Capítulo XIX

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Veía movimiento, la pelota moverse y a todos y cada uno de los jugadores de España correr como si no hubiese un mañana.

Sentía la frustración del público, de los familiares y de Paula que no me soltaba la mano y solo hacía que estrujármela.

Minuto treinta y cuatro, una contra del equipo inglés acabó en un remate de un jugador que entró por completo en nuestra portería. En ese instante sentí la frustración e inevitablemente miré a Eric en el campo.

Estaba con las manos en la cabeza y la mirada puesta sobre la red, justo donde la pelota había rebotado hacía escasos segundos. Empezó a negar con la cabeza y le vi morderse el labio inferior mientras se dirigía a su posición.

No me gustaba verlo así, y mucho menos dirigirse al vestuario con la cabeza agachada como lo había hecho cuando habían pitado la media parte.

Los quince minutos que tardaron en salir se me hicieron eternos, de hecho todo nuestro palco estaba en absoluto silencio. Nadie era capaz de creer que nos estaba pasando eso y a la misma vez nadie sabía cómo gestionarlo, y no solo por nosotros, sino por ellos.

No quisiera saber todo lo que estaba pasando por las mentes de todos los jugadores, en cómo tenían que remontar esto sin perder los papeles.

Creí que era el momento oportuno de hacer una foto al campo y enviársela, que aunque no lo fuera a ver, supiera que le había escrito.

Volvieron al terreno de juego, pero sus caras estaban completamente diferentes a como habían entrado, sobre todo en Eric, quien tenía una mirada fija, recia, parecía que estaba por y para el partido.

Se retomó el encuentro y yo estaba más nerviosa que nunca, pero me di cuenta enseguida que España estaba dando todo su potencial para ganar el partido, no faltaron ocasiones y las que vinieron por parte de los rivales fueron bien tapadas.

Minuto ochenta y dos, el partido estaba por terminar, pero un balón que fue directo al área acabó dentro de la portería inglesa y yo ni me lo creí.

Fue abrumador el mar de gritos que me rodeó, así como el abrazo de Sira de pura euforia.

En cuanto fui consciente de lo que estaba sucediendo salté de mi asiento y abracé a todas las personas que estaban a mi alrededor y cuando puse mi vista en el campo allí estaban, en la esquina celebrando con furor lo que ese gol había significado para  todos.

Acabaron los noventa minutos y terminamos 1-1. Según Paula, eso significaba treinta minutos más de juego y sino iríamos a una tanda de penaltis.

Y tal como anunció así fue, terminamos esa media hora sin ningún gol más y allí venía la parte más dura y estresante de un partido.

-Están escogiendo quién va a tirarlos.- Paula dijo en mi oreja y me fijé a ver, Eric estaba con la mano levantada.

Estaba deseando que esa responsabilidad no estuviera en sus botas, y no por ser egoísta ni mucho menos, pero no quería que sufriera si es que ese balón era parado por el portero o él mismo lo fallaba.

Y así fue, el primero que chutamos fue desviado y a mí ya se me salió el corazón, empezábamos mal esta tanda, aunque por suerte el primero de los ingleses fue parado por el portero.

En el tercer penalti apareció Eric, se posicionó en el punto y sin enfocar su mirada prácticamente a portería, dio tres pasos hacia atrás. Estuve en una disputa entre mirar y no mirar.

Para mi sorpresa y por supuesto mi emoción, lo lanzó bastante bien, tanto que el portero no tuvo nada que hacer para pararla. Salté de mi asiento y grité como nunca lo había hecho. Eric se giró a la grada y señaló, dedicándoselo a la gente que lo acompañaba.

Sería hipócrita si dijera que este penalti era por mí, cuando sus padres y su hermana estaban a un par de filas detrás, pero me gustaba pensar que cabía la mínima posibilidad de que supiera que estaba aquí y le hiciera ilusión.

El siguiente fue parado por el portero español y eso solo significaba una cosa, si metíamos el siguiente, España iba a ser campeona del mundo por segunda vez en su historia, después de dieciséis años.

El lanzador, por lo que me había dicho Sira, era uno de los especialistas en eso, pero no debíamos confiarnos.

La pelota fue perfectamente hasta el final de la red y saltamos de emoción mientras los jugadores españoles se tiraban al suelo emocionados, y más de uno llorando también.

España era campeona del mundo, Eric era campeón del mundo y yo había estado aquí para verlo.

En cuanto fueron siendo conscientes del acontecimiento, se acercaron a las gradas. Como era normal, los jugadores querían celebrar este gran logro junto a sus familias.

Eric se acercó a nosotros y buscaba con la mirada. Cuando su vista se cruzó con la mía, su hermana saltó a sus brazos para felicitarle por lo que había logrado. Poco tardaron sus padres en hacer lo mismo, pero él seguía con su mirada fija a donde yo estaba.

Si hubiese sido por mí, al catalán no le quedaba campo que correr para huir, pero parecía que no estaba del todo en desacuerdo en que eso pasara.

Desde la organización, avisaron que las familias debían bajar al campo para la preparación de la entrega de premios. Desde la selección habían pedido que toda la gente cercana a los jugadores estuviera en el césped cuando un momento tan importante ocurriese y se concedió.

En cuanto quise darme cuenta, estaba siendo arrastrada el túnel de vestuarios. Un chico guapo había agarrado mi mano y a toda velocidad me había llevado hasta allí.

-¿Qué haces aquí?- Eric preguntó con una gran sonrisa en la boca.

-Te prometí que vendría si llegabas a la final, y aquí estoy.- Encogí mis hombros y él me abrazó firmemente.

-Eres impresionante.

Sin darle muchas más vueltas, cogió mi cuello con fuerza y estampó sus labios contra los míos, y para mí ese momento lo fue todo.

Los miedos, los malditos miedos que se acababan de disipar con un acto tan sencillo como ese, las mil y una noches que pasé pensando en su reacción, en si le gustaría que estuviera aquí y una vez más, sus actos valían más que todas sus palabras.

Aunque me hubiese gustado estar más tiempo a solas con él, desgraciadamente lo vinieron a buscar, la entrega de premios y medallas estaba a punto de comenzar y necesitaban que todos estuvieran en el campo.

-Sil, quiero pedirte una cosa.- Agarró mi mano y me miró con una sonrisa en su cara.- Quiero salir al campo de tu mano, que todo el mundo sepa la mujer tan maravillosa que ha venido hasta aquí para apoyarme y sin rodeos, no hace falta ponerle una etiqueta a esto, pero vamos a disfrutar de ello.- Hizo una pausa.- Te quiero a mi lado, y que todos tengan constancia de que la mejor mujer del mundo está aquí conmigo.

Me iba a dar algo en ese instante, estaba confirmando que lo que yo sentía con respecto a él era recíproco y como no, a mí me tenía loquita por sus huesos, acepté prácticamente al instante su proposición y le di un corto beso.

-Es hora de que te cuelguen la medalla de campeón del mundo en el cuello.
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¡Nuevo capítulo!

Estoy chillando de la emoción que me transmite este capítulo, un poco las sensaciones de la final de la Nations League❤️

Volvemos a leernos pronto✨

NEW HOME/ Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora