Capítulo 10

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Precognición

Después de pasar una mala noche, me levanté y me preparé para afrontar el día. Terminé deambulando por la casa porque, al tratar de llegar a la cocina, debí de girar por donde no era y me perdí. El día anterior Wooyoung me había explicado más o menos dónde estaba todo en aquel palacio, pero al parecer no había sido suficiente.

El edificio se dividía en dos alas enormes separadas por el gran pasillo de la entrada. Todos los asuntos oficiales se llevaban a cabo en el ala sur, donde estaban las salas de reunión, el salón de fiestas, el vasto comedor, las oficinas, el salón del trono, las zonas para los empleados y el dormitorio de la reina.

El ala norte tenía una atmósfera más relajada y en ella estaba mi habitación, las habitaciones de invitados, una sala, la cocina y el salón.

Anduve por el ala norte abriendo puertas e investigando, y por lo que pude notar, había tantas habitaciones para huéspedes como en un hotel; aunque, claro, mucho más sofisticadas. Finalmente llegué al salón de Irene, pero no me sirvió de nada porque ella no se encontraba allí.

Seguí caminando y traté de abrir la puerta del otro lado del pasillo, pero no lo logré. Me pareció muy extraño que fuera la única que se había cerrado con llave, en especial estando como estaba en aquella zona del castillo. En mi opinión, resultaba más lógico que se cerraran las puertas de la otra ala, donde se llevaban a cabo los asuntos oficiales.

Por suerte conocía varios trucos para forzar cerraduras porque, para evitar que me expulsaran de la escuela, a veces había tenido que entrar en algunas oficinas para robar papeles. De todos modos, no se lo recomendaría a nadie, pues casi nunca servía de nada, a fin de cuentas. Me quité un pasador del pelo, miré a mi alrededor para cerciorarme de que no hubiera nadie, como el resto del día, y me dispuse a forzar la cerradura. Después de unas cuantas maniobras sin éxito, de pronto sentí que el mecanismo cedía y giré el pomo.

Abrí la puerta poco a poco y me asomé con la idea de que encontraría el lavabo real o algo por el estilo. Como nadie me gritó que no entrara, empujé un poco más y crucé el umbral: a diferencia de las demás estancias, aquel salón estaba inmerso en una total oscuridad.

Me pegué a la pared hasta que encontré el interruptor y lo encendí. Aquello parecía una enorme bodega: no tenía ventanas y las paredes eran de un color café oscuro. Sólo había un foco en el techo y, en contraste con la majestuosidad del resto de la casa, ni siquiera había muebles.

El lugar estaba repleto de pinturas apiladas y apoyadas por todos los rincones posibles. Al principio supuse que se trataba de cuadros que ya no cabían en la habitación de los reyes, pero cuando me fijé un poco más, me di cuenta de que no se trataba de retratos.
Levanté el que tenía más cerca: era la encantadora imagen de un bebé envuelto en una mantita azul. Luego levanté otro y en él descubrí a una mujer que al parecer era Irene. Se la veía mucho más joven y hermosa, y vestía un deslumbrante traje blanco; a pesar de la belleza de la imagen, en sus ojos se notaba miedo y arrepentimiento.

Estiré los brazos para apreciarla mejor, y entonces me di cuenta de que las pinceladas y la técnica coincidían con las de la pintura del bebé. Levanté otro cuadro y observé lo mismo.

Todos habían sido realizados por el mismo pintor.

Luego recordé el salón donde había conocido a Irene y la pintura en la que estaba trabajando: en ella había candelabros y humo negro. No estaba seguro, pero me dio la impresión de que todo lo resguardado allí lo había pintado ella.

Revisé algunos de los otros cuadros; cada vez estaba más desconcertado y de repente vi uno que me heló el corazón. Al levantarlo noté que me temblaban las manos. No era para menos.

1.Travesía - ChanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora