Capítulo XXXVIII

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Era inaguantable, tenía una contracción cada minuto y medio y el dolor era muy fuerte. Blanca conducía a toda velocidad para llegar lo antes posible al hospital.

-Silvia, respira hondo, es la mejor forma de sobrellevar los dolores.- Mi suegra estaba sentada a mi lado, en la parte trasera del coche intentando ayudarme a no pasarlo tan mal.

En cuanto mi amiga aparcó el coche en la puerta de urgencias, salimos disparadas a pedir ayuda, enseguida me vi en una silla de ruedas empujada por una enfermera que me llevaba directa a monitores.

Me vi rodeada de cables, de máquinas y de personal médico que estaba comprobando que estuviera todo bien.

Estaba asustada, en estos momentos me daba cuenta de lo pequeñita que me hacía en estas situaciones, de la falta de mi madre a mi lado o de mi pareja sujetándome la mano.

-Silvia, voy a necesitar que me avises cuando venga la siguiente contracción para poder monitorizarla, de mientras vamos a revisar cuanto has dilatado.- La ginecóloga informó y yo solo me pude centrar en asentir.

-Cinco centímetros, está genial.- Dijo.- Hasta los cuatro centímetros se considera fase lenta, puede tardar muchas horas en dilatarse, a partir de ahora ya vamos a contrarreloj.

Estaba impaciente, mirando la puerta por si en cualquier momento aparecería Eric a ayudarme.

No quería hacerlo, no sin él. El tiempo pasaba y los médicos no paraban de decir lo mismo, y es que estaba dilatando muy deprisa y el parto era inminente.

Siete y media de la mañana y yo quise descansar, aunque fueran diez minutitos. Estaba agotada y cerré los ojos a la espera de que los dolores me dieran una tregua para relajarme.

-Ahora ya podemos ponerle la epidural si es lo que quiere, antes de la hora de comer ya estará en la habitación con la niña en brazos.- Escuché a la enfermera.

-Gracias.- Esa voz hizo que abriera los ojos como platos.

-¡Eric!- Se acercó rápidamente a mí y me apartó el pelo de la frente.- No sabes las ganas que tenía de que llegaras, no podía aguantar más.

Todo fue sobre ruedas, por supuesto que pedí la anestesia, me estaban matando los dolores y en menos de una hora ya íbamos a la sala de partos. Estaba totalmente dilatada y el personal sanitario estaba alucinando conmigo, como podía ser que siendo primeriza estuviera yendo tan deprisa.

-Empezamos las labores de parto, sé que va a ser duro Silvia, pero necesito que empujes justo cuando yo te lo diga.

Dolía, pero sabía que mi chico estaba allí, secándome las gotas de sudor de mi frente, agarrándome con fuerza la mano y animándome con todas las ganas.

-Vamos cariño, sé que puedes hacerlo.

Y como anunciaron, en nada ya pudimos oír el llanto de la pequeña Sofía. Estaba aquí, con nosotros.

Fue muy emotivo, yo estallé en llanto en ese momento, por todo lo que había vivido esa noche, por mis nervios por la llegada de mi chico, por querer ver a mi pequeña y porque todo saliera bien.

-Es preciosa Sil, es la niña más bonita que he visto en mi vida.- Eric también tenía sus ojos aguados, estaba igual de emocionado que yo.

Le di un corto beso en los labios antes de que pusieran a mi pequeña encima de mi pecho, sus gritos se calmaron al instante en cuanto notó el contacto de mi piel con la suya.

...

Las siguientes horas fueron un caos, yo solo quería dormir con Sofía, pero la avalancha de familiares y amigos me lo impidieron. No me enfadaba en absoluto, pero pedí por favor que me dieran un descanso, necesitaba hacer una siesta y recobrar fuerzas para recibirles a todos con el cariño que se merecen.

Y lo entendieron a la perfección, Eric se encargó de darle de comer a la niña y de relajarla para que yo pudiera dormir un poco y se lo agradecí infinitamente. Es cierto que teníamos mucha suerte con la pequeña, apenas lloraba y se quedaba relajada con mucha facilidad. 

Una vez desperté, la gente fue llegando, trajeron mil y un regalos para mí y para Sofi, que estaba en los brazos de su abuela materna.

-Que preciosísima es, hija.- Estaba embelesada con ella.- Es una muñeca.

Mi vida había cambiado, ya no solo por mí, por nuestra familia. Ahora tocaba luchar por tres, por el bienestar de todos, para que la harmonía reine en nuestra casa y porque seamos felices.

La noche inundó toda la habitación de despedidas, hasta la mañana siguiente que nos darían el alta no volverían las visitas, solo seríamos nosotros tres, despertándonos cada dos horas para darle a Sofía su biberón, para acunarla y dormirla. No era la situación más idílica del mundo, pero era la nuestra, y la íbamos a afrontar.

-Silvia, esto es maravilloso.- Dijo el más que estrenado papi con su niña en brazos.- Creo que estos nueve meses he hecho creado tantas hipótesis en mi mente sobre cómo sería este momento que ha roto todas mis expectativas.

-Yo creo que todo ha ido tan deprisa que no nos ha dado tiempo a analizarlo, somos la viva definición de lo que es que la vida te cambie radicalmente.

-¿Sabes? Tengo una última sorpresa para ti.- Miré a mi alrededor, como si los setenta ramos de flores que me había mandado no fueran suficientes.- ¿Te acuerdas de aquel terreno de tu pueblo del que tanto me hablaste?

-El de mis abuelos, claro que sí.

-He decidido comprarlo, sé lo importante que era para ti y que no se perdiera su magia.- Contestó y yo me quedé completamente muda.- Podemos diseñar una casita allí, en medio de los naranjos para que sea nuestra segunda vivienda, sería genial que nuestra hija pudiera visitar sus orígenes y divertirse allí como lo hiciste tú.

Empecé a llorar, aunque un poco dramático de mi parte, era el cúmulo de todas las emociones del momento, fue el mejor regalo que nadie pudiera hacerme y no precisamente por lo económico, ese lugar tenía un valor sentimental maravilloso para mí y sabía que era una cosa que acabaría haciendo en algún momento u otro de mi vida.

-Gracias Eric por aparecer en mi vida, has conseguido que dejara de lado todos los estigmas sobre el amor, que afrontara mis obligaciones y que dejara de miedo todos los miedos que me surgían en este camino. Quién me iba a decir a mí que en el momento que cruzaras la puerta de mi oficina te transformarías en el amor de mi vida.- Miré a la pequeña Sofía, que dormía plácidamente en su cuna.- Me has dado lo más importante de mi vida y me has demostrado que a pesar de todo estarás conmigo, mano a mano hasta que llegue el fin del mundo.- Se sentó a mi lado en la camilla y agarré su mano.- Todo lo bueno de esta vida ha venido cuando hemos estado juntos y quiero que tengas claro que te quiero a mi lado toda mi vida García, todos y cada uno de los días de mi vida.- Sonrió y pegó su frente con la mía.-Te quiero Eric te quiero más de lo que puedes imaginar.
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¡Nuevo capítulo!

No sé qué me hace más ilusión, la llegada de Sofia o la nueva casa🫶🏻

Volvemos a leernos pronto✨

NEW HOME/ Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora