arrugué las cejas. Realmente pensé que ella también deseaba uno.

—no pude. —ella siguió y sorbió por la nariz.

Tragué saliva y normalicé mi respiración para no hacer tanto esfuerzo, pues ella me estaba apretando y sentía que el aire me faltaba.

—no pudiste, pero podrás en un futuro; estoy segura. —intenté consolarla.

Mi luna de medianoche ~ HOSIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora