Final

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Navidad de 1881

Jinki y Heechul estaban sentados en el coche, observando a Siwon y a DongWook mientras inspeccionaban la estructura de una inmensa casa en construcción.

—Traté de convencerlo de que no necesitábamos tanto espacio —le dijo Heechul a Jinki—. Nunca podremos tener suficientes hijos para llenar semejante casa.

—Pero no has empezado mal —dijo Jinki y bajó la vista hacia la criatura que Heechul sostenía en sus brazos—. Ni siquiera Kibum fue capaz de terminar el primer año con un hijo y embarazado ya del segundo.

Heechul se sonrojó.

—Supongo que los dos sentimos que tenemos que recuperar el tiempo perdido.

—¿Planeas acompañarlo cuando comience a hacer campaña?

—No lo sé. Ya le dije que no puedo dejar la clínica.

—DongWook me habló un poco al respecto.

—Es una combinación de lo que Siwon y yo queríamos —dijo Heechul—. Traemos a soldados mutilados, tanto del ejército de la Unión como de los confederados, y los tenemos aquí durante un mes. Les brindamos la mejor atención médica que podemos encontrar, pagamos las prótesis, les suministramos cualquier equipo especial que puedan necesitar y tratamos de que salgan lo más recuperados posible. La idea es ofrecerles la atención que necesitan y darles a sus familias un mes de descanso. Cuando regresan a casa, están más preparados para convivir los unos con los otros.

—Pero ¿eso no es suficiente para Siwon?

—No. Primero fue un banco. Luego quería comprar todas las granjas deterioradas que había en los tres condados más cercanos y ponerlas a funcionar de nuevo. Ahora quiere ser candidato a la asamblea legislativa del estado.

—Me imagino que te das cuenta de que algún día querrá ser gobernador.

Heechul no parecía muy contento con la idea.

—He tratado de decirle que hay miles de hombres en Virginia, que él no tiene por qué hacerlo todo personalmente, pero no me escucha. Yo quiero un marido, no un hombre que no para de trabajar.

—Los Choi están, sin duda, entre los maridos más difíciles del mundo, pero después de un tiempo terminan por entender el sentido que tiene el trabajo. Siwon empezó después que los otros. Así que es posible que tarde un poco más en aprender.




Verano de 1882

—¿Estás seguro de que estás cómodo? —preguntó Siwon.

—Estoy bien —dijo Heechul—. Quiero disfrutar de la brisa el mayor tiempo posible. Pronto comenzará a hacer demasiado calor para estar al aire libre por las tardes.

—Podríamos ir a pasar el verano en Massachusetts. Con seguridad es mucho más fresco en el Cabo.

—No seas ridículo —dijo Heechul y soltó una carcajada—. Nunca sobrevivirías a la desgracia de tener un hijo yanqui.

Siwon le dio unos golpecitos en el estómago y sonrió con felicidad.

—No lo sé. Me gusta tener un esposo yanqui. Y no creo que a Taeil le moleste tener una hermana yanqui.

Heechul miró hacia donde estaba su hijo, gateando por el césped y tratando de encontrar bichos, ramas, terrones de arena o cualquier cosa horrible que se pudiera llevar a la boca. Extrañamente, ahora se sentía más cerca de Virginia que de Massachusetts. Su nueva vida y su nueva familia estaban ligadas a Virginia. Así que no se podía ver viviendo en ninguna otra parte. Heechul quería regresar algún día, al menos de visita, pero no todavía, al menos antes de que naciera el bebé. Hasta que tuviera varios bebés más. Y quería que la mayoría de ellos fueran niñas. Siwon se merecía tener al menos una hermosa belleza sureña, pero una que tuviera suficiente sentido común de Nueva Inglaterra como para no ser una vergüenza como mujer. Heechul pensaba que ese experimento necesitaba todo un ramillete de hijas en el cual escoger. No era fácil alumbrar una belleza sureña a la primera oportunidad.

—Estoy bien —dijo Heechul—. Además, no creo que el médico me permita viajar tan lejos.

—¿Qué dijo el doctor?

—Dijo que en julio daría a luz a un bebé hermoso y saludable. Y que si mi marido empezaba a molestarme mucho, podía mudarme a la clínica con los soldados.

Siwon se sentó en el columpio, al lado de su esposo. El columpio estaba colgado de la rama de un inmenso roble, que se elevaba detrás de una casa grande de ladrillo blanco.

—Esta vez quiero una niña. Una niña de pelo rojo y ojos cafes. Una niña tan testaruda y obstinada como su padre.

—Pensé que con uno tenías suficiente.

—Y después de eso, creo que quiero quedarme en casa.

Heechul se enderezó y se volvió a mirar a su esposo.

—No niego que me gustaría presentarme a las elecciones para la asamblea del estado —dijo Siwon—, pero no me gusta la idea de alejarme de mi familia. Quiero estar aquí para ver cuando saltes a mirar qué fue lo que Taeil se metió a la boca. Quiero verte deambular por la casa, gordo y pesado, con ese niño que llevas en el vientre. Quiero tener tiempo para gozar de toda la diversión que supone ser padre y amante.

—¿Estás seguro de que no lo vas a extrañar? —dijo Heechul.

—El banco es suficiente.

—Pero querías hacer tantas cosas.

Siwon lo abrazó y lo acercó hacia él. Luego le dio un beso largo, lento y tan dulce como el olor de la madreselva que subía por la pared que separaba el patio del jardín.

—Ya las estoy haciendo.

—¿Y qué hay de lo que quieres hacer por Virginia?

—Si tú te conviertes en una belleza sureña, tal vez algún día decida entrar en política, solo para tener alguien con quien conversar, que tenga una opinión propia.

Heechul abrazó a su esposo y se acercó a él lo más que pudo.

—Entonces Virginia acaba de perder el mejor gobernador que habría podido tener —dijo—, pues yo tengo la intención de seguir siendo un maldito yanqui hasta el final.

Heechul   ( Libro 6- serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora