Capítulo XL

502 31 0
                                    

-No encuentro la corbata.

-Eric por dios, no me jodas.- Corrí por el armario hasta que pude localizarla entre sus camisetas.

Hoy hacia exactamente un año y medio desde el nacimiento de Sofía e íbamos a celebrar su bautizo. Sé que no es lo más normal esperar tanto para hacerlo, pero quisimos esperar a que nuestra casa de Torrent estuviera lista para poder celebrar el convite aquí.

Iba a ser una ceremonia íntima, no sobrepasaríamos los veinticinco invitados y personalmente me hacía mucha ilusión hacerlo en la misma iglesia donde me bauticé yo. Y la parte del convite fue idea de Eric, alquilamos un cáterin que nos iba a preparar la mesa en el patio de la finca, en memoria de las comidas de domingo que pasábamos aquí mi familia y yo.

A mi familia le pareció una gran idea y a la de Eric también, que querían conocer con mucho entusiasmo mi tierra.

-Solo me quedan los tacones y ya estoy.- Tenía en brazos a Sofía y se la acerqué a su padre, para que pudiera cogerla mientras yo terminaba.

En mi caso escogí un vestido en color lavanda con cierto volante en el bajo, no quería nada que fuera muy formal y a la vez quería que fuera muy yo, lo cual a veces era ciertamente incompatible. Los detalles fueron en tonos dorados, desde mis pendientes, mis pulseras, el bolso y los zapatos, así como la coleta baja que fui a hacerme a la peluquería para no quitarle protagonismo a todo lo que llevaba.

Por su lado, Eric fue con el típico traje negro, al que quiso dar color con una corbata en tonos malva, muy parecido al que llevaba yo. Qué le íbamos a hacer, se la había comprado yo. Y Sofía llevó un precioso vestidito que compré junto a mi madre en un comercio local de Valencia, era muy tradicional y a la vez tenía ciertos detalles que eran una absoluta cucada.

Quedamos en la iglesia a la una del mediodía, donde todos nuestros invitados se reunieron para acompañarnos en este gran día. Alicia y Susana fueron las mejores madrinas que pudimos pedir y yo bajo tal momento solté más de una lagrimilla.

Por suerte, no fue muy pesada la misa y cuando nos quisimos dar cuenta, ya estábamos poniendo rumbo a nuestra más que estrenada casa. Los invitados no pararon de alabar lo bonita que era y lo bien que habíamos montado la fiesta y nosotros asentíamos orgullosos, no nos quedaba otra.

En cuanto llegó el momento de los regalos, acercaron un micrófono a para que dijera unas palabras.

-Antes que nada, quería agradecer a todos nuestros familiares que están aquí hoy acompañándonos.- Una lluvia de aplausos inundó el patio.- Hace ya tres años que nuestras vidas se juntaron para dar como fruto a una niña de dieciocho meses tan maravillosa como Sofía. Hemos luchado contra todo lo que se nos venía encima para ser la mejor versión de nosotros mismos y a día de hoy puedo decir que estoy orgulloso de en lo que nos hemos convertido.- Sonreí al oír sus palabras.- Silvia, estoy muy feliz de que estés a mi lado todos los días, de haber entrado a esa dichosa oficina y haberme encontrado al amor de mi vida sentada detrás de un escritorio, que nuestra historia puede que no fuera la más idílica en sus inicios, pero la repetiría mil y una veces más.- Estaba bastante desorientada, no sabía a qué venía todo esto.- Después de tres años a tu lado, he confirmado que quiero estar contigo todos los días de mi vida, por eso quiero preguntarte, ¿Quieres casarte conmigo?

Me quedé absolutamente anonadada, no fue hasta que oí los silbidos y aplausos que reaccioné. Eric estaba arrodillado frente a mí, con un anillo preciosísimo en sus manos, rogándome con su mirada una respuesta. No tuve que pensármelo mucho, estaba totalmente segura de que le quería como mi marido. En cuanto asentí nos fundimos en un precioso abrazo de aquellos que te llenan al completo.

Aquello fue el inicio del caos que supuso nuestra boda, más que nada porque una persona tan soñador como yo no se podía estar quieta y preparar una fiesta tranquila. Si todo va bien, solo iba a casarme una ve en esta vida e iba a hacer la mejor fiesta que pudierais imaginar.

Fueron seis meses de preparación exhaustiva, primeramente porque no queríamos esperar un año a que llegara el verano para poder casarnos y segundo porque era la persona más avariciosa que se pudieran topar.

Todo tenía que estar perfecto, las flores, los platos, la decoración. Y por no hablar de la ropa, recorrí toda Barcelona en busca de mi vestido perfecto. No lo encontré y fue cuando mi hada madrina apareció para cumplir mis deseos. La diseñadora Rosa Clará accedió a realizar los dos vestidos que quería lucir en mi boda, así como el de Sofía. Estuve eternamente agradecida a que se fijara en nuestro caso y que quisiera formar parte de esta ceremonia.

Mil y un preparativos que fueron acompañados de todas las manos de nuestros familiares que quisieron ayudar en todo lo posible a que todo fuera maravilloso.

Reconozco también la labor de Eric, que en ningún momento se mantuvo al margen de los preparativos, quiso ser partícipe de todas y cada una de las elecciones y me alegré mucho por ello, sentí que esta boda no solo cumplía mis expectativas sino las de los dos. Fuimos muy pesados con la comida, probamos muchísimos menús y ninguno acababa de convencernos, porque cuando yo no ponía peros se los ponía él. Vamos, que si yo fuera nuestras organizadoras me hubiese jubilado de tanta tontería.

Y Sofi, la ya no tan pequeña Sofi, sin quererlo se estaba haciendo mayor, casi a sus dos añitos era la niña más sonriente y simpática que podía haber imaginado, sus dientecitos sacaban todas las buenas vibras que yo como madre pudiera tener escondidas sobre capa y capa de estrés.

Que por cierto, tampoco se salvaba, porque era un calco de su padre, ya fuera en carácter como en físico. No había manera de que estuviera conforme con nada de lo que le proponíamos, estaba aprendiendo demasiado en la guardería, tanto que su primera palabra no fue ni mamá ni papá, sino que fue "No". Me tuvo amargada con la dichosa palabrita durante dos semanas porque todo lo que hacíamos recibía un no por respuesta, era agotador. Luego se me pasó cuando aprendió a decir mamá.

De mientras la boda tomaba forma, fui nominada a unos premios arquitectónicos que daba una famosísima revista española, quedé en segundo lugar pero para mí asistir a esa ceremonia con mi marido y posar para la portada del siguiente mes fue todo un logro. Un premio al reconocimiento de mi trabajo, a mis esfuerzos por mejorar día a día y por ser la mejor versión de mí.

Estaba feliz del rumbo de mi vida, de haber cumplido todos y cada uno de mis sueños junto a la gente que me hacía feliz, que cuando menos te lo esperas, la vida te trae mil y una sorpresas que dan un giro radical a tu historia y yo feliz de vivirlos.
———————————————————————
¡Nuevo capítulo!

Se está acercando el fin de esta novela🥺

Volvemos a leernos pronto❤️

NEW HOME/ Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora