Capítulo 31

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No sé si era del todo consciente, pero en ese momento me estaba jugando las vidas de los elegidos, las de los digimon, la de Ari, la de mi madre, la mía, e incluso las de Régar y todos sus hombres. En el fondo, aunque no tan al fondo como me gustaría admitir, lo sabía. Sabía que alguno de nosotros había entrado en una cuenta regresiva que le llevaría, tarde o temprano, a una muerte tan repentina y esperada como una lluvia monzónica en pleno verano en mitad del océano Índico.

El rostro de Ari, con esos ojos castaños, expresivos y cargados de aquella inocencia palpitante de la que ella no era consciente. Su expresión inquisitiva, en busca de cualquier pista que le diese respuestas a todas las preguntas que se le estarían pasando por la cabeza. Entre ellas, la de quién era el tipo que se ocultaba bajo la capucha oscura y el apodo de A.D. Ari, e incluso Takaishi en menor medida, eran la representación física de todo lo que significaba para mí ser un humano. Eran todo aquello que me arrastraba a esa realidad que a veces me resultaba tan lejana e inverosímil como para considerarme parte de ella.

Takaishi era mi capitán en el equipo de baloncesto, una persona buena y amable, y la misma a la que yo había destruido la vida a costa de salvar la mía. Ari era mi amiga, mi compañera de clase y una niña completamente normal que, hasta donde sabía, jamás había pisado un mundo ajeno al suyo antes de conocerme.

Y en ese momento eran también lo que me desestabilizaba, porque todo lo que me recordaba a mi vida como humano normal se había convertido en un castigo latente que se encargaba de lanzarme la idea constante y certera de que nunca más volvería a ser de aquella forma. De que nunca más podría volver a ser normal, feliz, un niño corriente, un estudiante de instituto o un chaval que respondía a las órdenes y el cuidado de una madre. Todo en ellos me llevaba a lo mismo: se había acabado, se estaba acabando y yo no tendría más oportunidades.

Fui capaz de renunciar a todo, incluso de desvelarme ante ellos, sabiendo que eran el único tabique que me quedaba en pie. ¿Cómo lo soportaría? ¿Cómo iba a sostener yo solo una carga tan grande, si la que llevaba encima ya me pesaba demasiado?

Posiblemente aquella fue la decisión más dura de mi vida. La de asumir que aquello que me gustaba, me protegía y me sostenía en los momentos más bajos se estaba muriendo. Que ya nada volvería, incluso cuando Ari y Takaishi, las personas que me unían a ese pasado cercano que se me escurría entre los dedos, continuaban existiendo delante de mí.

Una parte de mi vida, la más importante, se estaba desvaneciendo; y una parte de mí, también la más importante, se estaba convirtiendo en polvo.

Esa parte había muerto. De pronto, Jake Dagger estaba muerto.

Ya solo existía el mestizo.







Sombra&Luz

Digimon Adventure: Proyecto MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora