Capítulo XXIV

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No puedo decir que los nuevos comienzos no asusten, pero es que este antes que meterme miedo, me aterraba.

Nada podía ser mejor que lo que tenía en Barcelona.

Pero no podía estancarme en lo que me dolía marcharme de la ciudad, por mi bien y por el de mi profesión.

Con un par de ovarios me planté en la estación María Zambrano y por la cercanía, pedí un uber hacia la oficina, no porque fuera a trabajar hoy, pero mi señora hermana había dejado las llaves de su piso de Marbella en la recepción e iba a pasar a recogerlas.

Tan solo abrir la puerta sentí una nostalgia de ver algo tan similar a lo que yo había montado en Barcelona, pero no era Lourdes la que me recibía con un café y un "buenos días cariño".

-Buenas, tú debes ser la famosa Silvia, tu hermana me ha hablado de ti.- La recepcionista me saludó.- Soy Patricia, encantada.-Tenía su cierto parecido a Lourdes, pero con quince años menos.

Le saludé con un par de besos y me disculpé, quería descansar después del viaje tan largo y del desgaste emocional que me había supuesto todo esto.

Pisé ese apartamento de Marbella y me trajo recuerdos de aquellos días de desconexión que pasé aquí junto a Susi. No era muy diferente a mi piso de Barcelona, pero a diferencia de ese, este no lo sentía mío.

No era mi hogar, no era mi ciudad, ni siquiera era mi trabajo. Todos los clientes que iba a tratar eran mérito de mi hermana, y los suyos eran gracias a mi trabajo. Me sentía como en aquellas típicas películas clichés donde dos gemelas intercambiaban sus vidas sin que nadie se diese cuenta.

Aunque nosotras no éramos gemelas y todos eran conscientes de este intercambio, pero se hacían los locos.

Cómo me jodían las miradas de la gente, que se creían que por hacer cara de pena iban a solventar mis problemas, o por lo menos hacer que no me afectaran tanto.

Yo no quería la aprobación de nadie, yo quería vivir mi vida con la gente que realmente me importa, pero otra vez más, era más importante la imagen que podía dar de la empresa que no mis ganas de ser feliz.

Esa noche cené pizza, porque Marbella no era mi pueblo favorito en absoluto y mi primer contacto con él fue una pizzería cochambrosa que estaba a la vuelta de la esquina. La comida era mala, pero peor me sentía yo, así que nos dimos asco mutuamente.

Hacía un par de horas que mi teléfono no dejaba de sonar y el nombre de Eric decoraba toda la pantalla. Fui incapaz de responder y de darle las explicaciones que se merecía.

La reunión con Susana y mi equipo le debió dejar en shock, pero yo no era persona ahora mismo para aclararle todo lo que le habían dicho. Más que nada porque nuestra conversación no sería estrictamente profesional y yo no estoy preparada para eso.

Encendí la tele para intentar evadirme, pero mi cara salió en primera plana del primer programa del corazón que salió.

-Pero, ¿Quién es la misteriosa Silvia Díaz? Al parecer, es una arquitecta de veintisiete años que trabaja para la empresa millonaria de su padre, Pedro Díaz, un gran empresario y arquitecto valenciano. Hace poco fue vista en la celebración de la copa del mundo de fútbol junto a su pareja Eric García, muy acaramelados.- Narró la presentadora.

-¡Oh venga ya!, ni siquiera es mi novio.- Apagué la tele con rabia.

Me levanté dejándolo todo tirado en la mesa del salón y me tumbé en la cama, con la esperanza de que cuando despertara esto fuera una pesadilla de mal gusto.

Y no fue así, cuando me desperté a las ocho y media de la mañana ninguno de mis problemas se había solucionado. De hecho, veinte llamadas de Eric y tres de Robert llenaban mi pantalla. Así que llamé a mi excompañero y puse el manos-libres mientras me iba a vestir.

-Ya era hora de que me respondieras, Silvia.

-Lo siento Robert, estaba liada con la instalación en la nueva casa.- Me subí los pantalones.

-Tienes al futbolista como loco llamando a la oficina para saber de ti, y sabes que no es a nivel profesional.

-Pues dile que si quiere explicaciones que se las pida a Susana, que está igual de informada que yo.- Contesté.- Yo ya no puedo mantener contacto con él, son órdenes.-Robert suspiró pero no se dio por vencido.

-Está bien, pero hay otra cosita que quiero comentarte.- Prosiguió.- Susana me ha pedido que deje de banda aquello que aclaramos tú y yo sobre el cuadro, dice que es demasiado caro y que una empresa de arquitectura no debería financiarlo.

-Sigue con ello por favor, de la financiación ya me encargo yo, solo te pido que ese sea el detalle de mi parte que quede en esa casa.

-Silvia, no puedes pagar de tu bolsillo un elemento de la obra de un cliente, ya lo sabes.

-No es mi cliente ahora.- Esa frase rompió mi corazón un poco más.- Hazlo por mí, se lo merece.

Acabó accediendo y colgué la llamada para terminar de arreglarme para ir a la oficina y que me presentaran los proyectos vigentes.

.CINCO MESES DESPUÉS.

-Gracias Patricia, lo tendré presente para la entrega de llaves.

Hoy era el dia de entregar una casa a su dueño después de acabar la obra que mi hermana dejó a medias.

Un multimillonario neerlandés de sesenta y siete años que quería una casa en la costa de Málaga para veranear junto a su familia.

No puedo decir que los meses pasaran rápido, porque no fue así. Pero intenté evadirme de todo aquello que me estaba haciendo daño, por mi bien y por los de mis cercanos.

Mi teléfono quedó bloqueado para un cierto contacto después de su insistencia de hablar conmigo, pero sabía que hablar con él solo iba a complicar las cosas.

Por otro lado, las televisiones dieron por terminada nuestra relación al ver que no hubo más contacto físico con Eric. No volví a saber nada de su vida, pero creo que era lo justo después de que él no supiera nada de mí durante estos meses.

-¿Lourdes?- Ella sí que no solía llamarme y si lo hacía era por algo completamente importante.

-Blanca está de parto, nos vamos con ella al hospital, creo que debías saberlo.

-Dios, gracias por llamarme, en cuanto termine voy para allá.- Me puse super nerviosa porque era la primera vez que vivía algo así y más sabiendo que estoy a la otra punta del país.

Y así fue, me dirigí a la propiedad del neerlandés para entregarle las llaves y enseñarle la casa antes de dirigirnos a la oficina a firmar los últimos contratos ante notario.

El follón burocrático se lo dejé a Antonio, mi compañero. Yo pedí una excedencia porque mi ahijada estaba a punto de llegar a este mundo y yo debía estar presente ante el parto de mi mejor amiga.

Cogí mi teléfono para hacer la última llamada del día.

-Susana, necesito que me hagas un hueco en el piso, estoy de camino.
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¡Nuevo capítulo!

Toda esta situación entre Silvia y Eric me tiene el corazón tal que así 💔

Volvemos a leernos pronto✨

NEW HOME/ Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora