No si quieres morir

245 25 21
                                    

—Vamos, hazlo. —Sentencia Christoph, mientras mis labios se acercan a los suyos y mi mano firme se clava en su rostro. Veo como cierra los ojos, yo los mantengo abiertos, es la primera vez que estoy así de agitada, la primera experiencia que tengo tan cerca de la sangre, la primera vez que siento que podré comprender a mi familia.

Uno mi boca con la suya, también es mi primer beso, aunque no sé si contaría como uno. Muerdo el labio de Christoph, quien cae de nuevo al suelo, y se mantiene de pie frente a mí. Él no me aparta, sigue mi ritmo mientras bebo la sangre de sus labios, mientras sostiene con sus manos mi cadera y aprieta su cuerpo sobre el mío. Me despego de su boca, aún pegada a sus manos, mientras su sangre corre por mi cuerpo y cae sobre mi boca. Echo la cabeza hacia atrás, mis ojos se abren de par en par dejando al descubierto su color gris natural. Mi corazón se agita y precipita como en una montaña rusa, solo quiero más y más. Imágenes de él y otras personas sumen mi cabeza, una tras otra, voces, números, nombres, pasado, presente y futuro todo en una misma mente.

Me duele la cabeza demasiado, llevo mis manos hacia ella, el dolor no cesa y es cada vez más insoportable. La voz de Christoph se hace cada vez más aguda en mi cabeza, escucho como me llama, millones de palabras vienen hacia mí. Palabras de sus padres, de sus abuelos, sus ancestros, veo el futuro, veo y revivo el presente ya pasado, y el futuro ahora inmediato, lo veo todo. Veo como y cuando nació, veo su entrenamiento como guardia, sus errores y sus aciertos, veo su primer beso, su décimo sexto cumpleaños, veo su primer amor, veo su primera misión, veo como me persigue, como me siguió durante meses hasta dar conmigo, veo como bebió verbena durante sus meses de misión, me veo a mí bebiendo de él, veo su rostro y sus manos, y de pronto, ya no veo nada.

Me levanto de nuevo, confusa y atada, la luz del cuarto daña mis ojos, es como una de esas resacas que tuve cuando fingía ser humana.

—No soporto la luz... —Me quejo en alto intentando moverme, pero no puedo. —¿Otra vez esto? —Digo refiriéndome a las cuerdas que atan mi cuerpo, esta vez, todo él.

—Ya te lo dije antes, mejor prevenir que curar. —Dice una voz reconocible y ahora más que perceptible en el cuarto.

—Tú... —susurro con un poco de rencor, girando la cabeza hacia Christoph, quien se mantiene con los brazos cruzados en medio de la habitación. Miro al rededor, solo está él.

—¿Así vas a mirarme después de haberme comido? —Pregunta burlón, sonriendo.

—No te he comido, y tú me has obligado. —Aparto la mirada de sus labios, rojos e hinchados por mi mordisco.

—Nunca te amenacé, —se acerca —simplemente te sugerí que lo hicieras, y tú lo hiciste. —Ouch, tiene razón. Cierro los ojos y suspiro.

Me siento débil, recuerdo haber visto como Christoph tomaba verbena antes de "sugerir" que bebiera de él, lo tenía todo preparado. Como no, incitar a la chica de familia loca para beber su sangre, un clásico.
Ahora sí que no sabía como escapar de esta, me han cogido literalmente por el cuello, estoy débil, confusa y adolorida.

—¿Me puedes traer algo para beber? —Le digo en un vago intento de distraerle para poder quemar las cuerdas.

Él asiente y me dice:

—Claro, ¿prefieres con pajita o directamente del bote? —Lo miro con el ceño fruncido, a veces pienso que soy estúpida, pero sinceramente no entiendo cuando la gente normal me habla. —Ya sabes, que si quieres beber directamente de mí o si quieres un vaso o algo. —Caigo en cuenta y horrorizada niego con la cabeza.

—¡Quieres olvidar eso de una vez! —Le grito. —No quiero volver a pensarlo nunca más.

—Una pena. —Le oigo decir en bajo. Sí, ya. —Yo te traigo algo no rojo de beber, pero no intentes huir, son cuerdas ignífugas, nadie salvo yo puede entrar aquí, y no hay nadie a sesenta metros de aquí para hechizar, así que no hay escapatoria. —¿Qué? Mierda. —Mejor prevenir que curar, princesa. Mejor prevenir que curar. —Dice reiteradas veces como muletilla antes de abrir y cerrar la puerta tras él.

Esclavo de las sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora