Cuando mi familia aún vivía, tenían una gran manera de demostrar de qué tipo de pasta estaban hechos. Quizás fue demasiado inoportuno para su reputación lo que hicieron, pero eso les enseñó al resto qué debían decir y qué no debían decir en nuestra presencia. Palabras como "cazadores", "asesinos", resuenan en mi cabeza cada vez que intento recordar algo de cuando tenía cinco años, aunque difícilmente puedo olvidar todos aquellos acontecimientos. Mi familia bebiendo en público, haciendo representaciones públicas de sus dones en presencia de todos y cada uno de los miembros de este lugar. Aún después de sus muertes, y a pesar de las miradas de acusación que dirigían en mi dirección, ellos no dijeron nunca más esa lista de palabras que discriminaban a mi clan. Aunque sí se encargaron de hacerme el resto de mi estancia aquí, imposible. Algunas mañanas amanecía con una cabeza de algún animal en mi cuarto, carteles colgando de las paredes de la torre de mi clan, me tiraban pintura roja o se limitaban a soltar arcadas al verme pasar. Una de las razones por las que consideré irme de aquí.
Cabría pensar que tras el fracaso del experimento inicial, los hechiceros más ancianos de Basiliso se abstendrían de volver a intentarlo, sobre todo teniendo en cuenta que el único miembro que quedaba con vida, era una niña. Pero eso es suponer demasiado. Cuando cumplí 10 años me encerraron en la torre central, mi familia pertenece a algo llamado, "Plan de suministro A", nombre que le dieron desde un inicio a esa misión tan macabra, guiados por sus propios complejos y deseos egoístas, aunque eso significara estudiar mi propia existencia como un mero sujeto de prueba.
—Ante todo, espero que comprendas que yo no soy un vampiro. Mira. —Le digo mostrando mis dientes, abriendo un extremo de mi boca con el dedo índice de mi mano izquierda. JJ observa con atención, acerca un poco más su rostro, analizando de cerca mis caninos superiores, comúnmente llamado colmillos.
—Pero los tuyos si que son un poco afilados. —Comenta extrañado, mientras con su mano derecha aprieta uno de los suyos.
—Eso es por herencia familiar, pero realmente no crecen cuando queremos beber. —Le explico, riendo entre dientes. —Verás, hace unos siglos mis antepasados hechiceros se unieron, por así decirlo, con uno de los últimos clanes de vrolok.
—¿Vrolok? —Comenta él, confundido.
—Así es. —Asiento. —Los vrolok era el nombre por el que se les conocía a unos demonios que se alimentaban con sangre humana en la antigua Eslovenia. Se dice que nuestros antepasados eran sólo unos hechiceros que, con el tiempo, viajaron por lo que es ahora Europa, y desde Italia llegaron a Eslovenia. —JJ se acomoda un poco mejor en su lugar, y asiente sin decir una palabra, jugando con el cuchillo en su mano. —Allí, se dice que unos hermanos se enamoraron de otros, y el fruto de esas relaciones fueron los primeros Monterrey. En Eslovenia eran muy perseguidos, por lo que decidieron viajar a Italia, donde apenas eran conocidos. Pero como entre clanes había muchos prejuicios y envidia, mi familia decidió marcar a todos los miembros de nuestra familia, con una marca. —Suspiro y le doy la espalda, aún sentada, con mis dos manos subo poco a poco la tela de mi camiseta.
—¡Ou! ¿Qué haces? —Pregunta JJ, alarmado, sosteniendo mis manos antes de poder subir del todo la prenda.
—Rélajate. —Él aparta sus manos, el frío de la mañana se cuela entre mis costillas y me eriza la piel. Dejo la camiseta sobre mis hombros, con los brazos cubiertos, la espalda erguida, y ambas piernas cruzadas. —Esta es la marca.
Siento sus ojos pegados a mi espalda, el gélido viento cruza y atraviesa todo mi cuerpo, siento uno de sus dedos sobre mi piel, que instantáneamente me produce un gran escalofrío.
—Perdón... —Susurra. —¿Es un tatuaje? —Pregunta confundido.
—Algo así, pero si lo que te estás preguntando es si dolió, no, al menos yo no recuerdo que me doliera. —Le explico. —Se suelen hacer cuando el niño cumple los dos años, no es un tatuaje, tampoco una marca de nacimiento, y aunque yo ya lo haya intentado; tampoco se puede ocultar con un hechizo.
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Esclavo de las sombras
RomanceArcher Monterrey es la trigésima cuarta hija en el linaje de los Monterrey, un antiguo, pero poderoso clan de hechiceros de Europa. Archer vive escondida de su antiguo hogar, tras la muerte de su familia, decide huir y pasar su vida alejada de los d...