Volvió a recorrer la silueta que Chloe había dejado en la cama con las yemas de sus dedos. Había despertado ya hacía 1 hora y la rubia no estaba. Quizás... la había sobrepasado su historia. Tenía claro que, su madre había hablado con ella sobre su pasado. Y, aunque estaba segura de que no conocía ni la mitad del mismo, era más que suficiente para echarla hacia atrás. Andy llevaba a sus espaldas una mochila muy cargada que la rubia no tenía por qué aguantar. Ni como conocida, ni como amiga, ni mucho menos como algo más.
Aspiró las sábanas y ahí estaba, el perfume avainillado de la rubia. No se lo podía quitar de la cabeza desde el primer día que la besó. Y ahora... estaba impregnado por toda la cama.
Levantó con pesadez su cuerpo de la cama, cambiándose de ropa y vistiéndose con unos vaqueros anchos junto a un jersey ajustado a su cuerpo. Tenía unas ojeras terribles, las podía ver perfectamente a través del espejo. Colocó su cabello hacia un lado y lo peinó. Sus ojos verdes habían perdido casi todo el brillo. Practicó su mejor sonrisa y se dirigió escaleras abajo, donde ya podía escuchar a su familia charlar animadamente.
- Buenos días... - saludó al entrar a la cocina, pero se calló al ver a Chloe ahí.
- Buenos días, cariño. – Rose sirvió el desayuno: una enorme torre de tortitas con sirope, una fuente de todo tipo de fruta, tostadas.... – Anoche no cenaste, debes estar hambrienta. – se acercó lentamente, apoyándose en la silla que estaba frente a Chloe.
- ¡Mira, hermanita! – Diane le mostró algo, lo que parecía un... cuento de princesas. – ¡Me lo ha regalado Chloe! – levantó la vista, topándose con la inmaculada y perfecta sonrisa de la rubia.
- ¿Te acuerdas cuando me desvié de camino al colegio? – la morena asintió. – Vi una librería y pensé que sería buena idea. – Andy observó el cuento con atención.
- ¡Mira! ¡Tiene el mismo color de piel que yo! – efectivamente, la protagonista del cuento era una chica de piel negra. Una historia de príncipes, princesas, riquezas y amores imposibles que terminan siendo perfectos.
- ¿Ves, Diane? – inquirió la rubia. - ¡Tú también eres una princesa, como yo! – Diane asintió fervientemente, no quitando ojo de su cuento al mismo tiempo que desayunaba.
- Muchas gracias, Chloe. Realmente no hacía falta que te tomaras tantas molestias. ¡Ni siquiera conoces el pueblo! – Rose estaba más que agradecida, Andy podía ver cómo la miraba con absoluta devoción.
- No es ninguna molestia. – negó con la cabeza. – Además... ahora entiendo la importancia de sentirse representado. – añadió en un hilo de voz. Andy la miró.
Hacía escasos 15 minutos que pensaba que había hecho huir a la rubia con las historias de su pasado... y ahí estaba, con la sonrisa más perfecta que jamás había visto, charlando con su hermana, sonriéndole a su madre e integrándose perfectamente en su familia. No había escuchado ni una mala palabra de la rubia desde que había llegado allí. NI siquiera se sintió juzgada y apenas sintió la presión de tener que defender a su familia. Por primera vez... se sentía cómoda dejando que conociesen a su familia.
- Vamos, cariño. – intervino su madre. – Tenemos que ir al colegio. Despídete de Chloe y de tu hermana. – Diane asintió, llevándose consigo el cuento que la rubia acaba de regalarle. – Se lo voy a enseñar a Cheryl. – sonrió. – Gracias, Chloe. – le dio un besito en la mejilla a las dos y se despidió.
- Hasta luego, cariño. – Andy sonrió, desviando su mirada hasta la rubia. – No... tenías por qué haberte molestado.
- Me has acogido en tu casa sin pedir nada a cambio. Tus padres y tu hermana me tratan como si fuese de tu familia. – sorbió de su café. – No es ninguna molestia para mí, Andy. La morena la observó con detenimiento: sus ojos azules brillantes, sus labios húmedos por el café, su cabello rubio resplandeciente. No era una princesa. Chloe era una jodida diosa.
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Hate-Fuck-Love
RomanceNo empiezan de la mejor manera. Se odian y no pueden aguantar ni cinco minutos en la misma habitación. Su relación es una lucha para intimidar y hacer que la otra desvíe la mirada. ¿Y si ese odio se convierte en pasión? ¿Y si la tensión que nace de...