Después de eso me gané la tranquilidad de Régar durante algunos días más. No obstante, me encontraba tan distraído y ocupado con sus asuntos, y con los míos, que no era capaz de preocuparme por volver a compartir las voces con Ari. La dificultad para dormir tras aquellos días se agravó. La sensación de no pertenecer a ninguna parte regresó con más fuerza, como si todo fuese más irreal. No era solamente la culpabilidad irracional por ser medio sombra y por no tener genes japoneses, sino la sensación de que la realidad era algo demasiado ambiguo como para pertenecer a ella. Como si, tras aquel encuentro forzado con Nedrogo y quienesquiera que estuvieran con él, mi cerebro no fuese capaz de procesar que me encontraba en el mundo.
Poco a poco y a duras penas, gracias al instituto, a la presencia latente de Takaishi y Gennai, y gracias a mi madre, pude ir recuperando la sensación de ser real. Pude ir dándome cuenta de que seguía vivo, aunque ese hecho tan básico se hubiese convertido en uno de mis mayores temores.
Para lograrlo había vuelto a estudiar las leyes de Ofiuco. Intenté distraerme con ellas y con el instituto, y olvidar todo lo que había pasado con Nedrogo. Aunque esto último nunca lo conseguí.
No sé exactamente lo que ocurrió con el tema de la droga y el dinero, aunque pude hacerme una idea cuando, casi dos semanas después, Lórman fue a buscarme nuevamente al instituto. Me sacó de allí sin darme explicaciones.
Cuando llegamos al castillo, nos recibió el cuerpo pútrido de Nedrogo sobre un charco oscuro y maloliente. Intenté no mirarlo. Régar lo movió con un pie, como si fuera alguna especie de bolsa de basura que olía a putrefacción. Y, aunque en aquel momento tan solo quería retroceder en el tiempo para que las cosas no se hubieran dado así, ahora debo admitir que aquel cuerpo descompuesto y nauseabundo no se alejaba demasiado de la definición de basura putrefacta.
Se me revolvieron las tripas.
Régar se rascó la barba recortada mientras se sentaba en su trono, aburrido.
—Llévatelo —le dijo a Pesbas—. No aguanto su puto olor.
Evité mirar cómo lo levantaba en volandas y cómo un rastro de aquel líquido oscuro se desparramaba por el suelo de roca como si se tratase, en efecto, de una bolsa de basura llena de materia descomponiéndose. Su olor se me caló hasta el fondo del paladar. La sensación de ese aroma espeso, viciado y hediondo en la garganta me acompañaría el resto de mi vida, sobre todo en aquellos momentos en los que me acordaba de la muerte en cualquiera de sus formas. Incluso en forma de orgasmo.
Si bien con el tiempo aprendería a evitar su presencia de muchas maneras, nunca llegó a abandonarme del todo.
Régar me miró en silencio durante algunos segundos. Tan solo me dirigió la palabra cuando Pesbas desapareció con el cuerpo de Nedrogo.
—¿Vas a vomitar? —dijo.
Tardé en responder, no porque quisiera ocultarlo, sino porque casi se lo demuestro.
—Estoy bien.
—¿Te gusta cómo huele? —Sonrió—. Es el olor de un hombre que recibió lo que buscaba. Y quedará entre estas paredes para recordaros vuestro lugar.
Régar me dijo que lo siguiera esa misma mañana. Me llevó a través de los pasillos del castillo hasta una sala amueblada con una sola mesa y dos armarios de madera repletos de botellas de alcohol.
—Cierra —ordenó.
Cuando lo hice y volví a mirarlo, él ya se había sentado detrás de la mesa. Cogió una botella que había en el suelo, la abrió y se la llevó a la boca antes de estirar el brazo para ofrecerme un trago. Me negué.
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Digimon Adventure: Proyecto Mestizo
FanfictionAños 2005 y 2022. Me llamo Jake Dagger, soy mestizo, y me encomendaron la misión de secuestrar a Takeru Takaishi, el portador del emblema de la Esperanza. Me gustaría decir que soy capaz de salvarlo, pero ni siquiera me veo capaz de salvarme a mí mi...