La quemazón que recorre mi espalda se extiende por mis piernas, sujetas a un piso de mármol roído por el tiempo. Permanezco entre la línea fina de la consciencia y la inconsciencia sin saber muy bien cómo. Pero un halo de luz alumbra mis pensamientos al recordar que he conseguido contactar con Christoph y JJ. O conseguí, porque realmente no se cuánto tiempo llevo aquí recluida. De lo único que puedo estar segura es de que estoy en una iglesia, al menos por la sensación de dolor que se incrusta en mis hombros, las ganas continuas de desmayarme y la extensa sensación de mi bilis recorriendo la garganta cada vez que quiero moverme.
No sólo nos hicieron débiles ante la iglesia, sino que se aseguraron de mantenernos totalmente sumisos ante la idea de permanecer en una. Y esa es una idea que me revuelve hasta el órgano más pequeño y oculto de mi cuerpo.
Mantengo mi mente ocupada, recordando cada detalle de mi vida en estos últimos años. Como me fui de la mansión. Como huí a Italia y cómo regresar ha sido el error más grande de mi vida. Debí mantenerme oculta entre las sombras, y desde ahí observar cuidadosamente cada uno de los pasos que alguien se atreviera a hacer hacia mí. Pero no, mis ansías de convertirme en un ser normal, en alguien que pasara desapercibido, pudieron conmigo.
Enredo mis pensamientos con el primer detalle que capté al ver a Christoph aproximarse a mí. Sus ojos escrutados por tupidas cejas oscuras, la dura y afilada mandíbula que enredaba su cara y como su cuerpo se movía con gracia y dureza hacia su objetivo, yo. Dibujo y desdibujo pequeños círculos en el trozo de tierra descubierta en el suelo, mi cuerpo se mantiene tendido, de lado, con una de mis manos como almohada, mientras las esposas de hierro negro apresan mis manos. Recuerdo la primer vez que vi una de estas, mis padres se la pusieron a mi hermano cuando sin quererlo se descontroló, el daño de estas cosas es insoportable. Son como un guante de metal, mucho más pesado, mucho mas duro, que por encima de todo, hacen imposible que las garras
crezcan. Y eso es un jodido problema. Nunca he aprendido a quitármelas y esta no creo que sea mi primera vez averiguándolo.
—Me sorprende la capacidad que tienes para aguantar. —Dice una voz, adentrándose al cuarto y permitiendo que un resquicio de luz inunde mi cuerpo por primera vez en mucho tiempo. Nazel se pasea por la estancia, levantando polvo, y haciendo que encuentre el estruendoso ruido de sus zapatos contra el mármol, terriblemente detestable. —Te admiro por eso, —ríe —bueno, por eso y por el gran historial que tienes para ser tan joven. —Él se sienta a unos metros de mí, en una roca de las ruinas de estas paredes.
—Te odio. —Él sonríe ante mis palabras. —Te mataré. —Afirmo, con lo poco que queda de mi voz antes que una primera punzada de dolor me den ganas de vomitar.
—Estoy deseando ver como lo haces, cariño. —Contesta Nazel, cruzando una de sus piernas por encima de la otra, y doblando su cuerpo más hacia mí. —¿Pero sabes? —Sonríe aún más. —Creo que en estos momentos te va a ser bastante complicado, pero oye, quien soy yo para matar tus esperanzas. —Él vuelve a levantarse, sus botas militares desgastadas se pasean a mi alrededor como si yo fuera un animal enjaulado, y él un cazador furtivo. —Me parece interesante todo lo que me han dicho de ti. —Dice, esta vez sentándose en el suelo, junto a mí, haciéndome recordar como odio sentirme indefensa. —Me han dicho muchas cosas... —Susurra y canturrea para él, jugando con un cuchillo que deja a penas centímetros de mi rostro. —Que eres la hechicera más poderosa que se conoce, pero que eres como una bomba andante. —Me sonríe. —Puedes explotar en cualquier momento, y ni tú misma puedes controlarlo. —El castaño suspira, mientras la sangre se instala en mis oídos, calentando mi cabeza. —Tus poderes son increíblemente aterradores, puedes hacer que cualquiera haga lo que tú quieras, incluso suicidarse, con tal sólo mirarle a los ojos. —La expresión de su voz me deja el estómago revuelto. Sentir la admiración por parte de tipos como él me hacer querer hacer cosas totalmente indescriptibles.
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Esclavo de las sombras
RomanceArcher Monterrey es la trigésima cuarta hija en el linaje de los Monterrey, un antiguo, pero poderoso clan de hechiceros de Europa. Archer vive escondida de su antiguo hogar, tras la muerte de su familia, decide huir y pasar su vida alejada de los d...