No volví a ver a Takaishi. Tampoco Régar volvió a mencionar el tema de montar un negocio conmigo.
Casi dos meses después de haber visto a Takeru, a final de curso, mi madre me llevó con ella al instituto para recoger las notas de mis asignaturas. Aunque Régar evitaba golpearme el rostro porque le convenía, cada vez le resultaba más difícil cuando se enfadaba conmigo. Por eso mi madre, antes de salir de casa, dedicó unos minutos a tapar con maquillaje el tono morado que había adquirido mi mejilla izquierda esa mañana.
—No te muevas —dijo.
—Es que me haces daño.
—Lo siento, hijo, pero es imposible taparlo bien si no aprieto. Aguanta un poco, que con las vacaciones de verano no tendrás que maquillarte tanto.
La miré mientras me pasaba la esponja por el pómulo. Estaba de buen humor. Se había tapado las ojeras con maquillaje y llevaba un color rosado, casi igual al de su piel, sobre los párpados. También se había puesto un poco de máscara de pestañas. Iba vestida con un pantalón caqui, una camisa blanca y zapatos a juego, como si fuese una madre corriente. Llevaba el pelo recogido en una coleta baja. Nadie que la viera pensaría que tenía un hijo con genes de otro planeta, ni que dedicaba un buen tiempo de su vida a curar y tapar heridas fuera de la enfermería.
—Ya está. —Cerró el bote de base mientras inspeccionaba el resultado.
No dije nada. Noté que se abstraía conforme repasaba cada centímetro de mi piel en busca de nuevos cardenales. No quería sacarla de donde quisiera que estuviese.
Al poco tiempo, levantó una mano para acariciarme el pelo detrás de la oreja.
—Él tenía el pelo oscuro —dijo de pronto—. Castaño, pero tan oscuro que parecía negro.
—¿Quién?
—Tu padre. —Me miró a los ojos por fin—. Y los ojos ámbar. No, miel. Eran prácticamente amarillos.
—¿Dorados?
—Más o menos. —Hizo una pausa—. Eres casi idéntico a él.
Aparté la cabeza de su mano.
—No me parezco en nada a él.
Ella guardó el maquillaje en un neceser mientras reía.
—Si tuviera una foto suya, no dirías lo mismo. Eres su versión rubia y pequeña.
Me mordí la lengua para no responder. No estaba enfadado con ella por decírmelo, sino conmigo mismo por ser como era. Odiaba haber heredado sus genes; ser el mestizo para los sombra, la copia del hombre que nos jodió la vida para mi madre, el nieto bastardo para mis abuelos, el extranjero para mis compañeros de clase, y el carabonita para Régar. Lo odiaba con toda mi alma y, por tanto, me odiaba con la misma fuerza.
Apreté los puños y me puse en pie mientras mi madre terminaba de preparar el bolso.
—No te enfades —me pidió—. Sé que no te gusta, pero no te mentiría con algo así. Soy la primera interesada en decir que te pareces más a mí que a él.
No me hizo sentir mejor. Tampoco creo que ella pudiera entender lo que me pasaba en ese momento, aunque no intenté explicárselo. Asentí con la cabeza y pusimos rumbo al instituto.
El verano se acercaba. Lo notaba en que los días eran más largos, y la ropa que llevaba, cada vez más incómoda. Evitaba todo lo posible usar manga corta para no dejar al descubierto las cicatrices que tenía por brazos y piernas, por lo que el verano me resultaba siempre un poco más asfixiante de lo normal, a pesar de que estaba acostumbrado.
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Digimon Adventure: Proyecto Mestizo
FanfictionAños 2005 y 2022. Me llamo Jake Dagger, soy mestizo, y me encomendaron la misión de secuestrar a Takeru Takaishi, el portador del emblema de la Esperanza. Me gustaría decir que soy capaz de salvarlo, pero ni siquiera me veo capaz de salvarme a mí mi...