Sombras del pasado

145 17 38
                                    

A sus pies, me encuentro sentada con ambas piernas cruzadas, una sobre la otra, mientras las miradas de toda la habitación se centran en mis siguientes palabras. El sol brilla por su ausencia, mientras las nubes se vuelven más densas y grisáceas, posiblemente advirtiendo la llegada de una fuerte tormenta. Mientras, la mirada de Astlley ruega por que comience, mientras sus manos temblorosas se aferran a los reposabrazos de la silla desgastada.

Sentada en el frío suelo, cierro los ojos y giro sobre sí misma mi cabeza, dejando salir la tensión que se encuentra instalada en mis hombros, masajeándolos con mi mano izquierda, haciendo una gran presión sobre ellos.

—Me satisface enormemente poder contarle esto a alguien por fin. —Suspiro, mientras mis ojos se centran en la chica que tengo delante de mí. Alzo mi mirada hacia sus ojos, tiene los labios cerrados, mordiéndolos. —Todo esto empezó a principios del 2006, yo tenía 5 años por aquel entonces. Mis hermanos tenían doce años, Enzo y Pía eran sus nombres, mellizos y las personas más risueñas que yo haya podido conocer en mi vida. Recuerdo como una mañana estaban dormidos, cuando mis padres entraron en el cuarto que compartíamos por, estaban cogidos de la mano y sonrientes se llevaron a mis hermanos para "ayudar" a la mansión. —Miro con furia a las personas en la sala, mis manos, cada vez más tensas, forman dos puños apretados. —Cuando volvían después de horas allí encerrados apenas podían caminar, algunas veces otros guardias los traían a cuestas, otras simplemente los dejaban, atados y semi inconscientes. —Seco con mi dedo índice las lágrimas que se amontonan en mis ojos, inhalo de forma entrecortada y trago el nudo que se instala en mi garganta al recordarlo. —Estuvieron así por un par de semanas, cuando murieron, yo ni siquiera me enteré hasta que ya les prendieron fuego. Recuerdo haber estado abrazada al cuerpo de mi madre durante horas.

La chica derrama una lágrima, que recorre con rapidez toda su mejilla derecha.

—No lo entiendo muy bien... —Confiesa apenada. Mientras, yo sólo me limito a sonreír mientras recojo una segunda lágrima que cae sobre sus labios.

—Yo huí de este sitio a los trece, un exiliado me ayudó desde fuera, gracias a esa persona supe todo lo que ocurrió durante esas semanas. —Me vuelvo a poner de pie, mientras camino hacia la ventana rota con el escudo hecho pedazos en el suelo. —Gracias a sus mensajes me decidí a huir, para siempre. La mañana del 4 de febrero mis padres fueron "escogidos", —acentúo la palabra haciendo comillas con ambas manos —para un experimento especial del que todos serían parte, menos yo. Supongo que creyeron demasiado cruel hacerle eso a una niña de 5 años y a una de dos, a ti. —Río, mientras camino en círculos con pasos largos y pesados. —Utilizaron a tu familia para investigar la sed de la mía, querían encontrar una forma con la que todos los hechiceros pudieran beber sangre, querían más y más poder. Cada día sometían a mi familia al mismo experimento, utilizaban verbena para adormecerlos y un estimulador para llenarlos de sed, los drogaron durante días hasta que ya no pudieron más. —Me acerco de nuevo a los individuos pegados a la pared, extiendo mi mano izquierda hasta alcanzar el rostro de uno de ellos, del cual no sé su nombre, y araño la superficie de su piel rasgando la fina primera capa. Me llevo el dedo índice a la boca, descubriendo un metálico sabor en su sangre, con una mueca, le muestro mi desprecio inclusive, por su interior. —No me servirías ni de comida. —Le digo con un susurro al oído y una sonrisa cerrada de oreja a oreja en mi rostro. —La tarde del 18 de febrero, ellos hicieron lo que hicieron sometidos y estimulados por los aquí presentes, y para tapar sus huellas no dudaron en reducir completamente a mi familia, y asesinarlos tal y como ellos hicieron con la tuya. —Miro a la chica directamente a los ojos, ella, asustada, me devuelve la mirada cargada de dolor, rabia y una mezcla de tristeza y furia. —Ellos no quisieron hacerles daño, pregúntale a tu hermana que vio durante el experimento.

—Ella no me lo dirá, —contesta Astlley,— se lo he preguntado millones de veces, pero ella no quiere recordar. —Apenada, baja la mirada, mientras, de nuevo, todo se sume en el silencio.

Esclavo de las sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora