El zeriv no tardó en disolverse y hacer efecto. Sentí que el cuerpo volvía a responderme mejor, que mi corazón bombeaba con normalidad, que la fiebre había desaparecido y que el cansancio estaba mucho más atenuado. Pude ponerme en pie sin problemas, sin ayuda, y Tigasde no tardó en recordarme que el zeriv que había tirado era un lujo que no podía permitirme. Le pedí disculpas, aunque no le di las gracias, y volvimos a Whisimbell con una mentira previamente pactada sobre lo que había pasado con Uf-Tá. Tigasde no me hacía preguntas; yo no insistí más de lo que ya lo había hecho.
—Estaba muerto cuando llegué a las celdas —le dije a Régar—. Parece que el golpe que le diste y el arrastrarlo por las celdas le causó una infección y acabó muriendo.
—¿No le habías curado, mestizo?
—Parece que no lo suficiente. Sabes que la curación no es mi fuerte... Lo siento.
Apretó los puños. Rechinó los dientes. Me encogí de hombros sin darme cuenta, esperando que me pegara. Los gritos de un par de elegidos desviaron su atención.
—¿Y la chica? —preguntó, distraído.
—No tenemos ni idea de dónde puede estar —terció Tigasde—. Estuvimos buscándola por la Tierra, pero quizás se encuentra en algún lugar del Digimundo.
Tragué saliva. Mentir para mí era sencillo. Lo hacía a diario, se me daba bien, la gente no solía desconfiar de lo que les decía, incluso aunque me conocieran. No obstante, no estaba acostumbrado a que alguien lo hiciera en mi lugar sin necesidad de una amenaza previa. No tenerlo todo bajo control me puso los nervios a flor de piel, pero Tigasde, por suerte, era tan buen mentiroso como yo.
—Encárgate de encontrarla, Tigasde —ordenó Régar.
El aludido desapareció sin decir nada más.
Régar se quedó mirando el lugar en el que había desaparecido Tigasde mientras yo alternaba mi atención entre él, que se encontraba aparentemente impertérrito como una tumba, y la lucha entre los digimon y los sombra, tan inmiscuidos en terminar lo antes posible con aquello que ni siquiera podían prestar atención a que todavía había tres sombra que no estábamos interviniendo.
Vi a Drac golpear el rostro duro de Ophanimon, pero la digimon casi ni se inmutó.
Régar me miró.
—Encárgate de ayudar con los humanos —me dijo—. Son como moscas molestas. Empiezo a cansarme.
Me incliné ante él antes de buscarlos con la mirada.
Régar me observó de arriba abajo mientras aspiraba por la nariz un poco de polvo de color acremado que se había colocado en el dorsal de la mano. Movió la nariz con los ojos cerrados, como si se estuviese recolocando algo, y luego se teletransportó frente a Ophanimon, apartó a Drac de un puñetazo, y se encaró a la digimon con la confianza que le daba la droga que se había tomado.
Aparté la mirada.
Él también se estaba extralimitando. Ni siquiera abusando de la sustancia conseguía que muriese por sobredosis, intuyo que debido a que el tamaño de su cuerpo y los años tomándola le daban, también, más capacidad para soportarla mejor.
Maldije para mis adentros.
Yamato Ishida y Taichi Yagami me estaban observando a pocos metros. A su lado, la chica pelirroja se ponía en pie, aún con la pierna dolorida por la quemadura de hacía unas horas, antes de apoyar las manos en los brazos de ambos chicos.
Takaishi estaba cerca también, con mejor aspecto que antes y rodeado por algunos otros de ellos: Kido, el norteamericano, el niño prodigio, Yolei Inoue y también la chica del «por favor». Un poco apartado, escondido tras aquella marabunta, el chico que no se despegaba de su ordenador, Koushiro Izumi. Taichi Yagami dio dos pasos al frente cuando se dio cuenta de que lo estaba mirando, así que no pude evitar preguntarme qué era aquello tan importante que estaba haciendo el chico en su portátil.
Me metí una mano en el bolsillo del pantalón y me introduje de lleno en la cabeza de Izumi para dejarle claro dónde se encontraba Ari. Noté sus párpados separándose más al encontrarse con una idea, como una especie de catarsis, y comenzó a teclear más rápido.
Entorné los ojos al recordar la confianza que tenía Gennai en que ese chico podía solucionar cualquier cosa. También recordé sus palabras: «[...] estoy seguro de que Izzy podría dar con tu dirección IP en menos de lo que canta un gallo».
Estaba claro que estaban tramando algo, y no pensaba ser yo quien se lo impidiera.
Pero algo tenía que hacer si no quería que Régar interviniese.
Fui hacia los humanos.
Sentí el suelo temblar y me detuve.
Ophanimon y Seraphimon cayeron a mi lado, provocando un estruendo metálico que sentí como pedazos de hierro armado estampándose contra la roca. Sus cuerpos emitieron una luz y se encogieron en tan solo un instante, dejando tras de sí a Gatomon y Patamon. Hikari Yagami y Takaishi pasaron corriendo a mi lado para socorrerlos.
El suelo volvió a temblar. Izumi gritó algo y giró el ordenador portátil para dejar la pantalla al descubierto, de la que comenzó a salir una luz tan potente que tuve que cubrirme los ojos con un brazo.
—¡Vamos! ¡Rápido! —gritó Takenouchi.
Takaishi me miró mientras se ponía en pie, con Patamon en brazos, para correr tras sus amigos. Los digimon se acercaron a sus compañeros humanos. Todos fueron desapareciendo, uno a uno, en la pantalla del ordenador, y yo pude teletransportarme a tiempo para tocar a Takaishi y desaparecer con él.
Habían abierto un portal directo a Odaiba.
Sombra&Luz
Ayer no pude publicar, así que lo hago hoy. Mañana habrá otro capítulo, que este es cortito.
Gracias por leer. 🖤
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Digimon Adventure: Proyecto Mestizo
FanfictionAños 2005 y 2022. Me llamo Jake Dagger, soy mestizo, y me encomendaron la misión de secuestrar a Takeru Takaishi, el portador del emblema de la Esperanza. Me gustaría decir que soy capaz de salvarlo, pero ni siquiera me veo capaz de salvarme a mí mi...