Tardé en sentir ese alivio que ansiaba tanto como tardé en entenderme y comprender mis propias decisiones.
Me sentí culpable durante años, mientras fingía estar liberado de una cárcel invisible que aún me perseguía.
Aunque intentaba convencerme de todo lo que había hecho él para merecer esa muerte, siempre venía detrás la pregunta de si de verdad fue aquella la mejor decisión, o de si la opción de suicidarme hubiera sido la idónea. Al fin y al cabo, no terminó el tormento con su muerte, mientras que con la mía se hubieran acabado todos mis problemas.
Con el tiempo comprendí que esa liberación y ese alivio que estaba buscando no podían venir de convencerme de que Régar lo merecía, sino de entender que a mí no me quedaban más opciones. Podría haberme suicidado, es cierto, pero no puedo engañarme: quería y merecía vivir. Quería saborear la experiencia de librarme de su yugo. Me fascinaba la idea de creer que la vida podía darme una segunda oportunidad en la que no hubiera ningún narcotraficante interdimensional obligándome a hacer cosas que me llevarían al límite.
Y la vida no me dio una segunda; me dio decenas de oportunidades.
¿Si aún me arrepiento?
Por supuesto que no.
Hasta donde sé, o hasta donde me gustaría creer —después de lo que ocurrió en Whisimbell—, no he vuelto a matar a nadie más. Y daré lo que sea por no volver a hacerlo.
Sin embargo, la muerte de Régar no solo me trajo un terror insano a enfrentarme a solas al resto del mundo, sino la posibilidad de empezar de cero una y otra y otra vez. Me dio la oportunidad de vivir una vida más allá de la supervivencia; la de encontrarme con personas que me demostraron que no todo el mundo quiere hacerme daño; la de entender que incluso puedo ser querido y no suponer una carga, que no estoy solo y puedo querer a otros.
He descubierto que soy un bastardo, sí, pero que serlo no me hace menos valioso, y que mi sangre no está diluida en agua de cloaca. Soy un mestizo, una criatura nacida de la unión de dos especies distintas, aunque no tan distintas como quería creer.
Pensaba que eso me convertía en un donnadie, en un error genético, en algo que no debió nacer.
En cambio, la muerte de Régar me permitió tener una hija con ascendencia humana, sombra, mestiza; japonesa, española, inglesa, todo junto, y me demostró que todo lo que creía era falso.
Es imposible que ella sea un error genético.
¿Cómo podría arrepentirme de algo así?
Me hubiera encantado que todo esto hubiese sido posible sin la necesidad de llegar hasta ese punto, pero no viví ninguna utopía.
Mi realidad es la que es, y a día de hoy sigo sosteniendo, más que nunca, que no pudo ser otra porque no me quedaron más opciones. Porque la única otra opción posible era morirme, y no sé hasta qué punto es moralmente aceptable, no saber si Régar merecía morir, pero sí creer que lo merecía más que yo. O que yo lo merecía menos, si se quiere ver de esa forma.
Se mire como se mire, fui un niño ahogándose que tan solo fue capaz de ver una única forma de volver a respirar.
No puedo arrepentirme de respirar.
Sombra&Luz
Mañana publicaré el último capítulo, pero recuerden que aún quedan el epílogo y otras cosas. 🖤
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Digimon Adventure: Proyecto Mestizo
FanficAños 2005 y 2022. Me llamo Jake Dagger, soy mestizo, y me encomendaron la misión de secuestrar a Takeru Takaishi, el portador del emblema de la Esperanza. Me gustaría decir que soy capaz de salvarlo, pero ni siquiera me veo capaz de salvarme a mí mi...