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—Esta noche, Myr, esta noche nos haremos parte del clan —le recordó su hermano con un bajón de mil demonios instalado en su cuerpo.

—Puedes dejar de recordármelo —ordenó terminando de escribir el último párrafo de su libreta—, por favor.

—¿Qué te pasa? Llevas un par de días bastante rara —espetó cruzando los brazos sobre su torso.

—Me vas a odiar si te lo digo, tú o Neytiri.

—¿Tú y Tsu’tey habéis...? —empezó la pregunta sin demasiadas ganas de terminarla.

— No, no eso no —negó pasándose una mano por el pelo—. Él dijo que no quería casarse con Neytiri.

Jake la miró con sorpresa, realmente no se esperaba que pasara algo como eso, que Tsu’tey dijera algo como eso, no él.

—¿Sabes el peso que tengo ahora sobre los hombros? Es culpa mía que él no quiera casarse con Neytiri, culpa mía.

—Ella tampoco quiere —murmuró su hermano sin demasiado entusiasmo.

—Eso no me quita peso.

—Ni a mí.

Ambos hermanos se quedaron callados, mirando a la nada sin ganas de conectarse a su avatar para la ceremonia. Pero tenían que hacerlo.

Así que Mireya fue la primera en levantarse y mandar todo al garete cuando se cerró la tapa de la cápsula. Que fuera lo que Eywa quisiera.

Abrió los ojos encontrándose con el follaje del árbol madre un poco oscurecido. Todavía no era de noche, pero el sol ya no desprendía la luz que mantenía el bosque vivo.

Se sentó sobre la hamaca, pensando. No sabía si realmente quería convertirse en una Omatikaya, no sabía si realmente soportaría ignorar lo que sentía por Tsu’tey.

—Eh —la llamó él desde el tronco del que colgaban las hamacas—, debo... prepararte para la ceremonia.

—Voy —susurró ella.

Saltó al tronco, justo al lado de su mentor, y él se la llevó hacia un lado del árbol que ella no conocía. Había varios cuencos con pintura blanca.

Ella se puso de rodillas y él copió su acción, posicionándose delante de suya.

—Puedo... puedo llamar a Neytiri si lo prefieres —dijo Tsu’tey con un cuenco en la mano.

Mireya lo miró, encontrándose con los ojos de él. Se quedaron observando los ojos del otro como si el tiempo no corriera en su contra.

—No es necesario, Tsu’tey, puedes hacerlo tú —susurró sin dejar de mirarlo.

Él tragó saliva sonoramente, sin atreverse a hablar porque sabía que su voz saldría demasiado ronca. Escuchar su nombre en su lengua materna, con la voz de ella, le había hecho querer hacer de todo, menos pintar su cuerpo.

[𓂃]

Tsu’tey pasó sus dedos manchados de pintura por los labios de ella, marcando una línea vertical que iba desde la base de su nariz hasta casi el centro de su pecho.

Lo que ni siquiera había notado era que ese gesto había salido automático, como si lo hubiera practicado miles y miles de veces antes.

Mireya había empezado a mirarlo con más intensidad a medida que él iba embadurnando su cuerpo de pintura blanca, y Tsu’tey casi se había encogido sobre sí mismo cuando notó la intensidad de esa mirada sobre él.

I See You || Tsu'teyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora