Capítulo XLII

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Fue bastante estresante gestionar toda la situación que pasamos tan solo cruzamos a puerta de urgencias de la clínica.

Por mucho que fuera el segundo embarazo y que no llegábamos aquí con las contracciones del primer parto, eso no quitaba el miedo que estaba pasando, y Eric tampoco.

En cuanto llegó la enfermera para llevarme a monitores, empezó un tremendo caos. No parábamos de ver médicos correr arriba y abajo, hasta que nos dijeron que debíamos ir a quirófano de urgencia. No entendí nada y el miedo volvió a invadirme cuando me acordé que Eric no podría estar a mi lado esta vez.

Me avisaron que el parto se estaba complicando y que era mejor hacer una cesárea inmediata, no entendía nada, porque eso no era lo que me decían mis médicos de confianza cuando iba a las consultas, de hecho parecía que todo iba genial.

Estuvimos prácticamente una hora en esa sala, lo que para mí fue suficiente como para cogerle terror a los hospitales, los médicos corrían, decían mil palabras que no conseguía descifrar y yo me sentí totalmente sumisa de la situación.

Oí el primer llanto y una parte de mí se relajó.

-Bella, tres quilos y cien gramos.- Fueron los únicos datos que pude entender de la enfermera, que mi pequeña estaba bien.

Y el segundo llanto no llegó, solo vi médicos moverse, rodear a mi pequeño y haciéndole pruebas que no podía ni apreciar.

-¿Está bien? ¿Romeo está bien?- La llevadora que estaba a mi lado no supo darme respuesta, pero la anestesista si lo hizo.

-Van a llevárselo para hacerle pruebas, no te preocupes que va a estar bien.

En cuanto me recuperé y volví a la habitación junto a Eric apareció la médica que se encargó de la cesárea, con la cuna de Bella.

-¿Traerán Romeo ahora?

Y como un jarro de agua fría, nos dieron la peor noticia, Romeo no consiguió hacerlo, nuestro pequeño falleció después de las complicaciones que hubo en el momento del parto.

Fue un duro golpe que a día de hoy Eric y yo no hemos podido superar. La pérdida de nuestro hijo fue una realidad que nadie nos enseñó a afrontar.

Por mi parte, estuve unos meses yendo al psicólogo, tuve que pedir ayuda y fue la mejor decisión que tomé. El postparto fue duro, pero saber que uno de tus hijos no iba a estar cuando volvieras a casa lo fue más.

Nuestras familias fueron un gran apoyo, se encargaron de sacar de casa todo aquello que iba a pertenecer al pequeño, y aquello que implicaba el tener dos bebés. No me importó perder más dinero en cosas nuevas con tal de no tener que ver cada día aquellos objetos que pudieran recordarme a mi hijo.

Y Sofía, mi pobre Sofía, esperó con tantas ansias a sus dos hermanos, que oír de su boca la pregunta sobre su hermano me desmoronó, no estuve lista para responderle en ese momento, pero con el tiempo entendió que solo iban a ser Bella y ella, que Romeo estaba en el cielo esperando a que nos hiciéramos muy viejitos para hacerle compañía.

Poco a poco, aunque no olvidamos, si pasamos página, porque ninguna de nuestras hijas merecía vivir en la pena que estábamos pasando los mayores. De hecho a los cuatro años del parto, Eric se despidió el futbol europeo, dando pie al estadounidense. Fichó por el Inter de Miami y por ironías de la vida, volvimos a la ciudad que nos vio empezar, en esa final del mundial.

Fue un cambio de aires fuerte, pero necesario. A las niñas les vino genial conocer mundo y saber de antemano la historia de sus padres en esa ciudad. Y a nosotros también, volvimos a centrarnos en nuestra familia, nuestra relación y nuestra vida. Yo pude ejercer mi trabajo a distancia, aunque algún que otro proyecto en la ciudad de Florida también saqué.

América fue un buen hogar durante cinco años, hasta que Eric colgó las botas. Era hora de volver a casa, a disfrutar. Sofía, con sus nueve añitos y Bella con cuatro fueron totalmente conscientes del cambio y se alegraron de cierto modo, volvían cerca de sus abuelas, de sus tías y de esos amigos que dejaron atrás.

Hicimos la vida que siempre soñamos, crecimos personalmente, yo lo hice profesionalmente. La empresa se transformó en una franquicia de mucho nivel en España, tanto que abrimos sede en cinco ciudades más, por mi parte, volvieron a darse los premios arquitectónicos y esta vez sí, conseguí coronarme con el primer puesto. Mi trabajo y mis proyectos fueron reconocidos por diversas multinacionales que contaron con mi apoyo para colaborar en ciertos proyectos. ¿El más destacado? La villa de Penélope Cruz y Javier Bardem en la isla de Ibiza. Fueron cincuenta y cinco millones de casa y unas decoraciones que fueron a mi cargo y recorrieron cientos de titulares por el mundo.

Y los fines de semana nos desplazábamos a la casa de Torrent, lugar que nos dejaba alejarnos de nuestras obligaciones, descansar del trabajo y vivir lo mejor de nuestras vidas.

Y no cambiaría ni uno de mis errores para llegar donde estoy, he pecado de precipitada, de confiada, pero nunca de no luchar por lo que quiero, porque si hay algo que soy ante todo es cabezota.

Pero si no lo fuera, esta no hubiese sido mi vida.
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¡Último capítulo!

Con estas 900 palabras me despido definitivamente de esta novela, de Silvia que me ha hecho aprender mucho y de Eric que otra vez más vuelve a ser el protagonista de mis historias.

Sin duda es la novela que más he disfrutado, siento que ha sido mi punto de inflexión en esta aplicación y me alegro de que os haya gustado tanto como a mí.

Me estoy tomando un tiempo para asimilar el final de esta historia y volver a centrarme para escribir otra cosa igual de guay que esta✨

Volveremos a leernos pronto❤️

NEW HOME/ Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora