Capítulo 48

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Estaba tan ensimismado en lo que acababa de hacer y en el cuerpo que se enfriaba debajo del mío que no me di cuenta de que las autoridades de Ofiuco habían llegado hasta que Ari corrió hacia mí.

Lórman se escurrió, escapó de Zudomon y fue hacia ella.

¿Dejar que acabasen con alguien, con Ari, después de haber terminado con la mayor de las amenazas? No podía permitirlo.

Llegué hasta él corriendo y lo derribé a medio camino, como había hecho antes con Pyrus. No le di tiempo a ver de dónde le había venido el golpe; le llevé los brazos a la espalda para que no pudiera moverse.

Hice toda la fuerza que pude para mantenerlo quieto mientras comprobaba que Ari se encontraba bien. Aparte de algún rasguño leve, suciedad y lo sobrecogida que estaba, no parecía tener nada más.

Lórman se revolvió con fuerza. Fuera de la cúpula estaban los niños elegidos, alerta, y los sombra de Ofiuco pendientes de nosotros. Querían que les dejásemos entrar, pero no podíamos dejar que los hombres de Régar saliesen.

Haciendo un esfuerzo, que me resultó sobrehumano, por mantener a Lórman, intenté explicárselo:

—Ari.

—¡Mestizo! —bramó Lórman—. ¡Rata inmunda!

Lo zarandeé para que se mantuviera quieto. No funcionó. De todas formas se encontraba tan cansado por la droga, y lo tenía agarrado de tal manera, que no pudo conmigo.

—Ari, cuando salgamos de aquí Ofiuco atrapará a todos estos hombres y los someterá a juicio.

—¿Hay juicios en Ofiuco?

Asentí con la cabeza.

—Para que se cumplan las leyes, hay consecuencias. Y para conocer esas consecuencias se celebran juicios —le expliqué, como si no supiera cómo funcionaban ese tipo de protocolos. Hice una pausa antes de añadir—: A mí también van a hacérmelo.

—Yo puedo ser testigo —dijo al instante—. Puedo hablar a tu favor y decir todo lo que tuviste que hacer obligado y por su culpa.

Dagger quiso sonreír al fondo.

—Por desgracia, las cosas no son tan sencillas, y menos en Ofiuco. —Conté a los hombres de Régar, como si pudiera faltarme alguno—. Los tenemos a todos, ¿verdad?

Los digimon asintieron.

—No importa; hablaré a tu favor —insistió.

—Gracias, Ari, pero ya has hecho suficiente. —Esta vez, Jake Dagger sí se abrió paso con una sonrisa, más por quitarle hierro al asunto para que Ari dejase de buscar soluciones que no existían que porque me apeteciera realmente sonreír—. Nadie en Ofiuco te dejaría declarar o pasarte por allí. Aun así, me has ayudado más de lo que crees. Yo no hubiera podido solo.

—No im...

—Será mejor que dejes pasar a los demás antes de que se pongan más nerviosos —la interrumpí. No sabía si sería capaz de seguir oyendo aquella esperanza ingenua en la que yo no creía. No quería que me contagiara de algo que sabía que parecía un remedio que, en realidad, haría peor la enfermedad—. Pero ten cuidado con no dejar salir a los que tenemos aquí.

—Jake...

«No insistas», pensaba. «Para».

—Me he sentido acompañado por primera vez en toda mi vida. —Aunque lo dije para calmar a su parte más ingenua, había algo de verdad—. Gracias, pequeño saltamontes. Tienes más arrojo que cualquiera de los sombra que hemos pisado este mundo.

Digimon Adventure: Proyecto MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora