Capítulo XI

1K 70 32
                                    

Poco a poco fui recobrando la respiración, pero algo en mí seguía sin estar bien.

Y no era por el hecho de que se fuera ni mucho menos, al fin y al cabo es su trabajo, pero de cierta forma estaba siendo una pieza muy importante en mi adaptación en la ciudad, estaba aquí, sentado a mi lado escuchando todos los problemas que me nublan la mente cuando podría estar haciendo millones de cosas mucho más interesante que esta.

Quería que fuera partícipe de este proceso, que viera los cimientos de su casa levantarse, que fuera testigo de lo que para mí también era algo importante y para qué mentir, estar con él también se estaba convirtiendo en un plan que me gustaba.

Era muy pronto para hablar de gustar o no gustar, pero la atracción es algo que ni Eric ni yo podíamos negar. Ese beso en la oficina había marcado un antes y un después en nuestra forma de vernos y aunque no fuera lo éticamente correcto, yo ya no sabía verle con los mismos ojos.

-Lo siento, tú última noche en Barcelona no debería ser así.- Limpié mis lágrimas a toda prisa y volví a colocarme en mi asiento.

-Silvia, si no quisiera estar aquí contigo escuchándote, no lo estaría.- Su voz sonaba muy calmada.

Cuando levanté la vista para volver a posarla en la suya, noté que sus ojos estaban sobre los míos, con una sonrisa que era capaz de relajar a cualquiera.

-No deberías estar aguantando el drama de tu arquitecta.- Negué con la cabeza y él soltó una suave risita.

-Suena muy bien eso de mi arquitecta.

De hecho sí sonaba bien, demasiado. Hasta el punto de que se me acababa de hacer adictivo oír esas dos palabras juntas salir de su boca, como si por si solas pudieran causar tal revuelo.

-¿Sabes? Siempre he sido partidario de que los sueños los consiguen aquellos que no tienen miedo a perseguirlos y con lo poco que puedo saber de ti estoy seguro que tú eres una de ellas.- Puso su mano en mi muslo y prosiguió.- De alguna u otra forma generas luz, porque tú misma te has encargado de ser una chica increíble, y estoy seguro que nada ni nadie va a impedir que consigas todo aquello que te propones, porque te lo mereces.

-Pero en la vida no todo siempre trata de querer, a veces el no poder también es un factor muy importante.- Contesté.- Al final no puedes ser plenamente dueño de tu vida, cuando crees que despuntas por un lado, otro de ellos se está debilitando y por mucho que lo desees, no puedes mantenerlos a los dos por el mismo nivel.

-La vida es un equilibrio, y a veces hay que ceder en algunas cosas para ensalzar otras. No Podríamos sostenernos en un nivel donde todo está al máximo.

-¿Y tú estás dispuesto a rebajarte futbolísticamente hablando para ser feliz?

-Mi carrera tiene fecha de caducidad Silvia, en diez años yo ya no me dedicaré a lo que más me gusta.- Dijo y tenía toda la razón del mundo.- Por suerte o por desgracia yo me veré obligado a dar un cambio, que me guste o no será necesario, pero tú puedes escoger cómo y cuándo darlo porque solamente depende de ti.

-¿Me estás incitando a que haga lo que me dé la gana?- Reí.

-Bueno, puede que no con esas palabras, ¿Pero tienes algo que perder?- Encogió sus hombros.

-Me lo impide que hay otra persona involucrada que no sé si le gustaría que le besara en este mismo momento.

Esas palabras habían salido de mi boca con la finalidad de arrasar con todo, él me acababa de dar la valentía para insinuar lo que quisiera y en esos momentos no había cosa que me apeteciera más que besarle.

-Pues si ese bobo se niega a besarte sería un completo imbécil.

Era lo que necesitaba. Me abalancé para besarle y él fue totalmente receptivo a ello. Su mano se posó en mi mejilla y profundizó ese beso que yo misma había iniciado.

Nuestras bocas se movían al compás como si se conocieran de toda la vida y su lengua no tardó en recorrer todos los rincones de mi boca, como si fueran de su propiedad. Lo que nos estábamos demostrando era la necesidad que teníamos ambos de este momento, de dejar los formalismos aparte y darnos cuenta que son solo barreras que nosotros mismos ponemos para no estar como queremos, que es de esta forma.

Nos separamos por falta de aire, pero sinceramente quería más de Eric y por lo que pude notar él también. Con su mano agarró mi mandíbula de una forma posesiva y volvió a estampar sus labios contra los míos.

Sentí una corriente recorrer mi cuerpo y era inevitable, me estaba pidiendo a gritos que lo que estaba pasando con Eric no se quedara solamente en un par de besos tontos.

-Joder...- Eric se separó lentamente y clavó esos ojos marrones sobre los míos.

Sentí que esa mirada me penetraba, estaba tan fija en la mía, tan hipnótica que era incapaz de apartarla.

-Vámonos.- Supliqué necesitada.

-¿A dónde?- Preguntó irónico.- Te recuerdo que no tengo casa aún, señora arquitecta.

Ese vacile con ese tono de superioridad solo me estaban dando ganas de quitarme el top y acabar con la tontería aquí y ahora.

-Me da igual, necesito acabar con esto y despedirnos como nos merecemos.- Me mordí el labio inferior y el catalán solo pudo asentir ante mi proposición.

-Dímelo claro, dime lo que quieres.- Estaba jugando con fuego y sabía que el único final era quemarnos.

-A ti.

Sonrió, estaba claro que había conseguido lo que quería. En ese instante se abrochó el cinturón y encendió el coche. No tardamos en arrancar y poner rumbo vete tú a saber dónde, pero no era eso lo que me preocupaba en ese momento.

Por una vez estaba haciendo lo que mi mente y mi corazón querían in pensar en las consecuencias, ¿Podía haberlas? Estaba claro, pero no podía permitirme perder una vez más el tren que pasaba por mis narices, iba a subirme y ya me arrepentiría mañana.

Aparcó delante de un hotel, no era muy conocido, o por lo menos yo no había oído hablar de él, pero supongo que esa es la magia de los famosos, conocer lugares que no todos sepan dónde son.

-Esta va a ser una gran manera de despedirme de España antes de irme a Estados Unidos.- Se acercó y dejó un suave beso entre mis labios.

El check-in fue mucho más discreto de lo que creí, si cuando voy yo a hoteles un poco más y me piden hasta el grupo sanguíneo y aquí acabamos de entrar los dos sin ni siquiera pedir nuestros carnets.

Nos dirigimos al ascensor y Eric entrelazó los dedos de su mano con los míos para entrar dentro del pequeño cubículo.

-¿Crees que mañana nos arrepentiremos de esto?- Pregunté mientras me arrinconaba contra el cristal.

-Silvia, me gustas desde que te vi en tu oficina, tan concentrada en tu portátil, no voy a arrepentirme de hacerlo contigo ni en sueños.

Me quedé impactada, esas declaraciones me acababan de dejar totalmente pasmada, ¿Qué podía yo responder a eso? Me estaba confesando que la atracción lleva estando ahí desde el primer segundo que me vio.

Y no voy a mentir, si por mi parte también lleva presente desde entonces.

Las puertas se abrieron cuando pusimos pie en la quinta planta y en el fondo del pasillo se encontraba nuestra habitación, la que iba a ser testigo de todo lo que iba a pasar en esta madrugada.

Con una mirada cómplice, Eric cogió mi mano y empezó a correr hasta llegar a la puerta de nuestro cuarto y yo no pude evitar reírme, la imagen de dos bobos corriendo por un hotel como si de dos adolescentes se tratara me pareció demasiado divertida.

El futbolista sacó la tarjeta del bolsillo de sus pantalones y se giró para posar su vista sobre mí. Con una sonrisa burlona abrió la puerta y pronunció esas últimas palabras antes de adentrarnos a la habitación.

-Bienvenida a la mejor noche de nuestras vidas.
———————————————————————
¡Nuevo capítulo!

Y ahora sí que empieza lo divertido. Estos dos me transmiten una ternura brutal.

Volvemos a leernos pronto❤️

NEW HOME/ Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora