2.

270 51 4
                                    

"Una inocente palabra puede despertar la verdad como si fuera un huracán"

"Una inocente palabra puede despertar la verdad como si fuera un huracán"

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Miré al sujeto ruborizado. Él se limitó a mirarme sin ninguna expresión en el rostro.

- supongo que gracias- contesté evitando el contacto visual. Un chico atractivo me había dicho que era especial, los nervios (y algo de excitación) me invadieron, comencé a balancearme de un pie al otro.

- deberíamos hablar del tema más a fondo. Me preguntaste que quiero y lo que quiero es algo muy complejo- miró hacía el interior de la casa en una clara indirecta para que lo dejase entrar.

- no soy al persona que buscas- le respondí. Hablaba como si me conociera, como si yo fuera un agente secreto o algo así- no tengo una mente maestra como miss Marple o sé técnicas de combate. Créeme no tengo ninguna habilidad para que digas que soy especial.

- quizás no estás al tanto de tus habilidades. Si me permites pasar te diré porque eres especial- su tono de voz tenía un solo significado: Déjame pasar, no me hagas perder el tiempo.

-Aún no sé quién eres, y no dejo pasar a desconocidos. Además... ¿Cómo sabes que no estás equivocado de persona?.

- Eres Bruno Díaz, tienes 19 años, eres hijo de Bernardo Díaz y Lucía López. Tú padre murió hace seis meses; cáncer de Esófago, haces trabajos de medio tiempo de ocho a doce. Limpias los vidrios de la carnicería, la verdulería y a veces el ventanal de una tal señora Lucas. A la tarde te dedicas a la huerta- señaló un sector apartado de la casa- y luego recoges los huevos del Gallinero. Tipo tres de la tarde buscas agua en un arroyo cercano y cuando vuelves limpias tu casa y le cuentas historias que inventas a tu gato, de nombre Bigotes. Te acuestas a las nueve de la noche y te despiertas a las seis de la mañana. ¿Te digo cuál es tu color favorito? ¿O ya se entendió la idea?.

Lo miré con la boca abierta. Sabía con exactitud todo lo que hacía, de seguro llevaba meses siguiéndome en secreto. Sentí un escalofrío subir por mí espalda.

- ¿acaso eres un espía?... ¿Vienes a matarme?- pregunté nervioso.

- algo así y no. Ahora ¿puedo pasar?.

- ¡llamaré a la policía!- hice un movimiento de entrar a buscar mí celular.

- ¿Vas a llamar con la vieja radio que tienes en la cocina?- preguntó burlón. Me quedé inmóvil, sabía todo sobre mí, hasta lo que no tenía.

- ¡me has descubierto!- me rendí. ¡Que sea lo que Dios quiera!- ¡pasá!- me hice a un lado para permitirle el acceso. Entró con paso decidido y se encaminó a la cocina. Miro la vieja mesa de madera, retiro una silla y se sentó. Mí cocina no era nada de otro mundo. Tenía un mesa rectangular de madera al medio; Una cocina de gas al lado de la ventana que daba al patio: un aparador gigante cuyas puertas eran de tela mosquitera y una heladera vieja, que no andaba, que usábamos de alacena. Arriba de está estaba la condenada radio. Lo más tecnológico que había en la casa, solo sintonizaba la frecuencia AM.

Espectros, Amores y Fantasmas (LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora