Capítulo 35

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Tigasde insistió en llevarme al castillo, pero lo convencí para que se fuera sin mí. Cuando todos se habían ido, agarré a Pyrus y nos acercamos a Hikari Yagami y a Ari para desearles buena suerte y asegurarles que esa sería la última parada. Luego nos fuimos al castillo, donde los demás sombra empezaban a colocarse en un semicírculo frente a Régar.

Logré mantenerme en pie a pesar de que me fallaron las piernas.

—¡¡No está preparado, joder!! ¡Mierda! ¡Aún es un puto crío vulnerable! —Régar golpeó las paredes, sacudió a Drac y apretó los puños con el cuerpo completamente tenso. Me echó una mirada, pero yo estaba tranquilo porque sabía que la desesperación no le dejaba verme—. ¡¿Cómo es posible que hayan llegado tan pronto?! ¡No deberían haber llegado! ¡Esto debía durar más tiempo! ¡El humano no está preparado! —Se sentó en su trono y golpeó el brazo del asiento con el dorso de la mano—. Estoy rodeado de inútiles.

Lórman se crujió el cuello, Drac sacudió la cabeza para recolocarse, y Pesbas se cruzó de brazos.

—Lórman, repíteme La Profecía —añadió—. ¡Repítela!

Lórman carraspeó con la garganta antes de obedecer:

—Los elegidos, por la Esperanza, arriesgarán su vida, y uno a uno se irán quedando atrás. Entonces, el Poder Sagrado se reunirá en el ser enviado y este lo dividirá en dos, haciendo que se produzca un corto milagro.

—El Poder Sagrado... —repetía Régar mientras se acariciaba la barba recortada—. ¿A alguien se le ocurre qué puede ser eso?

LadyDevimon dio un paso hacia delante.

—Gatomon y el emblema de la Luz son sagrados, Amo.

—Mierda. ¡Entonces Gatomon nunca debió llegar al final de esta prueba! ¿Por qué no me lo dijiste antes?

LadyDevimon tensó el rostro.

—¿Me encargo de ella? —preguntó la digimon—. Las humanas no tendrán nada que hacer si desaparece.

—Sí, joder, lárgate. Pesbas, llévala y vuelve ahora mismo. —Se puso en pie—. Pero te lo advierto, LadyDevimon, si no has acabado con ella cuando yo vaya, te aseguro que no seré tan benevolente contigo como hasta ahora. ¿Me explico?

—Sí, Amo.

La digimon hizo una reverencia, le tendió una mano a Pesbas y desaparecieron. Régar se puso a dar vueltas por la estancia.

—Nedrogo resultó ser una carga de la que tuvimos que deshacernos, Uf-Tá un maldito inútil incapaz de hacer su trabajo a derechas, y el mestizo un traidor. ¿Me vais a dar alguna sorpresita más? ¿Tengo que hacerme con un nuevo equipo y jugarme el cuello con gente que no conozco tan solo porque habéis resultado ser escoria?

Nos miró uno por uno. Lórman rascándose la joroba, Pyrus apretando los dientes, Tigasde con la mirada en el suelo de roca, Pesbas regresando en ese instante, Drac arrancándose las uñas a mordiscos, y yo mirándolo directamente a los ojos. Se detuvo en mí. Me observó de arriba abajo, se mordió la lengua, y volvió a apretar los puños, esta vez con más fuerza. Le sostuve la mirada, aunque el cuerpo me pesase como si no fuera mío.

—¿Me estás retando, Nilal?

Lo dijo con calma, casi en un susurro. Yo era el único que cometía la estupidez de mirarlo a los ojos en un momento como ese, y él estaba analizando hasta qué punto era un acto de osadía, un reto o un intento de suicidio.

Había algo en él, en aquella mirada, en su forma de proceder, que no terminaban de encajarme con quién era Régar en realidad. Porque, aunque continuaba siendo el mismo, algo en todo aquel plan, en ese año completo, en la mancha oscura de sus ojos me decía que ya no era el mismo, aunque sí fuera él. Y aquella duda en su mirada, en un momento en el que me atrevía a responder con la vista al frente aun después de haberlo traicionado, tan solo me hacía pensar que Régar ya no era el Régar que había conocido. El Régar que conocía no hubiera dudado en golpearme en ese mismo instante.

Nunca supe si fue por mi traición, por la desesperación, por un motivo que tenía que ver con aquella voz que nunca reconocí, o si tan solo eran imaginaciones mías.

Solo sabía que ya no éramos los mismos.

Lo miré a los ojos de hito en hito mientras hincaba una rodilla en el suelo, me llevaba una mano al pecho y pronunciaba la mayor mentira que llegué a decir jamás:

Nanemedi zen panemedi. Nanemedibá zen panemedibá. Nazen n', aa peni-ume'a Da-Ba, neneme'o. Dûmi-ne n' ambé, Régar. Pepha, pezin aa penezin nazen.

«Tus deseos son mis deseos. Tus anhelos son mis anhelos. Soy tuyo, y me entregaré de una forma retorcida a Da-Ba, si lo necesitas. Te rindo pleitesía, Régar. Mi alma, mi existir y mis actos te pertenecen».

Guardó silencio durante algunos segundos, sin dejar de mirarme. Pronto empezó a asentir con la cabeza, despacio, y poco después repasó al resto de sus subordinados antes de pronunciar, también en ofiuco:

—Me debéis pleitesía. Sin mí no sois nada, pero conmigo lo tendréis todo. ¿Quién os da de comer? ¿Quién os asegura un techo y una vida de libertad alejados de las zarpas del gobierno?

—Usted, sin duda, mi señor —respondió Lórman.

—¿Y qué sois capaces de dar por esa comida, ese techo, esa libertad y por quien os nutre de todo?

Tadim, uhnlé. —Las voces sonaron casi como un canto, como una plegaria susurrada al unísono por un cúmulo de voces que se vuelven una en pos de ser escuchadas por oídos divinos.

«Nuestra vida, señor».

—Vuestra vida de mierda —confirmó. Volvió a mirarme. Se acercó a mí esta vez—. ¿Y tú? ¿Quién eres y qué estás dispuesto a dar?

—Soy Nilal —dije. Esta vez bajé la mirada y agaché la cabeza—, y me despojé de todo lo que tenía para entregarme a tu causa. Estoy dispuesto a ser lo que necesitas cuando lo necesites. Tu sombra, tu pupilo, tu siervo, tu conejillo de Indias, tu mano derecha o tu esclavo.

—¿Estás dispuesto a matar si te lo pido?

—Estoy dispuesto a todo lo que me pidas, Régar. Haré que me guste lo que odio, si es lo que necesitas. Veré noche donde haya día, si te conviene. —Lo miré. Mi pecho vacío de remordimiento, de miedo y de dudas. Absoluta transparencia en unos ojos verde opacos—. Te debo quién soy, y esta es mi forma de compensarte.

Régar no entendía hasta qué punto era cierto.








Sombra&Luz

Digimon Adventure: Proyecto MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora