Capítulo 3

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El acechador

Había alguien agazapado en el exterior de mi ventana, en la planta de arriba de la casa. Aunque debo admitir que allí afuera había un pequeño saliente, lo último que me hubiera esperado era encontrar a una persona allí. Para colmo, no era cualquiera.

En el rostro de Christopher Bang se llegaba a notar algo de esperanza, pero ni pizca de vergüenza o de temor por verse descubierto espiando en mi habitación. Tocó en la ventana con delicadeza y sólo entonces comprendí que había sido aquel golpeteo lo que me había despertado.

Dado que su intención no era espiar sino entrar en mi habitación, supuse que el asunto era ligeramente menos escalofriante. Sin saber en realidad por qué, me levanté y me dirigí a la ventana. Me miré en el espejo y descubrí que no tenía muy buena pinta: mi atuendo era viejo e informal, mi cabello era una desgracia total y, por si fuera poco, tenía los ojos inflamados y enrojecidos.

Sabía que no debía permitir que Christopher entrara en mi habitación porque lo más seguro era que fuera un psicópata y no me hacía sentir bien respecto a mí mismo. Además, si Changbin llegaba a encontrarlo allí, nos mataría a los dos.

Así que, por todo ello, me quedé de pie frente a la ventana con los brazos cruzados, fulminándolo con la mirada. Estaba furioso y herido, y quería que se diera cuenta de ello. Por lo general me jactaba de que nadie podía hacerme daño y, por supuesto, jamás le habría dicho a alguien que Christopher había conseguido hacerme sentir mal. Pero en esa ocasión pensé que lo mejor era decirle a Christopher que era un verdadero imbécil.

—¡Lo siento! —gritó Christopher para que su voz se oyera a través del vidrio; sus ojos le hacían eco al sentimiento. Parecía estar genuinamente arrepentido, pero yo no estaba preparado para aceptar su disculpa. Y tal vez nunca lo estaría.

—¿Qué quieres? —pregunté, lo más alto que creí que podía gritar sin que Changbin me oyera.

—Me gustaría disculparme y hablar contigo. —Me pareció que su ofrecimiento era sincero—. Es importante. —Continué mordiéndome los labios y debatiéndome entre lo que debía y lo que en realidad quería hacer—. Por favor —dijo.

En contra de lo que la lógica me indicaba, abrí la ventana, aunque no retiré la mosquitera. Luego retrocedí un poco. Christopher la apartó con tanta facilidad que me pregunté cuánta experiencia tendría colándose en habitaciones de chicas y donceles.
Entró con mucha cautela y cerró la ventana tras de sí. Inspeccionó el lugar de un vistazo y eso me incomodó. Mi habitación estaba hecha un desastre; aunque la mayoría de mis objetos personales estaban guardados en dos cajas grandes de cartón y en el baúl que tenía junto a una de las paredes, había ropa y libros apilados por todas partes.

—¿Qué quieres? —le dije con la intención de que dejara de fisgonear mis cosas y centrara su atención en mí.

—Lo siento —repitió Christopher con la misma sinceridad que había mostrado desde afuera—. He sido muy cruel en el baile. —Miró a la pared ensimismado y luego prosiguió—. No era mi intención herirte.

—Y entonces ¿por qué lo has hecho? —pregunté sin miramientos.

Christopher se humedeció los labios, se movió un poco y respiró hondo. Me había tratado mal a propósito; no había sido sólo un accidente provocado por su arrogancia o su indiferencia por la gente. Todo lo que hacía estaba planeado con meticulosidad y tenía un objetivo.

—No te quiero mentir, te aseguro que no te he mentido en ningún momento —respondió Christopher con prudencia—, pero eso es todo lo que te puedo decir.

1.Travesía - ChanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora