16.- QUIERO RETRUCO

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Julieta se acercó a él seductoramente y se sentó a horcajadas, la forma en la que lo miró ya decía mucho de los planes que tenía en mente. Lo besó calurosamente mientras presionaba su cuerpo levemente guiándole el camino hasta dejarlo acostado. Marcos por su parte se hacía un festín acariciándole los muslos y la cadera por debajo de la falda. Ju dejó de besarlo para observar su cara brevemente. Sus ojos ardían de pasión, pero expresaban una ternura única, algo que nunca había encontrado en otra persona. Sonrió mientras le acariciaba la cara.

- Ahora me toca a mi.

- ¿Eh?

Bajó rápidamente hasta el cierre de su pantalón y se deshizo de los obstáculos hasta llegar a su meta. Apreció brevemente lo que tenía en frente para decidir cómo proseguir.

Eligió la vieja confiable y rodeó la punta con su lengua. La respiración jadeante de Marcos le confirmaba que estaba de acuerdo con lo que sucedía. Exploró el tronco de arriba abajo con ambos lados de la lengua y volvió para enfocarse en el glande. Levantó la vista y sus miradas se cruzaron, supo que era el momento perfecto para metérsela entera a la boca. Inundado de placer, Marcos cerro los ojos mientras se mordía la mano y hacia su cabeza hacía atrás. Ju se sintió triunfante ante el gesto, lo estaba volviendo loco.

Siguió en lo suyo lo suficiente para que Marcos le pidiera que parase, quería probar más antes del final.

- Pará pará vení arriba, pidió con la voz agitada.

- ...

- Uff Ju enserio, dijo casi como una súplica mientras se incorporaba levemente.

Ju se detuvo por un momento y sin mediar palabra lo empujó para que se recostara nuevamente. Él entendió el mensaje.

Marcos sentía que había algo en ella que lo sacaba de eje por completo, le brotaba de los poros y no podía evitar. Poder darle rienda suelta a esa energía que se había esforzado tantos meses en mantener controlada, era algo de otro mundo. Se permitió sentir libremente todo ese placer hasta que alcanzó su peak dejándolo prácticamente en otra dimensión.

Julieta bebió gustosa del resultado de aquello. Se incorporó y se acostó a su lado. Se echó a reír al ver su expresión atontada de relajo y placer.

- Me mataste, le dijo Marcos contagiado de la risa.

- Era para que sepas que yo también puedo, contestó orgullosa mientras se paraba a tomar algo de agua.

- Me quedó claro, le dijo con una sonrisa.

No podía dejar de mirarla pasearse desnuda por la habitación.

- Igual no penses que vas a tener un descanso, agregó después de semejante vista.

- Mira vos, le dijo casi desafiante mientras se acostaba a su lado boca abajo.

En ese momento Marcos fue la descripción perfecta del no resistió. Se le avalanzó encima de un movimiento y la llenó de cosquillas y besos. Pronto las risas de ambos se transformaron en jadeos a medida que sus manos empezaron a explorar mas de su piel.

-Apa, siempre ready, comentó Ju cuando sintió su erección mientras él le besaba el cuello.

- Para vos, siempre.

Ju se dio vuelta, tenía ganas de la cogiera tan duro como la noche anterior pero también quería ver su cara de placer mientras lo hacía.

Sus miradas se cruzaron y quedaron inmóviles por un par de segundos. Sus corazones latían como si fueran dos adolescentes de la mano a punto de darse su primer beso. Era increible tenerse ahí, tan cerca y poder besarse en cualquier momento. Se besaron con las mismas ganas que la primera vez y se acariciaron de la misma manera.

Julieta le agarró el miembro con firmeza y se frotó en él. Ya no estaba para juegos ni vueltas, lo quería adentro YA. Evidentemente ambos querían lo mismo porque sin mediar pausa Marcos la embistió hasta el fondo, dejándole escapar un gemido que se debió escuchar hasta la recepción. Ju lo abrazó con sus piernas mientras sentía el delicioso placer de tenerlo dentro suyo en movimiento. Mordió su hombro y clavó sus uñas en esa gloriosa espalda para evitar hacer más ruido.

No pasó demasiado tiempo antes que se detuvieran, ambos sabían que había algo pendiente para poder seguir tranquilos.

- Marcos el forro, dijo Ju.

- Si, perdón, me dejé llevar.

Una vez solucionado el asunto, volvieron a lo suyo como si no existiera nada ni nadie fuera de esa habitación. Era casi inconcebible para ambos pensar en una época donde tener que resistir las ganas que se tenían era una realidad. Cada caricia, cada movimiento, cada embestida no hacía más que incrementar esa energía entre ambos. No podían parar y no querían hacerlo. Si les quedaba alguna duda de lo bien que se complementaban, en la cama y en pelotas se disiparon por completo.

Cuando nadie nos veDonde viven las historias. Descúbrelo ahora