48. Rapto

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Van observó de reojo el lugar que los humanos usarían como almacen para ofrecer sus productos. La gente de su manada los estaba evitando e incluso preferían no pasar cerca de ellos. Pensó incluso que recibirlos fue apresurado debido a que no lo consultó con los sacerdotes y con su consejo, aun asi, ya estaba hecho y solo tocaba esperar.

Su mirada regresó a sus cachorros, sentados frente suyo en el carruaje que los llevaba a la academia.

—Papá— Albis tiró de su manga para llamar su atención.

—Díme, hijo.

—¿Por qué usamos monedas de plata, si la plata puede hacernos daño?— Albis despertó con esa duda y quería una respuesta satisfactoria.

Elis se mantenia en silencio al lado de su alfa, esa era una pregunta que no sabría responder, asi que dejó que Van le explicara a sus hijos.

—Es verdad que la plata es peligrosa para nosotros, pero tambien aprendimos a usarla a nuestro favor... es complicado y quizá aun no estas en la edad de entenderlo.

Albis negó, quería saberlo y por eso insistió.

—Puedo entenderlo, díme papá— Rogó.

—Bien... Toda la plata que existe en monedas, muebles, objetos y joyas, que circulan sobre todo en las manadas de lobos, tienen una mezcla especial con otro metal, gracias a esa combinacion es que podemos usarla sin problemas, pero si estamos en contacto con la plata pura y real, podría ser peligroso. Algun día les enseñaré la diferencia entre la plata que usamos y la plata peligrosa— Con eso Van sació la curiosidad de su cachorro, aunque por supuesto que les enseñaría a diferenciarlos mas adelante. Generalmente, las manadas solo tenian la plata real para sus prisiones, su uso era prohibido en otros aspectos para todo ser cambiante.

⚔️🛡⚔️

—Esto es ridículo. ¿Cómo se supone que nos haremos ricos, si nadie se acerca?— Se quejó Waterson.

Lans quería ser optimista, pero los habitantes los evitaban y miraban con desconfianza. Él sabía que eran unos forasteros y que les tomaría algo de tiempo instalarse y hacerse de clientela, pero temia que el tiempo de espera se hiciera muy largo. Aunque las quejas de Waterson tambien eran algo exageradas, para empezar. Michael Waterson era alguien de poca paciencia y solo su ambicion de fortuna le hizo tomar un largo viaje del que parecía estar arrepintiendose.

—Esperemos un poco mas, aun nos falta acomodar todo lo que venderemos... ya vendrá alguien— Animó, aunque él mismo escondía sus dudas.

—Eso mismo. Yo podría ir a media calle a ofrecer nuestros productos— Dinno era casi el único ansioso.

Lans sonrió ante el optimismo del muchacho, asi fue que lo conoció, el niño gritaba a todo pulmon ofreciendo fruta fresca de la finca del señor para quien trabajaba antes de seguirlo en ese viaje.

—Ca-capitán Lans.

Salió de sus recuerdos al oir a Dinno. Tras verlo, este le señalaba a un lado. Al girar, se topó con un sujeto enorme como una muralla y a su lado a alguien que inspiraba un poco mas de calma.

—Buenos días. ¿En qué podemos ayudarles?— Se obligó a verse amable y relajado, aunque el hombre enorme alto era inquietante.

Sus demas hombres se hicieron para atras mientras fingían ordenar en el fondo del almacen que rentaron, solo Dinno se mantenía cerca, aunque por su expresion parecía que sus piernas no le respondían mas que nada.

—Bueno...— Sten carraspeó, esos humanos le hacían desconfiar a pesar de verse vulnerables.

—Olí algo delicioso y quise saber qué era— Arin rompió toda esa tension, por lo que sin temor se acercó y apoyó sus brazos en el mostrador.

Destinado al AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora