Capítulo 18

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Intimidación

Pasé un buen rato arreglándome y tratando de encontrarle la lógica a las palabras de Christopher. Me encantaba importarle lo suficiente como para que sintiera celos, pero al mismo tiempo me daba cuenta de lo inútil de todo el asunto: él jamás haría algo que entrara en conflicto con su sentido del honor y del deber.

Christopher no se acercó a buscarme a pesar de que me estaba retrasando mucho. Después de un rato terminé esperándolo en el descansillo de arriba de la escalinata de caracol; pensé en ir a su cuarto, pero creí que no me sentiría cómodo. Además, seguramente me pediría que me fuera. Desde donde estaba vi con sorpresa que Lee Minho entraba por la puerta principal de la casa. Ni siquiera llamó al timbre; tan sólo se pasó la mano por el despeinado cabello y entró mirando en todas direcciones.

—¡¿Te puedo ayudar en algo?! —le grité desde arriba. Consideré que, dado que era un príncipe, tenía la obligación de recibirlo con hospitalidad aun cuando me sintiera endiabladamente nervioso y confundido.

—Ah, sí. Precisamente te andaba buscando. —Se metió las manos en los bolsillos, caminó hasta la base de la escalinata y allí se quedó.

—¿Para qué? —le pregunté arrugando la nariz, aunque entonces me di cuenta de que sonaba muy hostil—. Quiero decir: ¿disculpa?

—He venido a ayudarte —contestó encogiéndose de hombros. Bajé lentamente por la escalinata y noté que Minho se movía en todas direcciones menos hacia donde yo me encontraba; creo que no se sentía cómodo mirándome de frente. Al acercarme más distinguí los delicados brillos naturales que ondeaban entre su oscuro cabello, que parecía bastante rebelde. Minho lo llevaba largo, ligeramente por encima de los hombros. Su piel bronceada tenía un tono verdoso como el del musgo: era el color del que Christopher me había hablado. No recordaba una piel así en nadie excepto tal vez en su madre, pero la de ella era ligeramente más pálida que la de Minho.

—¿Ayudarme con qué? —interrogué.

—¿Cómo? —Se estaba mordiendo la uña del pulgar. Se volvió y me miró sin dejar de masticar.

—¿En qué tienes pensado ayudarme? —le pregunté lenta y cuidadosamente. Mi tono rayaba en la condescendencia, pero no creo que lo notara siquiera.

—Ah. —Dejó de morderse la uña, bajó la mano y se quedó mirando el horizonte. Daba la impresión de haber olvidado el motivo de su visita a palacio—. Soy psíquico.

—¿Qué? ¿Puedes leer la mente? —De pronto me puse muy tenso y traté de bloquearlo para que no pudiera leer mis pensamientos.

—No, no, claro que no. —Dejó de prestarme atención y se alejó al mismo tiempo que admiraba el candelabro que colgaba del techo—. Percibo cosas y también muevo objetos con la mente. Pero no, no puedo leer tus pensamientos. Ah, también puedo ver el aura; la tuya está un poco oscura hoy.

—¿Y eso qué significa? —Crucé los brazos como si con eso pudiera ocultar mi aura aunque, de hecho, ni siquiera sabía qué era aquello.

—Que estás triste. —Minho sonaba distraído, aunque se volvió a verme—. Por lo general tu aura es anaranjada.

—Tampoco sé a qué te refieres con eso. —Negué con la cabeza—. No sé de qué me puede servir algo así.

—De nada, en realidad. —Dejó de moverse y me miró—. ¿Ya te ha hablado Christopher sobre el entrenamiento?

—¿Te refieres al entrenamiento de príncipe que me están dando ahora?

—No. —Negó con la cabeza y se mordió la mejilla por dentro—. Me refiero al entrenamiento para desarrollar tus habilidades. No empezará sino hasta después del bautizo; creen que si adquieres algo de poder antes de que te adoctrinen, les será muy difícil controlarte después. —Suspiró—. Te quieren dócil y tranquilo.

1.Travesía - ChanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora