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-ahora vamos, no puedes salir aún.-

Albert sujeto mi brazo y me jalo fuertemente, me llevo hasta la habitación y me arrojo en la cama.

-¡Auch!- me queje, pues mi brazo había chocado contra la pared.

-lo siento mackenzie.-

Albert cerró la puerta fuertemente y le puso pestillo, otra vez estaba en esa habitación, en la oscuridad, sola, sin estar con mi familia ni amigos.

Esto es terrible, ojalá nunca hubiera subido a su camioneta cuando lo conocí.

Todas esos pensamientos me atormentaban noche tras noche, día tras día.

Así que simplemente hize caso.

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Los días pasaron, al igual que los días de mi encierro, pero ahora era mil veces peor, ya que Albert me encerró en un sótano, el cual no era nada estético y daba mucho miedo por las noches.

Aquel hombre pasaba todos los días metido en mi habitación, dándome besos, y tocandome.

Y hoy no sería la excepción.

-hola cielo.- saludo albert trayendo una charola entre sus manos.

-hola.- saludé fríamente.

-¿Cómo dormiste? Supongo que bien, después de lo que hicimos anoche.- Albert sonrió maliciosamente, esa sonrisa me dió escalofríos.

- tu sabes que no.-

-bueno querida, aquí te dejo tu desayuno, comelo todo.-

Albert debo la charola en la cama y se retiró sin antes darme un beso a la fuerza.

Me levanté y cogí la charola, empeze a comer la comida que me había preparado, no sabía tan mal.

Los días aquí eran muy aburridos, lo único que tengo para entretenerme aquí son unos malditos libros que ese desgraciado me dejó, debo mencionar algo, aquí abajo había un teléfono negro, cuando Albert venía le preguntaba sobre ese teléfono, el respondía que no funcionaba y me cambiaba de tema.

Había días que me imaginaba estando con mis amigos, jugando, o oyendo la música de Roger y sus amigos, cómo los extraño a todos. No sé hasta cuando pueda soportar esto, aveces pienso en... Suicidarme, pero Albert ni siquiera me deja hacerlo, una vez lo intente pero Albert me descubrió y me dió una paliza que nunca la olvidaré en mi vida.

Espero que está pesadilla acabe pronto, adiós diario.

Narradora pov:

Kenzie cerró su diario, de echo era un viejo libro que Albert le había dado, acompañado de un lapicero, en las hojas en banco escribía y expresaba lo terrible que era estar encerrada, más por ser abusada sexualmente todos los días.

Paso unas horas y la puerta se abrió.

-hola cariño ¿Cómo estás?-

-¿Cómo crees?-

-tranquila, aún no te hago nada, de echo, hoy haremos algo divertido.- dijo el con una sonrisa maliciosa.

-¿Que cosa?-

-invite a dos amigos.- sonríe maliciosamente.-Pasen.-

Atrás de Albert aparecieron dos hombres algo jovenes, muy atractivos eso sí.

-¿P-Por qué los invitaste?- pregunto asustada kenzie.

- por qué jugaremos un rato contigo, si no te importa claro.- respondio uno de ellos.

𝑻𝑯𝑬 𝑮𝑹𝑨𝑩𝑩𝑬𝑹 | principle of torture Donde viven las historias. Descúbrelo ahora