Capítulo 26

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Esa misma tarde me metí en uno de los baños del instituto y me teletransporté al castillo. Como no me habían dicho que debía ir, nadie me estaba esperando en la sala principal.

La luz del exterior me cegó. Entraba con mucha fuerza por los cristales de las ventanas.

Me aterraba tener uno de los sentidos anulados, así que perder la vista, aunque fuera por un instante, me ponía de los nervios.

Me froté los ojos. Agudicé el oído y di vueltas en el sitio por miedo a recibir un ataque sorpresa. No escuché nada. Tan solo me calmé cuando pude ver mejor y comprobar que, en efecto, me encontraba solo.

Fue entonces cuando escuché un par de golpes, lejos. Me acerqué al pasillo y lo atravesé en silencio, con todo el sigilo que pude, sin dejar de prestar atención al ruido. Sabía que Régar aprovechaba mi ausencia para trabajar en todo lo relacionado con Takaishi, por lo que la idea de aparecer sin prevenirles me resultaba casi más tentadora que cualquier tarde tranquila en la falsa seguridad de mi casa.

La luz de alguna ventana atravesaba el hueco de una puerta a mi derecha e iluminaba parte del pasillo. Me asomé con cuidado a la sala: Drac, sentado en una mesa, masticaba sin pudor el pedazo de alguna comida repleta de tropezones grandes y oscuros. La piel aceitunada de sus brazos desnudos recibía el brillo del exterior y lo reflejaba como si se tratara de alguna superficie lisa y embadurnada en lo que supuse que era sudor. No le importó que el cabello crespo y alborotado se le mezclara con parte de la comida, igual que tampoco pareció importarle que se le manchara la barba descuidada. Me aparté y me teletransporté al otro lado de la puerta para continuar atravesando el pasillo sin ser visto.

Los golpes se mezclaron con voces conforme me acercaba a la sala de la droga y, por tanto, también a la misma sala en la que vi a Takaishi por última vez.

—Creo que vamos a necesitar más tiempo.

—¡Joder!

Otro golpe. La segunda había sido la voz de Régar. No necesitaba estar delante para saber que estaba enfadado, aunque no terminé de entender por qué estaban hablando en japonés.

Pegué la oreja izquierda a la puerta de la sala en la que había estado Takaishi poco antes, y concentré toda mi atención en el otro lado.

—Voy a terminar cargándomelo como no me dé lo que quiero —añadió.

—¿Y de qué habrá servido todo esto, señor?

—Joder, Lórman. Joder, Lórman, cállate.

Dos golpes más.

—Razón no le falta.

No reconocí esa tercera voz.

—Me importa una mierda. Necesito que este puto humano esté listo ya. ¡¿Se puede saber qué ha fallado?! ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo?

Régar había arrastrado las palabras en su última pregunta. No pude evitar imaginármelo apretando los dientes y moviendo la mandíbula de lado a lado, mientras sus poros rebosaban aún más todo el peligro que su voz, por sí sola, no podía expresar.

Quien fuera que no reconocí, para mi sorpresa, le respondió con un tono casi igual de enturbiado:

—No puedes recriminarme nada, Régar. Son tus hombres los que se han encargado de él la mayor parte del tiempo. Di instrucciones claras pero, si no se acataron como se debía, no es mi problema.

Esperé a que Régar rompiese algo o machacase al dueño o dueña de aquella voz. No lo hizo. En su lugar, guardó silencio como si se hubiese dado cuenta de que llevaba razón y de que no podía recriminarle nada. Fruncí el ceño.

Digimon Adventure: Proyecto MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora