12.- RELATO DE UNA MADRUGADA PARA EL RECUERDO

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Marcos despertó de golpe y notó que estaba solo en la cama, no tenía idea de la hora pero aún no amanecía

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Marcos despertó de golpe y notó que estaba solo en la cama, no tenía idea de la hora pero aún no amanecía. Vio luz en la rendija de la puerta del baño así que supuso todo estaba bien, Juli solo se había levantado un momento. Se recostó de lado y cerró los ojos para intentar conciliar el sueño.

Pronto sintió como Ju volvió a la cama. Se recostó dándole la espalda pero acomodando su brazo para que él la rodeara. Sintió una profunda tranquilidad, estaba en el lugar y momento perfectos.

La tranquilidad no le duró mucho, sin embargo. Ju empezó a acariciar su brazo con la yema de sus dedos y se pegó más a su cuerpo. Agarró su mano y la puso en su pecho por debajo del diminuto top. Los latidos de Marcos empezaron a acelerarse. Ju se movió ligeramente hacia atrás pegándose a su pelvis. Era evidente lo que quería lograr y lo logró de inmediato. Él acarició suavemente sus pezones mientras le daba un beso en la cabeza, mostrándole así que estaba despierto.

- Esta vez no te me escapas, le dijo Juli con una sonrisa.

- Ya vamos a ver quién pide auxilio, retrucó Marcos.

Marcos acarició esa cintura que tanto conocía. Siempre buscaba excusa para molestarla y aunque sea rozar esa parte. Sus manos avanzaron deseosas y llegaron a sus nalgas, que siempre lo habían vuelto loco. Por fin estaban entre sus manos y no se privó de agarrarlas con firmeza.

Juli se sentó y se sacó el top, se le acababa la paciencia. Marcos sonrió, ella no sabía que la iba a hacer sufrir un poco antes de darle lo que su mirada le pedía.

Se incorporó también y empezó a besar su cara, su cuello, sus hombros. Bajó a sus pechos y jugó con ellos. Los besó y mordió con sutileza mientras sus manos recorrían todo su cuerpo hasta llegar a su entrepierna, pero se detenían justo allí y se devolvían por donde llegaron.

La respiración de Julieta era cada vez más agitada, acercó su mano para sentir su erección por encima del pantalón, sentirlo hizo que tuviera la imperiosa necesidad de tenerlo dentro. Le desprendió el pantalón y deslizó sus manos para poder bajárselos, pero él le tomó las manos, la agarró de la cintura y la recostó en la cama en lo que se sintió como un solo movimiento. Aún no tenía permiso.

Ju no emitió palabra, no era su costumbre, pero estaba completamente entregada a su voluntad. Marcos le sacó lo que le quedaba de ropa y volvió a su tarea de llenarla de besos. Lamió sus pechos pero pronto siguió su camino hacia su cintura, su panza. Alternó besos con mordiscones suaves y eso la hacía temblar un poco, lo cual le divertía bastante. Abrió sus piernas y las besó también. Justo cuando llegaba a la entrepierna, desviaba el camino con su lengua hasta su ombligo y bajaba nuevamente para seguir con la otra pierna.

- Dejá de torturarme, le dijo con voz agitada.

- ¿Estás lista?

- Dalee.

Su impaciencia le causaba gracia, no parecía tener mucha experiencia en disfrutar de los pequeños momentos, pero ya se iba a acostumbrar.

Usó sus dedos para revisar qué tan húmeda estaba, Ju emitió un leve gemido. Definitivamente estaba lista. Comió de ella como si fuese la última vez que podría disfrutar de tal exquisito banquete. Saboreó de su fruta paciente y entusiasta logrando que sus piernas tiemblen cada vez más. Era exquisita, no dejaba de relamerse.

- Cogeme de una puta vez, insistió Juli.

- ¿No te gusta lo que hago?

- ¡Me encanta!

- Entonces no te pienso soltar hasta que tengas por lo menos un orgasmo.

Ju estaba un poco incómoda, no estaba acostumbrada que el foco fuera solamente su placer.  A Marcos no solamente parecía no importarle, sino que se lo veía disfrutar cada instante con entusiasmo, así que se entregó a su plan.

Sintió como su lengua jugaba con su clítoris mientras sus dedos acariciaban sus pezones. Sintió su boca desviarse levemente hacia su entrepierna para luego volver a centrarse en su placer. Prontamente agregó sus dedos para buscar ese punto. Sintió como la tensión se acumulaba mientras él movía sus dedos y usaba la lengua para complacerla. La combinación hizo que explotara en un éxtasis que nunca había logrado acompañada. Se sacudió violentamente mientras intentaba alejar la cabeza de Marcos de su entrepierna, pero él solo le daba un par de segundos de descanso antes de devorarla otra vez. Toda esa sensación se repitió nuevamente y sus gemidos lo demostraron.

- Shhh

- Perdón, no pude evitarlo, dijo casi sin aire.

No la soltó de inmediato, se quedó un momento jugando suavemente con su clítoris mientras observaba fascinado como palpitaba de placer.

- Ahora sí.

- ¿Ahora sí?

Marcos se levantó y buscó en el bolsillo de su pantalón, sacó unos preservativos.

- Apa, miralo vos a Ginocchio, dijo Juli divertida.

- Mejor prevenir que curar, respondió con una sonrisa seductora.

- Date vuelta, le ordenó

Juli no tardó en obeceder, se pusó en 4.

-No, así no, acostada.

Prontamente obedeció. Marcos se calzó un preservativo, se deshizo de su pantalón y boxer y se subió encima. Le besó desde el cuello hasta las pantorrillas y nuevamente hasta el cuello. La tomó del abdomen bajo, levantándola levemente con una mano para poder penetrarla.

- ¿Te gusta así?

Era una pregunta retórica, solo quería escuchar que le pidiera por favor que la coja.

- Metemela de una vez, dijo Ju impaciente.

Le dio en el gusto y se la metió a fondo, Ju gimió de placer.

- Dame más, le suplicó.

Marcos le agarró la cara con una mano y le dio un beso mientras se movía rítmicamente dentro de ella.

- ¿Así?

Si, así tal cual, pero no podía contestar. Solo asintió con la cabeza, estaba ocupada mordiendo la almohada para evitar que todo el hotel se enterara que Marcos Ginocchio la estaba cogiendo como nunca nadie antes.

- Escuchame, le dijo Marcos al oído con voz agitada y sin dejar de penetrarla duramente.

- No importa qué pase mañana o después, aquí, en este momento, sos mía. ¿Está claro?

En otro momento Ju se habría reído a carcajadas de esa frase, le parecía ridícula y condescendiente, pero en ese momento la entendía perfectamente, así que solo asintió. En ese momento se pertenecían y no importaba nada más.

Cuando nadie nos veDonde viven las historias. Descúbrelo ahora