Capítulo 39

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Takeru se detuvo en seco delante de mí, con las fuerzas flaqueando y el aire pasando con dificultad por sus pulmones.

Ahí estaba, la primera persona a la que había implicado y la segunda que podía llevarme de vuelta a la realidad que sabía que ya había dejado atrás. Después de Régar y Ari, era quien más poder tenía para debilitarme en esos momentos, porque mi madre ya no podía hacer nada por mí; se había quedado atrapada en ese pasado que había abandonado y no tenía la capacidad para alcanzarme y arrastrarme de vuelta.

Régar, Ari y Takaishi, en cambio, se habían venido conmigo y se habían convertido en parte de mi presente y de mi futuro. Poco después, también de mi pasado.

—¿Quiénes son? ¿Por qué hacen esto? —me preguntó. Entornó los ojos, como si estuviese tratando de recordar algo—. Lo que quieren es... acabar con los mundos, ¿verdad? ¡Respóndeme! No son digimon, y tampoco humanos, pero tú... Yo te conozco. No eres... Eres...

Tardé en caer en la cuenta de que llevaba la máscara puesta, que por eso no me reconocía. Hikari Yagami se colocó a su lado. No dijo nada. Takaishi abrió la boca para continuar hablando, pero un estruendo nos desestabilizó y les hizo desviar la atención.

Seraphimon se había estrellado contra una de las paredes y la había destruido. Supuse que todo era cosa de Régar.

Aproveché la confusión para alejarme de los elegidos. Me teletransporté al fondo de la sala, a la parte en la que Takeru había estado maniatado minutos antes. Allí, Ari continuaba inconsciente. Era evidente que Takaishi y Yagami la habían acercado a la pared para ponerla más a salvo y que solo se habían alejado de ella para comprobar si podían hacer algo conmigo.

Saqué el pendrive con la información de Gennai, me agaché y lo guardé en el bolsillo trasero de su pantalón. También comprobé su pulso, me aseguré de que respiraba y de que todo estaba en orden. Enseguida noté que algo iba mal. Traté de hacer que despertara con el aparato para manipular mentes, intenté meterme en su subconsciente y me topé con otro muro de hormigón armado, parecido al que había sido la mente de Takaishi momentos antes.

Me puse en pie con el ceño fruncido. Takaishi y Yagami me encontraron y corrieron hacia mí.

Creía firmemente que ninguno de ellos confiaría en mi palabra, que contarles mi situación en ese momento tan solo complicaría las cosas. Por eso desaparecí, para volver a la dimensión límpida, ya vacía sin los hombres de Régar, y así evitar un enfrentamiento con ellos.

A través de la holopantalla pude ver cómo Takaishi y Yagami llegaban hasta Ari y comprobaban que estuviese bien, cómo Régar les hacía frente a sus compañeros digimon, y también que no había ni rastro de Pyrus en Whisimbell.

Aunque intenté ayudar a los elegidos a despertar a Ari desde mi posición, con el aparato para controlar mentes, resultó imposible.

Entonces me di cuenta de que lo que había en su cabeza no era ningún muro de hormigón armado; era la nada. Su conciencia no estaba en su cuerpo.

Entorné los ojos. La última vez que había visto a Pyrus había sido en ese mismo lugar, en esa misma dimensión, mirando la holopantalla como todos los sombra. Después de eso, Lórman y Pesbas habían comenzado a dar órdenes y no habían mencionado a Pyrus, porque no estaba en ninguna parte. Pero debía de estarlo, porque la capacidad de teletransporte de Pyrus era limitada.

Me di la vuelta. Mi alrededor era un compendio de nada en absoluto, de todo en conjunto, de un blanco impoluto que hacía daño mirarlo. Empecé a recorrerlo, a moverme caminando y con el teletransporte, en busca de algún rastro que me dijera que estaba por ahí.

No tardé en dar con él. Agarraba del cuello a Ari, que pataleaba desde el aire en busca del oxígeno que le estaba negando. Ari, su conciencia, había sido trasladada a esta dimensión, materializada con la forma de su cuerpo, y tenía claro que, si Pyrus asfixiaba a esa materialización, acabaría con esa parte de Ari que ya no estaba donde debía estar.

Digimon Adventure: Proyecto MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora